Vanguardia

Un punto azul pálido

- @marcosdura­nf

Ayer se cumplieron 30 años de aquel 14 de febrero de 1990, cuando la sonda espacial Voyager 1 de la NASA, que en ese momento pasaba por Neptuno, giró 180 grados a insistenci­a de Carl

Sagan para tomar la fotografía de un insignific­ante lejano “punto azul pálido”. Lanzada al espacio en 1977, la misión inicial de la sonda, fue explorar Júpiter y Saturno, sus lunas, anillos y campos magnéticos. Pero por si acaso esta sonda llegaba, por alguna razón inexplicab­le, a encontrar a su paso cualquier forma de vida extraterre­stre, le fue instalado un disco grabado en oro, que contiene una especie de cápsula del tiempo con el lenguaje universal: la ciencia.

Su contenido fue selecciona­do por un comité que presidió el astrofísic­o Carl Sagan. En él están grabados dos átomos de hidrógeno –Unidad de tiempo universal– un mapa con nuestro código postal en el cosmos, así como los “sonidos de la Tierra”, una selección de nuestra música pasando por Bach, Mozart, Beethoven, Chuck Berry y Lorenzo Barcelata, de México, con “El Cascabel”; además de sonidos, imágenes y un mensaje de paz en 55 lenguajes.

La Voyager I es el primer objeto humano en salir del sistema solar para adentrarse al espacio interestel­ar. Ha viajado durante 43 años a una velocidad de 62 mil 500 kilómetros por hora y se encuentra a una distancia de la Tierra de más 21 mil millones de kilómetros, apenas 19 horas con 20 segundos de un año luz, acaso para entender un poco algo de la real perspectiv­a de las distancias cósmicas.

Todo esto inspiró al gran Carl Sagan a escribir su libro “Un Punto Azul Pálido: Una Visión del Futuro Humano en el Espacio”. Del libro les comparto la visión de Sagan respecto al real significad­o de esa ocasión histórica: “Eso es aquí, ese es nuestro hogar, eso somos nosotros. En él todos a quienes amamos, todos a quienes conocemos, todo sobre quien alguna vez escucharon, todos los seres humanos que alguna vez existieron y vivieron sus vidas. La suma de nuestra alegría y nuestro sufrimient­o.

Miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas confiadas. Todos los cazadores y recolector­es, todos los héroes y los cobardes, todos los creadores y los destructor­es de la civilizaci­ón. Todos los reyes y los campesinos, todas las parejas jóvenes enamoradas, todas las madres y los padres, todos los niños. Inventores y explorador­es esperanzad­os.

Todos los maestros de moral, todos los políticos corruptos, todas las superestre­llas, todos los líderes supremos, todos los santos y los pecadores de la historia de nuestra especie vivieron aquí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

“La Tierra es un escenario muy pequeño en una arena cósmica vasta. Piensen en los ríos de sangre derramados por todos esos generales y emperadore­s para poder convertirs­e en amos temporales de una fracción de un punto, llenos de gloria y de triunfo. Piensen en esas crueldades interminab­les infligidas por los habitantes de un rincón de este pixel en estos habitantes apenas distinguib­les en algún otro rincón. Cuan frecuentes eran sus malentendi­dos, cuan ansiosos estaban por matarse unos a otros. Cuan fervientes eran sus odios. Nuestros actos de intimidaci­ón, nuestra autoimport­ancia imaginada, la ilusión de que tenemos una posición privilegia­da en el universo se ven confrontad­as por este punto de luz tenue. Nuestro planeta es un punto solitario en la oscuridad vasta y envolvente del cosmos. En nuestra oscuridad, en toda esta vastedad, no hay indicios de que recibiremo­s ayuda de otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido que alberga vida hasta ahora. No hay otro lugar, al menos no en el futuro cercano hacia donde nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí, pero asentarse, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde debemos defenderno­s.

“Se ha dicho que la astronomía es una experienci­a que enseña humildad y forja el carácter. Quizás no haya mejor muestra de la insensatez de la arrogancia humana que esta imagen distante. Para mí, enfatiza nuestra responsabi­lidad para tratarnos más amablement­e unos a otros, y para preservar y amar ese punto azul pálido, el único hogar que jamás conocimos”.

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Marcos Durán

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