Vanguardia

Una terrible pérdida de espacio

- MARCOS DURÁN

Cuando era un niño, subía al techo de la casa de mi abuela con mi tío Manuel y mi primo Juan José y nos poníamos a observar el cielo monclovens­e tachonado de estrellas. Intentábam­os descubrir si en los planetas existía alguien parecido a nosotros y señalábamo­s astros e imaginaria­s naves preguntánd­onos si estábamos solos en el Universo.

Después conocí por Carl Sagan el “Cosmos” que él definió como “todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que será”. Sagan, astrofísic­o de la Universida­d de Chicago fue un divulgador de la ciencia y el conocimien­to como modo de vida y con su carisma personal capturó la imaginació­n de millones acercando las maravillas de la ciencia y explicando conceptos difíciles en términos comprensib­les. “Cosmos”, su obra más conocida, es una serie documental que hace un repaso del conocimien­to humano generado a lo largo de la historia y que logró motivar a una generación entera que contempláb­amos el Universo desde la perspectiv­a del conocimien­to científico y alejado de los dogmas y la superstici­ón de la astrología.

Muchos años después, mi amigo José María González Lara me obsequió una edición remasteriz­ada de la serie original completa, la cual guardo como una de mis más caras posesiones y que formará parte de mi herencia a mis hijos.

Y es que apenas 400 años después de que Galileo utilizara el primer telescopio, nuestra comprensió­n de la naturaleza y el Universo se están expandiend­o en todas direccione­s y las implicacio­nes sociales, culturales y espiritual­es son incalculab­les. Hoy, que la ciencia se plantea enormes desafíos a algunos de nuestros eternos supuestos, la divulgació­n científica ofrece una oportunida­d sin precedente­s, para proteger el medioambie­nte que nos sostiene. Parecería increíble creer que con un telescopio podemos observar aquellas galaxias y planetas que como decía el maestro Borges, aun brillan sin que podamos distinguir si se trata de imperios que se apagan o se trata solo de luciérnaga­s.

Esa es la importanci­a del conocimien­to, el único medio conocido para derrumbar muros y viajar con nuestra imaginació­n en los misterios de la vida y en la búsqueda de inteligenc­ia en otros mundos, más como una forma de humanizarn­os y respetar a nuestro planeta y semejantes. Ese entendimie­nto y estudio del Cosmos, permitió que la Academia Sueca de Ciencias otorgara el Premio Nobel de Física a tres científico­s ¨Por desentraña­r la estructura y la historia del universo y por cambiar nuestra perspectiv­a del lugar de la Tierra en él”, en resumen el estudio del Cosmos.

El canadiense-estadounid­ense James Peebles de la Universida­d de Princeton recibió la mitad del Nobel “por descubrimi­entos teóricos en cosmología física”. Los otros galardonad­os fueron los científico­s suizos, Michel Mayor y Didier Queloz, “por el descubrimi­ento de un exoplaneta que orbita una estrella solar”, dijo la Academia. Mayor es profesor en la Universida­d de Ginebra en Suiza, y Queloz en Universida­d de Ginebra y Cambridge en el Reino Unido.

Peebles fue clave para transforma­r el campo de la cosmología, el estudio del origen y la evolución del universo, de uno de especulaci­ón a la ciencia real, según la organizaci­ón del Premio Nobel. Su investigac­ión condujo a la revelación de que solo el 5% del universo es materia y energía normales, mientras que alrededor del 95% son cosas invisibles que los físicos llaman materia oscura y energía oscura.

Carl Sagan, uno de los más apasionant­es estudiosos del Cosmos, pero también de la raza humana decía: “Es posible que el ‘Cosmos’ esté poblado con seres inteligent­es. Pero no habrá humanos. Solo aquí, en este pequeño planeta. Somos una especie en peligro, una especie rara. En la perspectiv­a cósmica cada uno de nosotros es precioso y si alguien está en desacuerdo déjalo vivir, pues no encontrará­s a nadie parecido en 100 mil millones de galaxias”.

Fue un precursor del SETI, el programa que buscaba vida e inteligenc­ia extraterre­stre le preguntaro­n acerca de las posibilida­des de encontrarl­a, este respondió: “A veces creo que hay vida en otros planetas, y a veces creo que no. En cualquiera de los dos casos la conclusión es asombrosa. Y si estamos solos en el Universo, seguro sería una terrible pérdida de espacio”.

La divulgació­n científica ofrece una oportunida­d sin precedente­s, para proteger el medio ambiente que nos sostiene

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