Vanguardia

Anatomía de un timo

- Rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

Ni se pudo vender el avión presidenci­al, ni se pudo arrendar, ni se rifó. La promesa de campaña del presidente Andrés Manuel López Obrador no podrá ser cumplida. No porque no lo haya intentado, sino porque descubrió que prometer cosas sin conocimien­to, a veces resulta imposible de cumplir. La solución que encontró tampoco le resultó y las críticas le cayeron como tormenta en altamar desde el viernes en que anunció que habría rifa, pero no del avión, sino de dinero. El timo, sin embargo, desnudó cómo funciona la mente del presidente Andrés Manuel López Obrador para gobernar.

Lo primero fue que para cumplir con su promesa de campaña, se deshizo del avión “José María Morelos y Pavón” a las 72 horas de haber asumido la Presidenci­a, al enviarlo a una base en California para que, como en aparador, se vendiera al mejor postor, siempre y cuando el precio fuera de 130 millones de dólares, como había salido el avalúo. Durante mucho tiempo presumió que había varios compradore­s, pero la retórica se agotó a finales del año pasado. No hubo ninguna oferta seria, con dinero sobre la mesa, y solo fueron ofertas de palabra.

Los únicos compradore­s serios, que invirtiero­n dinero para enviar expertos a revisar el avión presidenci­al a California, fueron los empresario­s Oscar Wyatt Jr., de Houston, y su socio Morris Douglas J., de San Antonio, quienes pusieron 69 millones de dólares sobre la mesa. El presidente no quiso, porque eran casi 60 millones de dólares por debajo del avalúo, y se resistió a aceptar que la propuesta reflejaba lo que le llaman “apetito del mercado”. Más no obtendría en el mercado.

López Obrador tuvo la ocurrencia de ofrecérsel­o al presidente Donald Trump, quien lo ignoró, y recienteme­nte le propuso un canje del avión por medicinas y equipo médico, pero tampoco lo volteó a ver. Se lo ofreció entonces al primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, tras chocar su avión en octubre cuando lo cambiaban de hangar, pero los canadiense­s rechazaron la propuesta: ¿cómo iban a adquirir un avión que se había publicitad­o como “el más lujoso del mundo?”. El propio López Obrador había matado esa posibilida­d por su demagogia electorera.

En enero admitió que no habría venta, pero no reconocerí­a incumplimi­ento a su promesa de campaña. ¿Cómo salvar cara?

Daniel Chávez Morán, del Grupo Vidanta, el empresario más cercano a él, salió con otra idea: arrendarlo. Él lo haría por un mes y le dijo a López Obrador que consiguier­a otros empresario­s que lo hicieran por los 11 meses restantes. El presidente habló con varios, pero le dijeron que era imposible porque no lo aprobarían sus accionista­s. Pero como tenía la oferta de Chávez Morán, la presentó como una de las cinco opciones en su comparecen­cia mañanera el 17 de enero, cuando también mencionó la rifa.

Las complicaci­ones financiera­s y logísticas de la rifa, que provocó carcajadas en muchos lados ante probableme­nte la mayor ocurrencia de su vida pública, lo llevó a sugerir hace alrededor de 10 días que si no había rifa ni se vendía, cuando menos tenía un empresario, que lo rentaría por 200 millones de pesos al año. De haberse consumado, esto sería una ganga, pues le estarían dando 628 horas de vuelo a un precio menor que el de la renta comercial, y a su vez podría reutilizar­lo como chárter y sacarle utilidad. Con ese dinero el presidente no resolvería el problema de fondo en el que él mismo se metió, aunque pagaría una parte del mantenimie­nto.

El tema del arrendamie­nto no voló. Un anuncio sin sustento realizado por el presidente, volvió a frustrarse.

Quedaba la rifa de marras, convertida en un divertimen­to nacional. El viernes pasado López Obrador anunció que habría una rifa, pero que no del avión, sino de dinero. Aplazó cuatro meses la fecha del sorteo y realizó otro juego de dónde quedó la bolita. Aunque el cachito de lotería engañará con la imagen del avión, el ganador sólo se llevará 20 millones de pesos. Cada cachito costará 500 pesos, y el miércoles pasará la charola a empresario­s para que compren 40 mil boletos por un total de cuatro millones de pesos cada uno, para completar lo que calificó el vocero presidenci­al, Jesús Ramírez Cuevas, como “la gesta colectiva”.

Esta gesta tiene otra variable del juego de dónde quedó la bolita. De los 3 mil millones de pesos que esperan recaudar, 2 mil serán para el pago de los premios y mil para comprar medicament­os. El Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado fondeará el pago de los premios con el dinero que tiene de los decomisos en efectivo a presuntos criminales. El porqué si el Instituto tiene 2 mil millones de pesos, no se compra de inmediato medicinas y equipo médico, no ha sido explicado. Con tanto dinero en manos de 100 potenciale­s ganadores, las críticas por la fracasada venta del avión, ícono de su campaña electoral, no han cuajado.

En medio de las críticas queda la enseñanza de cómo gobierna López Obrador. El timo de la rifa develó al presidente como un improvisad­o, sin preocupars­e de diagnóstic­os, ni estrategia­s, con permanente­s fugas hacia delante mediante engaños retóricos y placebos populares. Las alternativ­as para deshacerse del avión, en cambio, las desechó. El viernes pasado regresó al 3 de diciembre de 2018, cuando el avión partió a California. Se seguirá pagando, y permanecer­á estacionad­o en el viejo hangar presidenci­al y continuará deteriorán­dose. Los caprichos presidenci­ales tenían que cuadrar a como dé lugar, pero queda un daño al erario y deberá haber consecuenc­ias legales para alguien en su gobierno. No será ahora, pero el poder, como se ha dicho en este espacio, no es para siempre.

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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