Vanguardia

EVIDENCIA DE NUESTROS PROBLEMAS GLOBALES

- RODOLFO GARZA rodolfogar­z630 @gmail.com

Pocas personas dudan actualment­e del grave problema

que enfrenta la humanidad, por los daños ambientale­s que la actividad humana le ha ocasionado al planeta. Existen cientos de libros e informes que presentan casos contundent­es de degradació­n ambiental y desigualda­d social. Por ejemplo, el “Informe sobre Desarrollo Humano”, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo; “El Estado Mundial”, escrito por el Instituto Mundial de Estados Unidos, y “El Informe de Datos Ambientale­s” elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que se actualizan anualmente, son fuentes clave de informació­n.

Los informes dejan claro que la actividad económica mundial ha crecido un 3% anual desde 1950 y para 2050 la producción mundial total será cinco veces mayor que la actual. Si este mensaje es cierto, la población y la economía están realmente más allá de los límites, entonces las actuales visiones y teorías sobre el cambio social se verán profundame­nte perturbada­s. El impacto ecológico aumentará, y se requeriría de un segundo planeta, para poder vivir.

Si la era del desarrollo está acercándos­e a su fin, entonces muchas teorías sociológic­as sobre las sociedades contemporá­neas (todas las que postulan la indefinida continuaci­ón del desarrollo) compartirá­n el mismo destino.

Durante varias décadas hemos vivido el espejismo del crecimient­o como una utopía que nos traerá riqueza, lujos y abundancia. Sin embargo, el mundo de hoy enfrenta enormes problemas sociales, como la pobreza persistent­e y la miseria humana muy distribuid­as y que dominan la escena mundial. Esto nos revela un brutal contraste entre la opulencia y el despilfarr­o de una minoría y las carencias de gran parte del resto de la población. Los diferentes aspectos del desarrollo económico en general, y los concernien­tes a la problemáti­ca ambiental en particular, están asociados con profundos cambios de la economía mundial, que nos puede llevar a condicione­s irreversib­les.

Hemos llegado a un punto en que la crisis económica, social, ambiental y de valores se refleja en los acontecimi­entos cotidianos del planeta, quedando demostrado que las políticas neoliberal­es han sido un fracaso y que han llevado a la población mundial y al planeta mismo al borde del colapso. Esta realidad nos debe hacer reconsider­ar la forma en que se han aplicado las políticas sociales y económicas y por ende, las relacionad­as con el medio ambiente y los recursos naturales.

La verdad, aunque sea incómoda, es que la culpa del grave peligro en el que se encuentra el planeta, no la tiene el incremento en bióxido de carbono, la culpa es del capitalism­o. Esa es la verdadera guerra que nuestro propio sistema económico está librando contra la vida en la tierra.

El cambio climático es una alarma que debe despertar a la civilizaci­ón: un mensaje poderoso que nos llega en forma de incendios, inundacion­es, huracanes y sequías, así como temperatur­as altas y bajas extremas. Para afrontarlo, no basta con ahorrar electricid­ad y agua, reducir los plásticos o separar la basura. Se trata de cambiar al mundo, antes de que el mundo cambie drásticame­nte y se transforme en un sitio inseguro para todos. Y para esto se requiere educar (educación ambiental) a la población y especialme­nte a los niños, para que valoren lo que tienen a su alrededor y actúen en consecuenc­ia.

Durante los años 70, según lo revelan una serie de estudios, la humanidad en su conjunto traspasó el humbral en el que la Huella Ecológica y la biocapacid­ad de la Tierra estaban equiparada­s. De ahí que se han estado acumulando voces que emiten un mismo mensaje: la civilizaci­ón industrial ha entrado en una fase de saturación ecológica, en la que los límites naturales al crecimient­o han sido ya traspasado­s. La frontera representa­da por dichos límites ya no nos espera en el futuro, sino que forma parte de nuestro pasado.

Estos argumentos para la situación del planeta, aplican de manera puntual a lo que pretenden hacer con la ciudad de Saltillo las autoridade­s municipale­s y estatales. Si continúan con su postura de seguir promoviend­o el crecimient­o de la ciudad, rebasando la capacidad de carga de nuestro entorno y sin agua suficiente para sustentarl­o, nos llevarán a un desastre ecológico y social.

Llama la atención que la Agenda Ambiental del municipio de Saltillo, no considere lo más importante: educar para conservar. Resulta incomprens­ible, que el gobierno del estado haya minimizado el programa de clubes ecológicos que se desarrolló durante la administra­ción de Rogelio Montemayor (19931999) y en lugar de incrementa­r la participac­ión de niños, maestros y padres de familia, se ha disminuido considerab­lemente. En 1999 había en Coahuila más de 90 mil niños en clubes ecológicos. En la actualidad solo hay 5 mil 284 (datos de SEMA a través de trasparenc­ia) y en Saltillo solo participan 69 niños. ¿Y así pretenden que las cosas cambien?

Con una visión equivocada de las autoridade­s, se violenta el principio básico de “respeto a las personas y a la naturaleza, por encima de beneficios económicos”.

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