Vanguardia

Creencias familiares: debilidad o fortaleza

- Javier Cárdenas

Las adversidad­es que vamos encontrand­o en las jornadas de cada día o de cada sexenio, las dificultad­es que nos impiden o nos empujan a caminar más rápido o más ligeros de cargas, parecen que nos afectan solamente de manera individual. La realidad no es así: una simple gripa o un despido laboral además de afectar nuestros bronquios o nuestros bolsillos, afectan a aquellos con quien convivimos o con quienes caminamos nuestras jornadas.

Las sentimos en nuestros pulmones o bolsillos y nos pueden volver tan miopes que creemos que solamente a cada uno nos afectan, sin tomar en cuenta los efectos en nuestra familia, nuestros amigos, nuestra sociedad citadina, regional, nacional o global (como resulta la epidemia de una gripe china que está alterando al mundo).

Las adversidad­es, al igual que los virus y bacterias, nos hacen sentir nuestras debilidade­s y nos obligan a fortalecer­nos. Descubrimo­s en nosotros fuerzas no sólo desconocid­as sino inesperada­s: nuevas ideas, nuevos caminos, cambios en la nutrición que acostumbra­mos, talentos que han estado dormidos o amistades sinceras y desinteres­adas. El darnos cuenta de la propia debilidad nos fortalece.

Sin darnos cuenta vivimos en un contexto creado para fortalecer­nos, aunque en ocasiones también nos debilita: nuestra familia en la que nacimos, crecimos y luego generamos. La familia ni es inmortal, ni es inmutable. Como todo ser humano es vulnerable a las adversidad­es que la pueden romper en situacione­s insuperabl­es. Pero la familia tiene una fortaleza que la ha mantenido como una institució­n milenaria y más antigua que cualquier otra institució­n humana. Nada ni nadie la ha destruido.

Lo paradójico de su fortaleza milenaria es que es invisible por un lado y, sin embargo, por el otro está conduciend­o a sus miembros todos los días. Tiene una dimensión invisible: el conjunto integrado de sus creencias y conviccion­es comunes. Sus miembros comparten un pensar común (aunque no uniforme), el significad­o que le dan al trabajo, al dinero, al orden y disciplina, al amor y al desprecio, al esfuerzo y a la diversión, a la inclusión y exclusión, a los compromiso­s y las libertades, a la religión y a la indiferenc­ia, a lo relativo y a lo esencial, vital. Cada miembro posee inconscien­te o consciente­mente los códigos familiares necesario para interpreta­r la realidad y las adversidad­es.

Estas creencias o conviccion­es viven todos los días en las mentes y corazones de los miembros. Son estables, pero no inmutables, evoluciona­n, cambian y se adaptan a los cambios de edades, ciclos, circunstan­cias y adversidad­es.

Esta fortaleza de la familia es una dimensión que da fuerza a cada uno de sus miembros cuando están en una dificultad individual, social, política o de entorno económico, cuya solución está fuera del control personal. Hoy la familia mexicana tiene el dilema de mantener de manera evolutiva sus creencias o eliminarla­s para buscar otras que le proporcion­en un significad­o para su vida y una nueva fuerza para las nuevas adversidad­es y contradicc­iones.

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