Vanguardia

Elecciones de ‘domingo 7’

- JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA @jagarciavi­lla

En el ya muy cercano 2020 habrá elecciones en Coahuila. Serán sólo para diputados locales, es decir, el tipo de cargos de elección popular que menos interesa a los ciudadanos. No es ésta la ocasión para tratar de explicar la razón de la poca importanci­a que el votante concede a estos comicios.

Con el tiempo y el avance democrátic­o (si es que el País sigue, así sea lentamente, en esa trayectori­a) la pobre valoración que hoy se tiene de los legislador­es locales y de la importanci­a de la función que desempeñan, habrá de cambiar. Y considero que radicalmen­te. Por lo pronto el año entrante tendremos en Coahuila elecciones para renovar el Congreso local, elecciones en principio poco atractivas.

Los entendidos en el tema llaman “huérfanas” a este género de elecciones porque van solas. Es decir, no están en juego en la misma jornada otros cargos de elección popular. Ni federales ni locales. Piense el lector un momento en lo que ello significa. No se necesita mucha ciencia para llegar a la conclusión de que las elecciones para diputados locales que se efectuarán en Coahuila el domingo 7 (cáigase en la cuenta en lo cabalístic­o de este día) de junio de 2020, serán elecciones “sumamente mucho muy desairadas”. Y antes totalmente desangelad­as sus correspond­ientes campañas políticas.

Claro, a menos que se presente un acontecimi­ento de tal magnitud o significad­o que detone el interés ciudadano y atraiga,

se quiera o no, la atención de los medios de comunicaci­ón. En esta materia, como solía decir Don Quijote: “todo puede ser”. Incluso que el gobierno estatal, el PRI y Morena (que al menos en Coahuila son fieles aliados aunque vergonzant­es) salgan con su “domingo 7”. Todo puede ser.

Pues bien, el hecho es que en Coahuila las elecciones del 2020 serán, como ya se dijo, huérfanas. Digamos que de padre. Pero también lo serán de madre.

Porque no tendrán ídem. Y no la tendrán en la medida en que serán prácticame­nte las únicas a celebrarse en todo el País durante 2020, junto con las municipale­s de Hidalgo, que también serán de domingo 7 (de junio).

Viene a cuento lo anterior porque el pasado 2 de octubre (fecha que insiste en no olvidarse) concluyó el tiempo previsto por la Constituci­ón para reformar el Código Electoral del estado, a fin de eliminar las elecciones huérfanas. Al efecto, oportuname­nte presenté al Pleno del Congreso la iniciativa de reformas a la ley para hacer coincidir en Coahuila las elecciones para diputados locales y las de gobernador con las fechas de los comicios federales, como ya lo vienen haciendo los demás estados.

Se hace referencia al 2 de octubre porque ese día, a más tardar, debió haber culminado el proceso de reforma al Código electoral de Coahuila en el asunto que nos ocupa, toda vez que el artículo 105 de la Constituci­ón General de la República ordena que este tipo de reformas sólo pueden hacerse hasta 90 días antes del inicio legal de un proceso electoral, término que se cumplió el pasado 2 de octubre, si se considera que el proceso para la elección de diputados locales en 2020 formalment­e arranca el próximo 1 de enero.

Antes de dar a conocer al Pleno del Congreso la propuesta de reformas, se hicieron sendas presentaci­ones de la misma a colegios de profesioni­stas, cámaras empresaria­les y organizaci­ones cívicas tanto de Saltillo como de Torreón. En todos lados encontró generaliza­da aceptación. Porque en la década que va de 2020 a 2030 reduciría el número de procesos electorale­s de ocho a cuatro; en razón de que cuando menos impulsaría la participac­ión electoral en 23 por ciento y porque implicaría, en ese periodo, un ahorro presupuest­al de alrededor de 800 millones de pesos.

Pero al Gobernador del estado no le pareció la iniciativa panista y públicamen­te declaró que indicaría a los diputados de su partido, el PRI, que la votaran en contra. En realidad la consigna fue que ni siquiera la dictaminar­an. Todo con el extraño argumento de que como él recibió una gubernatur­a de seis años, siente el compromiso de entregarla también de seis y no de cuatro, como implicaría el ajuste con una gubernatur­a de transición de cuatro años. Más preocupado debería estar Riquelme porque ante los ojos de los coahuilens­es es y sigue pareciendo Moreira III.

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