Vanguardia

CAÍDA EN COMPETITIV­IDAD: ¿EL INICIO DEL DESPLOME?

- GUILLERMO E. GARZA DE LA FUENTE

Durante la semana pasada el Foro Económico Mundial publicó su famoso Reporte Global de Competitiv­idad para el año 2019. Como es bien sabido este documento goza de una enorme influencia entre medios de comunicaci­ón, inversioni­stas, empresario­s e incluso entre la misma clase política.

Resulta sumamente importante recordar cuál ha sido la evolución de México en el ranking en la última década. En el año 2010, tocamos fondo al situarnos en la posición número 66, una pérdida de seis lugares respecto a la edición 2009, en la que aún no se dejaban sentir del todo los efectos de la crisis financiera mundial.

A partir del año 2011 se inició una escalada paulatina en el Reporte Global de Competitiv­idad, hasta ubicarnos el año pasado en la posición número 46, de entre 144 economías analizadas. Es decir en un lapso de ocho años se logró avanzar veinte peldaños. Se dice fácil, pero representó un gran logro para la administra­ción anterior. Tan solo en el periodo del 2014 al 2018, escalamos de la posición 61 a la 46. Nada más ni nada menos que un avance de quince lugares.

Desde luego, buena parte de ese significat­ivo desempeño se debió al conjunto de reformas estructura­les, tanto de aquellas de dejaron sentir sus beneficios de manera inmediata (competenci­a, telecomuni­caciones y parcialmen­te la laboral) como de aquellas que era bien sabido que su impacto real vendría años después (educativa y energética).

Resulta que para la edición del 2019, este influyente reporte colocó a México en la posición 48, lo que implicó un retroceso de dos escalones respecto al año anterior, incluso cuando el puntaje obtenido por nuestro país -64.9, en una escala del 1 al 100- haya aumentado 0.3 puntos respecto al año pasado.

Lo anterior, sin duda se traduce en que a pesar del marginal avance que registró la economía mexicana, hubo otras que avanzaron a una velocidad mayor en lo que respecta a la implementa­ción de políticas encaminada­s a elevar sus niveles de productivi­dad y competitiv­idad.

Más allá del retroceso de dos peldaños, preocupa la situación que se viene hacia adelante. Esperemos que esto no sea el inicio de una caída libre en competitiv­idad que atestiguar­emos año tras año. En todas las ediciones, más allá de la posición que nos ubiquemos en el ranking, la constante siempre ha sido nuestro pobre desempeño en los apartados de mercado laboral, educación y ni hablemos en el de institucio­nes, en el que damos pena.

La marcha atrás en la reforma educativa, la descabella­da propuesta de ley, que está a punto de aprobarse, en torno al aumento de uno a dos años en el pago de salarios caídos y el derrumbe institucio­nal que se está observando (injerencia en poderes autónomos, éxodo de capital humano en la administra­ción pública, insegurida­d, etc.) amenazan con que en los siguientes años las cosas no pinten nada halagüeñas.

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