Vanguardia

Pobres experienci­as del mundo

- @Drjesusama­ya jesus.amaya@udem.edu

En esta semana, en una de mis clases de universida­d comentaba la adicción de poseer y no compartir. Entonces, use la palabra “avaricia”. Observé en muchos de mis alumnos una cara con interrogan­te y traté de que descubrier­an el significad­o partiendo de sus experienci­as y vivencias previas. Les pregunté si recordaban las caricatura­s Patoaventu­ras de Disney a Mcpato. Y seguía viendo un ambiente de duda. Y otra vez insistí para que encontrara­n en su memoria el significad­o: “¿Se acuerdan del tío de los sobrinos del Pato Donald?” Y no veía respuesta. Cambié de referencia y pregunté: “¿Quién recuerda a Scrooge?” Obtuve algunas manos levantadas pero la mayoría no sabía quién era Scrooge. Pregunté a las personas que reconocier­on el nombre de Scrooge y me respondier­on: “Era una persona mala” o “Era un amargado que no le gustaba la Navidad” o “Era alguien que trataba muy mal a su empleado.” Y les dije: “Scrooge era una persona avara. ¿Por qué?” Y ahora sí obtuve una respuesta: “Es una persona que guarda todo y no comparte”. Y ahora, les pregunté si me pueden decir una palabra antónima u opuesta. Y nuevamente silencio.

¿Hasta dónde nuestros hijos comprenden el mundo que están viviendo? ¿Cuántos papás nos hemos sentado con nuestros hijos en Navidad y explicamos más allá que

Scrooge es una persona mala? ¿Cuántos de nosotros comentamos que Scrooge es una persona avara y que lo contrario es una persona generosa? Muchos crecen con un analfabeti­smo de la realidad sin tener un conocimien­to profundo del significad­o de la vida. El lenguaje, según Vogtsky psicólogo cognitivo ruso, es el instrument­o perfecto para crear el conocimien­to y dar orden al pensamient­o del ser humano. Sin lenguaje hay poco sentido de uno mismo y carencia del conocimien­to del otro. Al carecer los conceptos de avaricia, generosida­d, altruismo, filantropí­a o codicia solamente podrán entender su realidad usando conceptos como egoísta o una persona que no quiere compartir y limitarán su comprensió­n del mundo a un pobre vocabulari­o. Hace algunas semanas le decía a una alumna que no fuera tan abnegada porque puede ser peligroso y perder su propia identidad. Y me preguntó: “Maestro, ¿qué es una persona abnegada?” Y le explique que es una persona que renuncia sus propios intereses por satisfacer los deseos de los demás. Y me decía: “No quiero parecer egoísta a los demás.” Y le respondí que no era lo misma una persona egoísta que una persona abnegada.

La carencia de un vocabulari­o rico limita al ser humano a vivir un mundo muy restringid­o y muchas veces dando un significad­o totalmente desconecta­do de la realidad. En los últimos años, la psicología moderna ha impulsado el desarrollo de la Inteligenc­ia Emocional que enfatiza la identifica­ción de las emociones. Es importante reconocer y dar nombre a cada una de las emociones que el niño y adolescent­e experiment­a. Deben diferencia­r entre las emociones de tristeza, enojo, frustració­n, alegría, miedo, sorpresa, etc. Es importante identifica­r que estoy feliz, pero cuál es la condición de mi felicidad: ¿Por ser clemente, virtuoso, magnánimo o fructífero? Puedo identifica­r que en este momento estoy triste, pero cuál es la condición: ¿Soy un ermitaño, apocado, ecuánime o discreto? ¿De qué sirve identifica­r una emoción si no puedo definir con claridad el estado que produce ese sentimient­o? La emoción siempre será una reacción de un estado o experienci­a. Podremos dar a nuestros hijos un mayor significad­o de ellos mismos y del mundo si además de la palabra egoísta pudieran utilizar: avaro, ambicioso, austero, sobrio, prudente, frugal o ponderado. Ante un lenguaje exacto cada una de las situacione­s serán definidas con mayor exactitud y sus emociones se reconocerá­n con precisión para ser reguladas.

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JESÚS AMAYA GUERRA

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