Llegó la hora de cambiar el giro
En la región carbonífera de Coahuila, después de meses de incertidumbre, el anuncio fue como una bocanada de aire fresco. Desde hace tiempo, tanto expertos como aficionados venían señalado que la región se encontraba frente al colapso económico. Comisión Federal de Electricidad (CFE), el monopsonio del carbón, que controla más del 90 por ciento de la compra del mineral, dio por fin su brazo a torcer y, aunque sólo sea para 2020, adquirirá hasta dos millones de toneladas de carbón. Debemos suponer que el Gobierno del Estado se hará cargo de partir y repartir el pastel. Como es de esperarse, no lo hará gratis.
Todavía conviene quemar carbón al Gobierno Federal, le resulta barato en pesos y centavos, aunque salga carísimo en términos ambientales. Para el Gobierno sigue siendo la materia prima más barata para generar electricidad. En tiempos de austeridad no hay mucho que pensarle. Pero no nos vayamos con la finta, en términos comparativos estos dos millones de toneladas no son tanto. La gran industria mexicana y extranjera del carbón venden muchísimo más, todos los años y desde hace mucho tiempo, tanto para las plantas de CFE en Nava como para la de Petacalco.
¿Qué hubiera sido de la región carbonífera de no haber asegurado este contrato? Ésta es la pregunta que el Gobierno del Estado no quiere hacerse, tampoco es bien vista en la región. Existe un estado abismal de negación. Como los avestruces: si no lo veo, no existe. No quieren imaginarse lo que para muchos ya parece inminente.
Se trata, en resumidas cuentas, de seguir extrayendo carbón y vendiéndolo, que el problema truene cuando deba tronar. Con aguda miopía de corto plazo, patean el bote, avientan la papa caliente esperando que toque a otro encarar el problema.
Mientras los productores de Nueva Rosita y Sabinas celebran un año más de contrato, en Paris los gobiernos se fijan “…como meta, alcanzar la neutralidad del carbono para el año 2050, es decir, que no se emita a la atmosfera más CO2 del que la naturaleza pueda absorber”. En esas reuniones, México está presente con voz y voto. En sus primeros 100 días de gobierno, la nueva Comisión Europea creará un fondo para financiar la sustitución del carbón. “De momento, la Comisión se propone dotar el fondo con 5 mil millones de euros con la idea de que esa cantidad inicial pueda llegar a movilizar hasta 35 mil millones entre inversión pública y privada, de los que podrían beneficiarse 50 regiones…” (El País, 27 de noviembre).
Si ganan los demócratas en Estados Unidos, cambiaría por completo el panorama. Ya con Obama se habían cerrado muchas plantas de carbón. Lo que sigue es establecer sanciones e incentivos directos para aquellos que usen o dejen de usar el carbón. Al menos en lo personal, ya me ha tocado interactuar con varios fondos de inversión que tienen vetado cualquier proyecto que lleve al carbón como insumo.
Es claro que la aspirina de un año que recetó la 4T a la Región Carbonífera no servirá para mucho en el largo plazo. El mundo ha declarado la guerra al carbón y difícilmente se podrá revertir ese proceso desde un rincón del estado de Coahuila.
Se comenta que Bill Gates lanzó un proyecto energético muy secreto, aunque ya no lo sea tanto. “Encontraron la forma de usar la inteligencia artificial en un campo de espejos, a través del cual se podrían generar temperaturas por encima de los mil grados centígrados. Por primera vez la concentración de energía solar puede crear el calor extremo y necesario para hacer cemento, acero, vidrio y otros procesos industriales. Tan sólo el cemento contabiliza el 7 por ciento de la emisión global de CO2, de acuerdo a la Agencia Internacional de Energía... Estamos desarrollando tecnología que podrá vencer el precio de los combustibles fósiles sin emisiones de CO2”, aseguró Bill Gross, fundador y director general de Heliogen. Si lo anterior es cierto, pronto veremos fuera del mercado al carbón mineral.
Las alarmas están puestas. Los anuncios aparecen por todos lados. Llegó la hora de cambiar el giro. El mundo está saturado de ideas y experiencias novedosas. Si no lo entendemos ahora, lo tendremos que lamentar más tarde.