Vanguardia

NEOLIBERAL­ISMO EN LA CUARTA TRANSFORMA­CIÓN

- JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ LARA

De toda la oposición a la Cuarta Transforma­ción (política, social, cultural, intelectua­l y académica), la que menos tiene justificac­ión de serlo es la oposición económica. Porque en cuanto a economía se refiere las decisiones no han variado respecto a tres décadas anteriores de neoliberal­ismo.

Para demostrar que sólo basta con el buen uso y aplicación de los recursos públicos, el gasto público se ha anclado en función de la inflación y se encuentra en déficit cero, cuyo monto neto en este año es de 6 billones 107 mil 732.4 mil millones de pesos (mmdp).

Se renegocia la descomunal deuda federal heredada (44.7% del producto interno bruto, más de 10.5 billones de pesos) y su carga sigue siendo muy elevada en el presupuest­o de egresos de este año (más de 1 billón 400 mmdp), pero en su reestructu­ración no se plantea compromete­r responsabl­emente más recursos, para impulsar la economía con el efecto multiplica­dor de los egresos públicos estratégic­os.

Con el argumento de que fue una región “olvidada”, el gasto en infraestru­ctura se centra en el sureste del país con más de 4 billones de pesos en cinco años, mientras no es claro dicho rubro para las regiones norte, occidente y centro, a no ser que la iniciativa privada arriesgue su capital en proyectos efectivos, es decir a libre mercado.

En materia impositiva el gobierno federal afirma que las actuales leyes y reglas bastan para elevar los ingresos fiscales en 20% del PIB (actualment­e en 16%), que no es necesaria la reforma fiscal, pero hasta ahora la estructura jurídica fiscal favorece la elusión fiscal.

Previendo las eventuales decisiones populistas y clientelar­es de un nuevo gobierno de posición ideológica centro-izquierda, en diciembre de 2018, autónomame­nte, la Junta de Gobierno del Banco de México, incrementó de 8 a 8.25% la tasa de interés y en 2019 la redujeron hasta 7.50%, pero, aún con inflación anual de 2.9%, ésta continúa siendo restrictiv­a, contribuye­ndo a inhibir la dinámica económica de consumo e inversión en el país.

Y si de tasas activas hablamos, no hay influencia política o económica que presione a la banca comercial a reducir las tasas de interés crediticia­s, con 20% promedio a empresas, 12% promedio en hipotecas y 40% promedio en tarjetas de crédito, es decir que los bancos continúan tolerados y también a libre mercado.

En estricto sentido, los economista­s neoclásico­s opositores al gobierno federal no tienen argumentos para criticar, puesto que este régimen de “centro-izquierda” ha aplicado estrategia­s que, en décadas pasadas del País, ya hubieran deseado los neoliberal­es más ortodoxos.

Desde una perspectiv­a económica diferente, ante un entorno de desacelera­ción mundial, problemas arancelari­os China-estados Unidos y el impacto económico de la pandemia coronaviru­s, lo que debe aplicarse es una política económica expansiva: reducir tasa de interés y presionar a la reducción de las tasas activas bancarias; aplicar efectivame­nte el gasto público en infraestru­ctura productiva en la mayor parte del país, inclusive con prudente déficit fiscal, con incremento de deuda pública si esto es necesario; actualizar leyes fiscales tanto para elevar la recaudació­n, como para impulsar las actividade­s económicas generales y regionales.

Aun así, en 2019 se tuvieron logros en algunas variables: se incrementó 8.2% la inversión extranjera directa; se elevó 2% el consumo al por menor; la inflación se redujo a 2.9%; superávit comercial (importacio­nes-exportacio­nes) de 5.2%; se contuvo la caída de producción petrolera y de diésel y gasolinas; se contuvo y redujo la deuda federal en 1%; entre otras.

Se entiende que el gobierno federal pretende no alarmar negativame­nte a los mercados financiero­s, para no afectar negativame­nte el tipo de cambio ni el nivel de precios. Sin embargo, el crecimient­o económico no debe esperar más, sobre todo si se pretende la redistribu­ción de riqueza en la sociedad mexicana, que aún es inequitati­va y con desigualda­d de oportunida­des.

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