Vanguardia

Un tema complejo

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La principal complicaci­ón para participar en la discusión sobre el problema pensionari­o estriba en que se trata de un tema sumamente complejo porque estamos hablando de un sistema integrado por múltiples modelos y, además, no se conoce de manera pública la informació­n de todos ellos.

En nuestro País, señala el Diagnóstic­o del Sistema de Pensiones Mexicano y Opciones para Reformarlo, publicado por el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), “la construcci­ón histórica de los sistemas de pensiones no se hizo contemplan­do a toda la población y poniendo en el centro a las personas y sus necesidade­s”.

En lugar de esto, explica, “se crearon subsistema­s ad-hoc para los grupos de trabajador­es que iban surgiendo de acuerdo con el crecimient­o del País y su diversific­ación productiva”.

Debido a ello, detallan los autores, aunque nuestro País fue pionero en el reconocimi­ento constituci­onal de los derechos sociales como salud, pensiones, vivienda y educación (incluidos en la Constituci­ón de 1917), no se desarrolla­ron las reglas necesarias para construir un sistema universal de pensiones.

Como resultado, “a lo largo de varias décadas se crearon distintas leyes y sus reglamento­s para diferentes poblacione­s de trabajador­es, lo que implicaba e implica que estos derechos sociales se pensaron solamente para trabajador­es del sector formal, tanto público, como privado”.

Así surgieron dos esquemas básicos de seguridad social: el que da servicio a los empleados del sector privado y el que atiende a los del sector público. En el primer caso, los empleados están afiliados al IMSS, pero para el segundo existen cuatro institucio­nes: el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajador­es del Estado (ISSSTE); el Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas (ISSFAM) y los esquemas específico­s de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la Comisión Federal de electricid­ad (CFE).

A la par de estos esquemas, los gobiernos estatales y municipale­s, diversas entidades públicas -como la banca de desarrollo y el Banco de México-, las universida­des estatales, los poderes judiciales -el federal y los estatales-, las corporacio­nes policiales e incluso los sistemas municipale­s de agua potable crearon sus propias “fórmulas” para atender el problema.

Como resultado de este proceso, hoy día “hay más de 1,000 subsistema­s de pensiones funcionand­o en México cuya informació­n no es, en la mayoría de los casos, pública”, ilustra el documento publicado por el BID en 2019.

¿QUÉ HAGO YO?

Debido a la existencia de esta multiplici­dad de esquemas pensionari­os, es fácil confundirs­e cuando se leen o escuchan noticias en los medios de comunicaci­ón, advierte Antonio Serrano Camarena, director del Instituto de Estudios Empresaria­les Coahuila Sureste (Canacintra) e investigad­or de la Facultad de Economía de la Universida­d Autónoma de Coahuila.

Esto ocurre, asegura el especialis­ta, porque la informació­n que nos llega a través de los medios de comunicaci­ón -incluso si se trata de lo dicho en un panel de expertosno necesariam­ente responde a nuestra circunstan­cia personal.

Por ello, recomienda, antes de involucrar­se en debates que no necesariam­ente nos resultarán útiles, lo mejor es tener claridad respecto de nuestra situación personal y para ello hay que seguir algunos sencillos pasos.

“Lo primero que tenemos que hacer es pensar: ¿dónde están los documentos que avalan todo lo que he contribuid­o a mi sistema de pensiones? Hay gente que no sabe ni siquiera dónde está su pensión, entonces hay que buscarla”, plantea Serrano.

Y dar con esta informació­n es muy fácil, añade: “Es necesario ir con nuestro patrón y decirle: ‘Necesito que me des los comprobant­es de aportacion­es, necesito que me des exactament­e los detalles para poder rastrear yo, como trabajador, mi pensión y obviamente saber qué está pasando con ese dinero que estoy dando’”.

Luego de saber en dónde están nuestros fondos y “si yo ya tengo claro que soy parte de la generación de transición”, explica, “tengo que acercarme con un especialis­ta, preferente­mente asesores que se llaman asesores actuariale­s o asesores de planes de vida y carrera”.

Este tipo de asesores, precisa, laboran regularmen­te para despachos especializ­ados de asesoría financiera y sus servicios, por una consulta que nos sirva para conocer una primera aproximaci­ón a nuestra situación rumbo a la pensión pueden costar entre 400 y 1,000 pesos.

EL TIEMPO VUELA

Serrano Camarena recomienda no perder tiempo para tener clara la informació­n sobre nuestro esquema pensionari­o personal. Esto, dice, hay que hacerlo de inmediato. “Hay que tener claro en que Afore estamos, dónde está la oficina de la Afore y cuánto dinero estamos pagando mensualmen­te y cómo va creciendo”.

Tener clara esta informació­n cuanto antes permite, además, que el futuro pensionado pueda realizar aclaracion­es a su informació­n o proporcion­e datos que no se encuentren en su expediente y son indispensa­bles para el trámite final.

Respecto del momento idóneo para iniciar el proceso específico de tramitar la pensión, el especialis­ta recomienda hacerlo unos dos años antes de alcanzar la edad en la que uno quiere retirarse. “Hay gente que dice: ‘Yo me voy a retirar a los 67, porque a los 67 termino de pagar mi casa, mis hijos ya terminaron su carrera, entonces ya no tengo gastos fijos’… entonces debería iniciar los trámites a los 65 años”.

Serrano es enfático en señalar que la jubilación debe ser “una decisión planeada”, pues “tu pensión es una decisión financiera de cómo vas a vivir la última etapa de tu vida. Planear con cuánto quieres vivir, qué quieres hacer, es una decisión que se tiene que tomar con mucho tiempo”.

Además, parte de esta planeación implica tener claro si estamos en el supuesto de que nos convenga realizar aportacion­es voluntaria­s que compensen el hecho de no contar con suficiente­s semanas cotizadas o para obtener de esta forma un monto mayor de pensión.

“Todo tiene que ver con la forma en que yo quiero vivir la etapa en la que yo ya no trabajo y que no tengo compromiso­s financiero­s ni de mediano ni de largo plazo”, insiste.

Esto último es particular­mente relevante, concluye Serrano, porque “preferente­mente, alguien que se jubila ya no tiene una hipoteca que estar pagando a 15, 20 años, normalment­e ya no tiene hijos en edad escolar, y ya no tiene, obviamente, otras deudas que pudieran generarle compromiso­s definidos y que pudieran quitarle una parte importante de la pensión”.

Lo primero que tenemos que hacer es pensar: ¿dónde están los documentos que avalan todo lo que he contribuid­o a mi sistema de pensiones? Hay gente que no sabe ni siquiera dónde está su pensión, entonces hay que buscarla”.

Antonio Serrano Camarena,

director del Instituto de Estudios Empresaria­les Coahuila Sureste.

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TEXTO: CARLOS ARREDONDO YA TODOS SABEMOS QUE CRECERÁ LA CIFRA DE PENSIONADO­S Y QUE SUS INGRESOS SE CAERÁN, PERO ¿PODEMOS HACER ALGO PARA MEJORAR NUESTRA FUTURA SITUACIÓN?

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