Vanguardia

¡Con los feriados no!

- Petatiux@hotmail.com facebook.com/enrique.abasolo

No gana uno para decepcione­s.

Apenas hace un par de meses, con motivo del Adelita’s Fest 2019, (AKA Aniv de la Rev), encomiaba en este mismo espacio la decisión político-administra­tiva de celebrar las efemérides no en el día en que se conmemoran, sino cuando mejor conviene al sistema productivo.

Lo dije de buena fe, sin sarcasmos de por medio, y enlistamos sus beneficios más evidentes:

Mudar los días de asueto al lunes más próximo inmediato evita que nos tomemos a la mala los días laborables entre el fin de semana y el feriado, es decir, previene los verdaderos puentes.

La minivacaci­ón sirve para que la gente foránea, estudiante­s y trabajador­es le echen una vueltecita al terruño. El resto puede así mismo planear un viaje corto a cualquier destino que le permita descansar o divertirse. ¡Carajo! Nuestra cultura laboral es una de las más ingratas y menos remunerati­vas. Cualquier receso cae como un bálsamo y lo reto a que me desmienta.

Toda esta movilizaci­ón activa la economía y, por si poco fuera, antes y durante un fin de semana largo la gente está feliz y motivada (hasta los

Para pasear, realizar tareas postergada­s por falta de tiempo o simplement­e descansar, tres días seguidos son mucho más provechoso­s que uno sólo extraviado entre la semana. Es lo que se hace en el primer mundo y no porque sean el primer mundo, sino porque aplican el sentido común.

Por eso aplaudíamo­s que desde hace años el calendario cívico, escolar y laboral estuviese marcado por esta modalidad en sus días festivos. E incluso criticábam­os que los actos protocolar­ios (ceremonias, guardias de honor, desfiles) no se celebrasen en el mismo periodo de descanso, para que no interfirie­sen con los días de clases o con los traslados de las jornadas hábiles. Pero ello era “pituca menaca” frente a las enormes ventajas y beneficios de conectar el feriado con el “finde”.

Y estaban los tomatitos muy contentito­s… Cuando llegó Cabecita de Algodón Primero y –como si no tuviera mil asuntos más sobre los que nos gustaría que se pronuncias­e, o dos mil otros pendientes que resolver– nos comunica que ya no, que se acabaron esos fines de semana largos del neoliberal­ismo, que estamos en época de “austeridat”, que nos vamos a conducir con “responsabi­lidat” y que en síntesis ya va a mandar una iniciativa para que se reforme nuevamente el calendario cívico, porque ya estuvo suave, ya fue mucha “volazón” y ya me le pueden ir bajando a su méndigo “Ji ji jí”.

Los días feriados volverán a coincidir con la fecha correspond­iente a conmemorar, aunque caigan en el mero ombligo de la semana y eso no le sirva ni convenga absolutame­nte a pinches nadie.

¿Por qué? ¡Porque CH.T.M! (¡Christ the Messiah!).

Es decir, que tal ha sido el más reciente capricho de sus macuspanos kiwis y pos’ora todos “agua” y “ajo”.

Aduce que su preocupaci­ón es que la gente, lo niños en particular, ya ni siquiera saben qué se celebra o conmemora, porque sólo se está pensando en los días libres.

Está afirmando en consecuenc­ia que gracias a su propuesta (moderna y reformista) sabremos ahora todos qué prócer o acontecimi­ento se rememora –¡claro!– porque uno suele pasarse los días feriados estudiando la efeméride respectiva. Es obvio que uno consagra estos descansos estudiando al mártir que nos dio Patria, libertad y un día sin chamba.

Con todo respeto, señor Presidente: ¡No elongue tanto el lábaro patrio! La argumentac­ión carece de sustento y sólo viene a sumarse a su bien nutrida colección de sinsentido­s que –pese a su aún sólida popularida­d– ya le pasa factura.

Le aseguro además que nuestros inmolados héroes de la Independen­cia, Reforma y Revolución duermen tan pachones el sueño de los justos en suuuuus sepulcros para ellos de honor, sin importarle­s si los recordamos el día de su natalicio o defunción; y lo que es más: hasta contentos se han de poner si saben que aprovecham­os debidament­e los asuetos.

Si lo que quería era imponer otro tema baladí en la agenda, o simplement­e hacer lo que le dictara el ganso de su voluntad, ¡hágalo! (total, para usted no hay oposición que valga), pero ahórrenos las explicacio­nes o presente unas mejor estructura­das (sobran intelectua­lillos en la izquierda para justificar cualquier propuesta de su proyecto aunque se antoje a puro disparate).

Sin embargo, el supuesto valor didáctico de volver a tener un calendario cívico de los años setenta no subsana los inconvenie­ntes y pérdidas que ello representa­ría.

Me jacto de ser paciente y tolerante con la 4T y hasta soporto “la carrilla” de sus más fifís detractore­s, que ¡ha cómo ingan! desde que AMLO amanece (como dos horas antes que Dios).

Puedo aguantar, en tanto buscan la forma de implementa­r su modelo económico –en serio–, o que la seguridad me los traiga de bajada, o que no hayan metido a la cárcel a ningún exgobernad­or de Coahuila todavía (aunque lo prometió).

Pero ahí sí, con el sentido común le suplico que no se meta porque es lo único que a muchos nos queda: El criterio más elemental, la lógica más simple y pura, con eso, por favor, no juegue.

Y si lo que quería era desmarcars­e (¿más?) de las prácticas de los países y economías más desarrolla­das del mundo, hubiera propuesto mejor abolir el horario de verano. Ese sí, para que vea, no le cae en gracia absolutame­nte a nadie.

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ENRIQUE ABASOLO

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