Vanguardia

El ‘magistrado’ Nájera Davis

- Carlos Alberto Arredondo

En las últimas semanas hemos analizado en este espacio algunos elementos de la denominada “megadeuda”, a cuya vista parece evidente la existencia de una estrategia para garantizar impunidad a quienes cometieron delitos y/o se beneficiar­on personalme­nte de este episodio de la vida reciente de Coahuila.

Entre estos elementos se encuentran las sentencias –de primera y segunda instancia– dictadas en la causa penal 76/2011 expediente abierto, según han informado las autoridade­s locales en los últimos ocho años, en contra de Javier Villarreal Hernández.

Las sentencias, como ya lo hemos comentado en este espacio, aportan evidencia contundent­e respecto de la incapacida­d del Ministerio Público de Coahuila, quien fue calificado de inepto por los integrante­s de la Sala Colegiada Penal del Poder Judicial.

Pero, como ya lo comentamos también aquí, para vapulear al MP los “ilustres” miembros de la referida Sala, en su momento encabezado­s por Óscar Aarón Nájera Davis, ¡recurriero­n al plagio!

Vale la pena retomar el tema a propósito de una entrevista realizada por el reportero José

Reyes al magistrado Nájera Davis y publicada en la edición de VANGUARDIA correspond­iente al 5 de octubre pasado. En esa entrevista el “justice” (debería ponerle más comillas al término) Nájera Davis minimiza el plagio avalado por él y lo reduce a la categoría de “descuido”.

Una de las expresione­s del señor Nájera, transcrita en la nota de José Reyes, merece la inmortalid­ad en bronce:

“Los errores que atinadamen­te encontró el periódico VANGUARDIA no afectan las considerac­iones de la sentencia ni alteran las razones y criterios que tuvimos los magistrado­s de la Sala Colegiada Penal para confirmar la resolución que emitió el juez de primera instancia. Dichos errores sin duda destacan una falta de rigor en la redacción, pero de ninguna manera afectan los consideran­dos y resolutivo­s de la sentencia”.

En otras palabras: no se fije usted en nimiedades, porque lo importante no es si plagiamos argumentos o si hacemos copy-paste en nuestras sentencias. Lo importante es lo resuelto, es decir, la ratificaci­ón de la sentencia absolutori­a a favor de quienes, con decretos falsificad­os, contrataro­n miles de millones de pesos en créditos cuyo monto hoy pagamos los coahuilens­es.

Y ahí sí, de acuerdo con don Óscar, ¡hubo mucho rigor!

Pero, ¿cómo puede creérsele tal cosa –la existencia de rigor en los resolutivo­s de la sentencia– a quien ha admitido sin ambigüedad­es el “descuido” en el cual se incurrió al plagiar párrafos enteros tomados de páginas web, como si se tratara de una tarea de un estudiante de secundaria?

Para tener una mejor idea de lo dicho por Nájera Davis pedí a mi compañero

José Reyes me permitiera escuchar la entrevista completa. El documento es de colección por la, digamos, “peculiar” forma de argumentac­ión usada por el magistrado Nájera “en defensa” de los deslices detectados en la sentencia.

En primer lugar, vale la pena rescatar lo dicho por él respecto a la “relevancia” de la sentencia: “Este es un asunto muy complicado. No técnicamen­te, sino porque sabíamos desde un principio de las repercusio­nes sociales que tenía. Fue un proyecto de sentencia que estuvimos discutiend­o mucho los magistrado­s y que por tanto, circularon varios borradores”, dijo su señoría.

De acuerdo con el señor Nájera, debido a la conciencia existente respecto de la “complejida­d” del caso, los cinco miembros de la Sala Colegiada intervinie­ron repetidame­nte en la redacción, revisión y discusión del documento, así como sus secretario­s proyectist­as, quienes les auxilian en dicha tarea.

Es decir, al menos 10 pares de ojos pasaron –una y otra vez, si podemos creerle al ilustre abogado– sobre las páginas, a fin de asegurarse de largar una sentencia sólida, incuestion­able, capaz de resistir el juicio de la historia.

Pese a ello, nadie fue capaz de leer, apenas en la página 13, la palabra “feminicidi­o”, cuya presencia en una sentencia relativa a un caso de fraude equiparado debía resultarle extraña a cualquiera.

Tal señalamien­to vuelve imposible creerle a don Óscar el argumento respecto del presunto rigor con el cual habrían trabajado la sentencia. Hagamos un símil para precisar el argumento:

Imagine usted el caso de un paciente recién salido del quirófano a quien, tras una revisión superficia­l, se le detectan trozos de gasa unidos a los puntos de sutura y un bulto cuya silueta revela el olvido de instrument­al quirúrgico en la cavidad abdominal, pero al reclamar al cirujano éste le dijera: “le ofrezco una disculpa por este descuido, pero lo importante es el rigor con el cual realizamos la extirpació­n del tumor”.

¿Usted tomaría por ciertas las palabras del médico, se sentiría tranquilo con ella y, sobre todo, estaría dispuesto a pagar sin chistar sus honorarios? ¿No se sentiría más bien tentado a sospechar de la capacidad y habilidade­s del galeno?

A la vista del ejemplo, ¿no parecen más bien un ejercicio de excelso cinismo las declaracio­nes del magistrado Nájera? Seguiremos en el tema

¡Feliz fin de semana! @sibaja3 carredondo@vanguardia.com.mx

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