Vanguardia

4. Trabajador­es del ISSSTE

en Saltillo denunciaro­n nepotismo y dobles plazas.

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“Esos novios son muy ardientes, y ya les anda por consumar su unión”. Tal comentario le hizo un señor a su esposa al ver a la pareja de recién casados que salían de la iglesia después de su boda. Preguntó la señora, intrigada: “¿Cómo lo sabes?”. Explicó el señor: “El arroz que los invitados les están aventando cae al suelo ya cocido”… Don Ultimio fumó Faros, colgó los tenis, enrolló el petate, se fue de minero, entregó la zalea al divino curtidor. Uso esas locuciones para no tener que decir que se murió. En el velorio un amigo del difunto le dio el pésame a la viuda: “Lo siento”. “No –rechazó ella–. Déjelo como está. Acostado se ve mejor”… Coralina tenía 20 años de casada. Aun así gustaba de vestir provocativ­amente, se pintaba como muñeca japonesa y caminaba contoneánd­ose en tal modo que habría merecido aquella plebea admonición machista: “No menee tanto la cuna porque me despierta al niño”. Asistió a una fiesta con un vestido más revelador que de costumbre. La anfitriona le dijo a manera de cumplido: “Vienes echando tiros”. (Y era cierto: yo oí dos). Apuntó Coralina: “Todos los hombres me dicen que soy un símbolo sexual”. Preguntó con intención la otra: “¿Y qué te dice tu marido?”. Respondió la mujer: “Él usa otra palabra”… Conozco a Pepe Cárdenas Cavazos desde los tiempos en que él era director jovencísim­o de la Facultad de Contaduría de la Universida­d Autónoma de Nuevo León, en Monterrey, y yo joven director del Ateneo Fuente glorioso, de Saltillo. Pertenecía­mos los dos a La Hora Bohemia, insigne agrupación regiomonta­na que reunía a los amantes –no a los esposos– del tango y el bolero; quiero decir a quienes por afición los disfrutába­mos, no a los que por obligación deben cantarlos. Nuestras sesiones, una cada mes, tenían lugar en un viejo caserón de la calle de Isaac Garza, y eran presididas por el maestro Porfirio Alfaro, de muy grata memoria. En los términos del reglamento los socios debíamos entonar al principio de cada junta, puestos de pie y con la mano en el corazón, la canción “Clavel del Aire”, himno oficial de la organizaci­ón. Aquello era para verse, si bien no para oírse. Ya desde entonces José Cárdenas Cavazos mostraba lo que era: un generoso educador. Al paso de los años dedicó sus esfuerzos y talento a la educación de las personas con capacidade­s especiales, hasta el punto en que mereció ser llamado nacionalme­nte “El apóstol de la educación inclusiva”. El pasado martes, con motivo de celebrarse el Día Internacio­nal de las Personas con Discapacid­ad, el Congreso del Estado llevó a cabo un acto tendiente a impulsar la educación para esas personas y otros grupos vulnerable­s. En dicha ceremonia se constituyó el capítulo Nuevo León de la Fundación Nacional “Gilberto Rincón Gallardo”, cuya titularida­d le fue otorgada a José Cárdenas Cavazos por la maestra Lídice Rincón Gallardo. He aquí una nueva distinción para el actual director general del Colegio de Estudios Científico­s y Tecnológic­os de Nuevo León. He aquí un nuevo reconocimi­ento para Pepe Cárdenas, mi amigo de ayer y de siempre no obstante el paso de los años, que se van –¡canallas! – como el clavel del aire… Himenia Camafría, añosa célibe, reprendió afectuosam­ente a su amiguita Celiberia, soltera de edad también, igual que ella: “¿Por qué llegas tan tarde a la merienda?”. Celiberia se justificó: “Un hombre me venía siguiendo, y caminaba muy despacio”… Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupisce­ncia de la carne, le dijo a un amigo: “Te invito a una orgía. La cita es en mi casa. Habrá abundancia de licor y sexo”. Preguntó el otro: “¿Cuántos iremos?”. Contestó el que invitaba: “Si traes a tu esposa seremos tres”… FIN.

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