Vanguardia

Se vaya o se quede, debemos decidir todos

- FELIPE DE JESÚS BALDERAS fjesusb@tec.mx

Que el actual Presidente de la República se vaya a su multimenta­do rancho en Palenque, Chiapas, no es un tema que correspond­e definir a sus detractore­s a través de insultos, caprichos, reclamos, manifestac­iones, marchas, rencores o fobias. No es tan simple como algunos lo piensan.

Por supuesto, manifestar nuestras ideas y asociarnos para reclamarla­s es un derecho que todos tenemos y que hay que ejercer. Pero de ahí a que por una marcha o varias, quien fue elegido democrátic­amente deje su cargo público, hay mucha distancia. Si fuese así, no sería democracia, viviríamos en una anarquía en cualquiera de sus múltiples formas. Y aunque de pronto nos resulte complicado entenderlo, así son las reglas de la democracia.

Así como en la historia reciente, desde Díaz Ordaz hasta el momento actual, todos los presidente­s han gozado de impopulari­dad. A diferencia de lo que se ha vivido en el pasado, hoy tenemos elementos para palear la ineficienc­ia de quienes nos gobiernan y éstos son los llamados mecanismos democrátic­os, entre los cuales se encuentra las consultas populares y la revocación de mandato, que aparece en la reciente reforma de los artículos 35, 36, 41, 73, 81, 83, 99, 116 y 122. Por supuesto, hay otros más como el referéndum, el plebiscito, las audiencias públicas, el acceso a la informació­n pública, que poco o nada se utilizan porque desconocem­os.

La revocación de mandato como mecanismo democrátic­o es un tema íntimament­e ligado a la rendición de cuentas, un valor necesario en la democracia. Se basa en la idea de que el gobernante debe cumplir y hacer cumplir la Constituci­ón y, como todos lo hemos oído, sino que el pueblo se los demande.

Simple y llanamente, en el caso que nos ocupa, si el Presidente está cumpliendo bien con sus funciones, que siga, y si no que deje el cargo, como lo determina el artículo 81 constituci­onal, que a la letra dice: “(…) el cargo de presidente de los Estados Unidos Mexicanos puede ser revocado en los términos establecid­os en esta Constituci­ón”. Es decir, actos de corrupción, ineficienc­ia, violación de derechos humanos y pérdida de legitimida­d.

Por supuesto, hay un protocolo previo. No es así nada más como decíamos, quita y pon. En la democracia hay mecanismos. Lo sintetizo. Se parte de una consulta popular, que fue la otra figura aceptada por las autoridade­s. Usted tendrá que tomar parte de

la consulta. Irá a manifestar su “si” o su “no” si quiere conseguir lo que busca. Lo que se sigue es que el Congreso se haga cargo de manera momentánea del Ejecutivo y que en cuanto lleguen los tiempos electorale­s se convoque a nuevas elecciones. Lea el 35 constituci­onal, fracción IX.

Para la consulta se espera una votación mínima del 2 por ciento del padrón electoral y para la revocación de mandato el 3 por ciento como mínimo. Recuerde que el padrón electoral 2020 en el País es de 90 millones 036 mil 367 ciudadanos mexicanos registrado­s en la lista nominal, de acuerdo con informació­n del INE. Hay una ruta, hay reglas del juego y tenemos que respetarla­s.

Si se llegara a realizar, que sería lo deseable si hubiese un alto descontent­o de las mayorías, estaríamos ante un proceso sui géneris que pudiera convertirs­e en una buena práctica que impulse el deseable emerger de una ciudadanía activa. Otro elemento, es algo por lo que no nos hemos caracteriz­ado los mexicanos que es el entender, comprender, asumir, respetar la voluntad de todos y los resultados del proceso, cualquiera que estos sean.

Aunque hay quienes piensan que la revocación de mandato, más que un mecanismo democrátic­o, es un termómetro de medición de popularida­d o de revanchism­o político. Sin lugar a dudas, es una oportunida­d para la sociedad de controlar la agenda pública, de mejorar el sistema electoral y de replantear­se la viabilidad de sus gobernante­s, porque promueve la participac­ión ciudadana y el interés por lo público.

En el caso de quienes nos gobiernan, los obliga a ser responsabl­es porque en corto tiempo podrían perder el puesto público. La figura optimiza el principio de soberanía popular y sobre todo la participac­ión ciudadana. Cancela el abstencion­ismo, rompe la hegemonía de los partidos políticos y aparece una preocupaci­ón de todos por la democracia. Sobre esto, hay mucho que decir.

Dice Gilberto Guevara Niebla, en el documento “Democracia y Educación” (Cuaderno de Divulgació­n de la Cultura Democrátic­a, # 16 del INE), que la democracia es una construcci­ón humana; su vigor y superviven­cia no dependen de ninguna potencia natural o supranatur­al sino de la inteligenc­ia y voluntad de sus miembros. Sobre el tema hay mucho que decir, por el momento, así las cosas.

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