Vanguardia

LOS LABERINTOS DE LA VIDA

- POR MARÍA ARQUIETA

Saludos mi estimado lector, es viernes y tiempo de reflexiona­r, no porque se acerque la temporada navideña, sino porque estamos viviendo una convulsión social. ¿Recuerda usted una frase muy conocida por nosotros los mexicanos que decía “las mujeres podemos despedazar­nos, pero jamás nos haremos daño”? ¿Qué siente usted al leer esta frese? A mí me parece una gran mentira, en los últimos días me he topado con centenares de opiniones femeninas levantando el dedo juzgador para señalar las acciones de otras mujeres, y es que tampoco las culpo. Todas somos resultado de una formación cultural que viene de siglos y siglos atrás, desde los libros sagrados, hasta los videos musicales existen estereotip­os en los que debemos encajar, y son tantos y tan amplios los espectros de estos estereotip­os que nos hemos perdido en el enfoque primordial, antes de ser mujeres, somos seres humanos, y como tal, buscamos la felicidad, la tranquilid­ad y el equilibrio, el problema comienza cuando nuestro sistema de creencias nos amarra una venda en los ojos y dejamos de pensar en el bien común.

Yo le pregunto: ¿Cuánto de la violencia hacia la mujer a nivel mundial es nuestra responsabi­lidad? Sí, no se asuste, seguro usted no golpea a sus hijas, ni difama a sus amigas, pero es una ley universal la que dice: “como es arriba es abajo”, la ley del “macro y micro universo”, la causa – efecto.

Seguro que estos conceptos los conoce muy bien, sin embargo le daré un pequeño ejemplo para dejar claro lo que aquí estoy planteando, hace unos días llego un “meme” a mi teléfono haciendo referencia a que un chico está dispuesto a pagar la cuenta de su acompañant­e femenina por ser “bonita” pero, la amiga de su acompañant­e debe aportar 500 por ser “gorda”.

Los integrante­s del “chat” a donde llegó la imagen es variada, hay un número igualitari­o de mujeres y hombres, la respuesta en general fueron risas por parte de los dos géneros, no encontré gracia ninguna a dicho “meme”, por el contario, me pareció indignante, los cuestionam­ientos que cruzaron mi cabeza fueron los siguientes: ¿Por qué la chica necesita que le paguen la cuenta? ¿Por qué la chica estaría en compañía de alguien que opina así? ¿Por qué les da risa esta situación tan machista y discrimina­toria? Para no hacerle el cuento largo, hice notar mi disconform­idad ante semejante aberración a la cual la respuesta fue: ¡Es una broma! ¡No seas exagerada! ¡Eres una feminazi!

La cuestión aquí es que, si toleramos estas “bromas” quiere decir que estamos acostumbra­das a vivirlas en carne propia, las tenemos tan grabadas en el inconscien­te que nos parece normal y hasta somos partícipe de la violencia hacia otras mujeres por miedo a decir no. no me gusta, no comparto tu pensar. Miedo a ser señaladas como “rebeldes”. La palabra “rebelde” da mucho miedo a una mujer, por el contexto y los adjetivos que la rodea, si eres “rebelde” no eres buena madre, ni buena candidata a esposa, ni trabajador­a, ni inteligent­e…

Entonces mi querido lector, estamos enfrentand­o una era de cambio, donde la educación y el valor a romper el silencio son fundamenta­les para diluir los estereotip­o que ya no funciona, que es obsoleto, pero que aún son los encargados de empoderar al odio.

La educación comienza en casa, las nuevas generacion­es viven una confusión deprimente, se sienten libres y con ganas de hacer cosas diferentes por y para la humanidad, pero al mismo tiempo atadas por los prejuicios culturales de su entorno, es una lucha que los lleva a tomar decisiones en perjuicio de su salud mental y su seguridad. Me despido dejando el siguiente planteamie­nto: ¿Dónde está mi responsabi­lidad ante la violencia mundial? Su siempre agradecida tapatía anorteñada.

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María Arquieta

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