Vanguardia

HOMENAJE A JOSÉ DE JESÚS NAVARRO (1948-2019)

El maestro José de Jesús Navarro fue una persona íntegra y comprometi­da con la educación de los saltillens­es.

- POR: CAROLINA GARCÍA / FOTOS: CORTESÍA/PURI MÉNDEZ

José de Jesús Navarro era un hombre brillante e idealista que se enamoró de la educación y vivió comprometi­do a sus alumnos y su familia, a quienes dio conocimien­tos e inculcó valores.

Director y fundador del Liceo Alberto del Canto, maestro de la Universida­d Autónoma de Coahuila, esposo, padre y abuelo. Siempre fue una persona íntegra, eficiente. Su muerte el 26 de noviembre dejó un vacío en Saltillo.

Nació en Guadalajar­a en 1948. Destacó en la escuela y, aunque su sueño era ser ingeniero químico, estudió letras y se convirtió en director desde muy joven. Sintió el llamado de la educación y fue en el trabajo donde conoció a su esposa, Nora Lagarda.

Le encantó su inteligenc­ia y el que ambos compartían un amor por las letras. Nora pasaba los veranos en Guadalajar­a, donde estudiaba la Normal Superior. Él se convirtió en su guía turístico personal y le mostró la ciudad a través de sus iglesias.

“Él me la enseñó de otra manera. Me enseñó todos los templos, todos los templos del centro de la ciudad. Me enseñó desde su óptica”, recordó Nora Lagarda con alegría y risas.

Ella se enamoró perdidamen­te y se casaron en 1974. A los dos años llegó su primer hijo, Roberto, y un año después nació Eduardo. El maestro Navarro solía bromear que si tenía más hijos varones completarí­a un equipo de básquetbol.

El deporte le fascinaba, en especial el fútbol, pues no se perdía un partido. Era Chivas de corazón e incluso tenía un uniforme autografia­do.

Pero nada supera su amor por la lectura. En su hogar, se encuentra un librero que abarca una pared. Desde el techo hasta casi el suelo, pequeños tomos o grandes encicloped­ias se acomodan ahí. Cada uno pasó por sus manos y sus ojos leyeron cada línea, cada palabra.

Ese amor lo compartió con todos, fueran alumnos, amigos o familiares, estudiaran o no letras. Invitaba a leer en cada oportunida­d y se sentía orgulloso de su hijo Roberto, a quien convirtió en lector y presumía a sus alumnos.

“En letras una vez lo llevó y lo sentó y les dijo: ‘para que vean’. Él tenía como seis o siete años y les había encargado ‘Los de Abajo’ y él se lo sabía al revés y al derecho”, recordó Nora Lagarda con orgullo.

Disfrutaba de la comida y sus hijos conocieron, desde niños, un menú diferente gracias a su gusto exquisito. Les impulsaba a probar platillos raros, de todo tipo, y así aprendiera­n: anguila ahumada, pato a la orange, mousse de chocolate.

“También le gustaba mucho el cine, mucho. Pero era muy crítico también. Le gustaban los directores de grandes clásicos. Ya las películas de ahora era bien raro que viera alguna. Woody Allen es de los más así contemporá­neos que siguió viendo”, afirmó Roberto Navarro.

Ese espíritu crítico le acompañaba en todos los ámbitos, por ello notó cómo la reforma educativa cambiaba para mal las escuelas y volvía la disciplina más laxa. Eso no le agradó y le impulsó a fundar el Liceo Alberto del Canto.

“En vez de criticar, pues hay que hacer y entró a un proyecto de Liceo Alberto del Canto, desde la memoria, desde hacer todo el programa, la misión y la visión, filosofía.

“Nada supera su amor por la lectura; en su hogar, hay un librero que abarca una pared”.

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Director y fundador del Liceo Alberto del Canto, maestro de la Universida­d Autónoma de Coahuila, esposo, padre y abuelo.
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Nació en Guadalajar­a en 1948; estudió Letras y se convirtió en director desde muy joven.
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