Se vaya o se quede, debemos decidir todos
Que el actual Presidente de la República se vaya a su multimentado rancho en Palenque, Chiapas, no es un tema que corresponde definir a sus detractores a través de insultos, caprichos, reclamos, manifestaciones, marchas, rencores o fobias. No es tan simple como algunos lo piensan.
Por supuesto, manifestar nuestras ideas y asociarnos para reclamarlas es un derecho que todos tenemos y que hay que ejercer. Pero de ahí a que por una marcha o varias, quien fue elegido democráticamente deje su cargo público, hay mucha distancia. Si fuese así, no sería democracia, viviríamos en una anarquía en cualquiera de sus múltiples formas. Y aunque de pronto nos resulte complicado entenderlo, así son las reglas de la democracia.
Así como en la historia reciente, desde Díaz Ordaz hasta el momento actual, todos los presidentes han gozado de impopularidad. A diferencia de lo que se ha vivido en el pasado, hoy tenemos elementos para palear la ineficiencia de quienes nos gobiernan y éstos son los llamados mecanismos democráticos, entre los cuales se encuentra las consultas populares y la revocación de mandato, que aparece en la reciente reforma de los artículos 35, 36, 41, 73, 81, 83, 99, 116 y 122. Por supuesto, hay otros más como el referéndum, el plebiscito, las audiencias públicas, el acceso a la información pública, que poco o nada se utilizan porque desconocemos.
La revocación de mandato como mecanismo democrático es un tema íntimamente ligado a la rendición de cuentas, un valor necesario en la democracia. Se basa en la idea de que el gobernante debe cumplir y hacer cumplir la Constitución y, como todos lo hemos oído, sino que el pueblo se los demande.
Simple y llanamente, en el caso que nos ocupa, si el Presidente está cumpliendo bien con sus funciones, que siga, y si no que deje el cargo, como lo determina el artículo 81 constitucional, que a la letra dice: “(…) el cargo de presidente de los Estados Unidos Mexicanos puede ser revocado en los términos establecidos en esta Constitución”. Es decir, actos de corrupción, ineficiencia, violación de derechos humanos y pérdida de legitimidad.
Por supuesto, hay un protocolo previo. No es así nada más como decíamos, quita y pon. En la democracia hay mecanismos. Lo sintetizo. Se parte de una consulta popular, que fue la otra figura aceptada por las autoridades. Usted tendrá que tomar parte de
la consulta. Irá a manifestar su “si” o su “no” si quiere conseguir lo que busca. Lo que se sigue es que el Congreso se haga cargo de manera momentánea del Ejecutivo y que en cuanto lleguen los tiempos electorales se convoque a nuevas elecciones. Lea el 35 constitucional, fracción IX.
Para la consulta se espera una votación mínima del 2 por ciento del padrón electoral y para la revocación de mandato el 3 por ciento como mínimo. Recuerde que el padrón electoral 2020 en el País es de 90 millones 036 mil 367 ciudadanos mexicanos registrados en la lista nominal, de acuerdo con información del INE. Hay una ruta, hay reglas del juego y tenemos que respetarlas.
Si se llegara a realizar, que sería lo deseable si hubiese un alto descontento de las mayorías, estaríamos ante un proceso sui géneris que pudiera convertirse en una buena práctica que impulse el deseable emerger de una ciudadanía activa. Otro elemento, es algo por lo que no nos hemos caracterizado los mexicanos que es el entender, comprender, asumir, respetar la voluntad de todos y los resultados del proceso, cualquiera que estos sean.
Aunque hay quienes piensan que la revocación de mandato, más que un mecanismo democrático, es un termómetro de medición de popularidad o de revanchismo político. Sin lugar a dudas, es una oportunidad para la sociedad de controlar la agenda pública, de mejorar el sistema electoral y de replantearse la viabilidad de sus gobernantes, porque promueve la participación ciudadana y el interés por lo público.
En el caso de quienes nos gobiernan, los obliga a ser responsables porque en corto tiempo podrían perder el puesto público. La figura optimiza el principio de soberanía popular y sobre todo la participación ciudadana. Cancela el abstencionismo, rompe la hegemonía de los partidos políticos y aparece una preocupación de todos por la democracia. Sobre esto, hay mucho que decir.
Dice Gilberto Guevara Niebla, en el documento “Democracia y Educación” (Cuaderno de Divulgación de la Cultura Democrática, # 16 del INE), que la democracia es una construcción humana; su vigor y supervivencia no dependen de ninguna potencia natural o supranatural sino de la inteligencia y voluntad de sus miembros. Sobre el tema hay mucho que decir, por el momento, así las cosas.