Vanguardia

Un nuevo mundo

- Marcos Durán @marcosdura­nf

Eran las cuatro de la mañana del 3 de agosto de 1492 en el Puerto de Palos de la frontera en España cuando el almirante Cristóbal Colón, genovés de 41 años de edad, zarpó comandando una flota de tres naves. El propio Colón capitaneab­a la “Santa María”, Vicente Yáñez dirigía “La Pinta” y los hermanos Pinzón el barco “La Niña”. Tenía el sueño de llegar al extremo oriente del continente asiático, lejanas tierras donde intentaría encontrar Catay y Cipango (Hoy China y Japón).

Fueron alrededor de 40 hombres quienes abordaron la “Santa María” y entre 20 y 30 el resto de los navíos; la mayoría eran españoles que conformaba­n una tripulació­n compuesta por experiment­ados marineros y algunos funcionari­os públicos que certificar­ían el viaje. Pero algo salió mal en el trayecto y se detuvieron en las Islas Canarias para arreglar el timón de “La Pinta”. El 6 de septiembre reiniciaro­n la travesía.

Sin los instrument­os actuales, la navegación de entonces estaba lejos de ser una ciencia exacta. Los barcos se ubicaban calculando los vientos y se guiaban por las estrellas y sus constelaci­ones. La brújula, los astrolabio­s y los relojes de arena daban poca certeza. Cristóbal

Colón prefería navegar con la guía de los astros e interpreta­ndo los signos de la naturaleza. Se dice que era un experto en esto y que incluso podía predecir los huracanes con precisión.

Así, Colón navegó durante cinco semanas impulsado por el mandato de Fernando e Isabel, reyes católicos de España, quienes le habían otorgado el título de almirante, virrey y gobernador de las tierras que descubrier­a. Pero los días fueron muy difíciles a bordo de las tres carabelas. Y es que aunque llevaban suficiente­s provisione­s para un año, a las dos semanas de un viaje la comida se hizo insoportab­le, pues muchos de los alimentos se pudrieron.

Por otra parte, la convivenci­a entre el centenar de marineros que le acompañaba se deteriorab­a con rapidez. Conciliar un poco el sueño parecía imposible entre los violentos movimiento­s de las embarcacio­nes y el peligro de caer al mar. Se dormía entonces en la cubierta, bajo las inclemenci­as del atlántico.

La desesperac­ión empezó a encender los ánimos pues no se avizoraba el momento de avistar tierra firme. Surgió el primer motín que reclamaba al almirante Colón la falta de pericia al navegar y le amenazaban con obligarle a regresar a España. El genovés resistió ante sus hombres, pero en su interior tenía miedo de quedar para siempre perdido entre los mares que parecían interminab­les.

El diario de Colón, retrata sus temores y el 3 de octubre escribió: “Esto me está matando. ¿Dónde está la tierra? Hemos navegado durante días y días y no ha habido una vista de la tierra. Hemos tenido cielos despejados y vientos constantes, pero mi equipo está enojado y peleando. Incluso se habla de volver atrás. La tripulació­n ha amenazado con empujarme al agua y navegar de regreso a España. No dejaré que eso suceda. He ido demasiado lejos para dar marcha atrás”.

El 7 de ese mes de 1492, Colón nuevamente relató en su diario: “Estoy impaciente. Hay señales, pero de la tierra nada. Según mis cálculos, deberíamos haber visto la tierra hace muchos días. He decidido ofrecer una recompensa al primer marinero que alcance a divisar tierra. Sólo espero que este premio me compre un par de días más, antes de tener una nueva revuelta entre la tripulació­n”.

A los pocos días, durante las primeras horas del 12 de octubre de 1492 y después de 36 largos días en la mar, el marinero Rodrigo de

Triana gritó “¡Tierra! ¡Tierra!”. Habían llegado a la isla de Guanahaní, en las Bahamas, lugar bautizado por Colón como San Salvador. Estaban al fin en lo que creían eran las Indias, estaban ya en tierra firme.

Nadie sabía que la noche anterior Cristóbal

Colón estuvo muy cerca de claudicar y abandonar el sueño que había forjado por casi 10 años. Las esperanzas se terminaban y empezaba a escuchar las recomendac­iones de volver y terminar con este viaje que parecía una locura. Pero Cristóbal Colón resistió un día más, pues podía oler la tierra que se acercaba. El genovés resistió hasta el final y, a la vuelta de un día, la vida le regaló un nuevo mundo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico