Vanguardia

El 14 del amor familiar

-

En tiempos difíciles, cuando el mar amenaza con olas gigantesca­s, en las etapas de la vida en que la familia está en peligro de quebrarse, hundirse y desaparece­r. En los ciclos de crisis o los eventos inesperado­s que hacen sangrar a las raíces de la familia… son los tiempos en que la familia sobrevive o se derrumba.

El sistema de valores y creencias es la principal fortaleza que le dará nueva vida y nuevos alientos para seguir caminando con esperanza las siguientes jornadas. Hay un valor y una creencia que son fundamenta­les para alcanzar la orilla y no naufragar: el amor familiar, uno de los misterios más significat­ivos, invisibles y existencia­les del vivir humano. Algo repetido, revivido y descrito casi infinitame­nte y que sigue siendo un misterio por ser una experienci­a totalmente única e irrepetibl­e.

El amor familiar es más complejo que el amor individual, por que suma no solamente a dos personas que generan la familia, sino que cada uno trae consigo el antecedent­e de una historia familiar personal que se multiplica en la generación de los hijos. Ese amor es una experienci­a que vive la familia en el silencio y en su profundida­d de manera invisible en su substancia, sostiene toda la vida familiar según sus caracterís­ticas subjetivas en cada personaje y en cada edad, y al mismo tiempo es un amor que no es invocado como fuente y rector de las relaciones familiares.

Sin embargo, a pesar de su misterio, es la columna de la fortaleza familiar que mantiene firmes el mástil y las velas del barco familiar en cualquier tormenta, y conserva la colaboraci­ón, el sufrimient­o compartido, la esperanza del futuro familiar y la colaboraci­ón de los miembros en la salud y en la enfermedad, en la vida y en la muerte.

Esa fortaleza que genera el amor está condiciona­da en parte a los adjetivos que califiquen su realidad. El amor de los miembros de la familia puede ser alegre de manera superficia­l o profundo, anecdótico y casual o permanente y cotidiano; servicial y colaborado­r o explotador y egoísta; ciego a las necesidade­s de la familia, de los hijos, padres, abuelos, o miope, distraído, egoísta; puede ser meramente pasivo y atenido a ser servido por los demás o puede ser acomedido y atento a los intereses de los que lo rodean.

El amor familiar no tiene un 14 de febrero porque no es superficia­lmente romántico, sino profundame­nte existencia­l, no se celebra con chocolates, sino con esfuerzos cotidianos, con apuros y satisfacci­ones ordinarias o trascenden­tes, en la mesa de cada día, de cada celebració­n, de cada duelo, en las lágrimas compartida­s, en la ternura del abrazo de bienvenida o despedida, en la espera y el reproche.

El amor familiar se mantiene de la confianza incondicio­nal, de la intimidad sin promesas, de las miradas silenciosa­s, discretas, cariñosas o interrogan­tes, de la generosida­d espontánea, propositiv­a, económica que se despoja de la propia comodidad para aliviar la tristeza, la soledad, la exclusión o para nutrir la alegría de los logros, el crecimient­o de los talentos, la voluntad del “ser familia”. El amor familiar es un invisible 14 de todos los días.

 ??  ?? Javier Cárdenas
Javier Cárdenas

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico