Vanguardia

Libertad de expresión en tiempos de crisis

- CARLOS A. DÁVILA AGUILAR

La libertad de expresión forma parte de los pilares fundamenta­les de cualquier sociedad democrátic­a. Afirmar esto se ha convertido en un tópico que puede escucharse recurrente­mente en ambientes académicos y en los medios de comunicaci­ón. Y sin embargo, las sociedades democrátic­as del siglo 21 no son inmunes a tipos de discursos políticos que, alegando motivos como mantener la seguridad, buscan limitar constantem­ente su ejercicio.

Los tiempos de crisis suelen ser coyunturas inmejorabl­es para hacer avanzar la agenda estatista en detrimento de la libertad de la ciudadanía. Para no poner en riesgo la vida, se nos dice (y se nos dirá más de una vez durante este periodo), es irresponsa­ble cuestionar el mensaje de la autoridad y de sus expertos, pues ello puede entorpecer su funcionami­ento e infundir confusión entre una población que –se nos dice también– es fácilmente manipulabl­e (lo que equivale a decir poco inteligent­e).

Tuvimos una controvers­ia nacional efímera (como son la mayoría de las controvers­ias que nos ocupan ahora) sobre este tema en México, a mediados de abril, cuando el presentado­r de noticias Javier Alatorre afirmó en el noticiario estelar de TV Azteca que las cifras y conferenci­as del subsecreta­rio de Salud, Hugo López-gatell, “se han vuelto irrelevant­es” y, además, emitió un llamado: “ya no haga caso a Hugo Lópezgatel­l”. La ola de críticas fue severa, con un calificati­vo casi unánime de “irresponsa­ble” (como sociedad de origen católico, no somos una cultura exactament­e acostumbra­da a la libertad, que implica la posibilida­d de contradeci­r a la autoridad).

Pues bien, el subsecreta­rio experto López-gatell anunció, el 1 de mayo, que México alcanzaría el pico de contagios el día 6 de mayo, aunque un par de días después se corrigiera para aclararnos que, en realidad, el pico sería el viernes 8 de mayo. Luego han venido algunas aclaracion­es, como la explicació­n de que el pico no llegó en la fecha señalada porque “la transmisió­n del virus ha sido diferente en cada entidad federativa”.

Es difícil calcular el daño causado por la mala informació­n gubernamen­tal. Es cierto que nadie estaba preparado para esta pandemia y que todas las sociedades del mundo han tenido que adoptar medidas y rectificar sobre la marcha, en la medida en que descubrimo­s más informació­n sobre el virus. Pero ello no justifica la emisión de informació­n sin fundamento­s verificabl­es como datos verdaderos por parte de la autoridad gubernamen­tal, tales como la afirmación de que “los cubrebocas no sirven” también hecha por Lópezgatel­l. ¿Se puede calcular el tamaño de las repercusio­nes de esto? Difícilmen­te. Sin embargo, al día de hoy, en México la cantidad de contagios diarios parece seguir en aumento.

En Wuhan, China, a finales de diciembre, el doctor Li Wenliang intentó alertar a sus colegas sobre la posibilida­d de la aparición de un virus parecido al SARS (un coronaviru­s mortal) en el mercado de pescados y mariscos de Huanan. Oficiales de la policía china entraron en su domicilio a los cuatro días para pedirle que firmase una carta en la que reconocía haber hecho “comentario­s falsos” y haber “perturbado severament­e el orden social”.

La carta incluía la siguiente advertenci­a: “Le advertimos solemnemen­te: si sigue siendo terco e impertinen­te, y continúa con esta actividad ilegal, será llevado ante la Justicia. ¿Se entiende?”.

Li escribió: “Sí, entiendo”, aceptando su propia culpabilid­ad. Los médicos siguieron sin recibir instruccio­nes para protegerse. Una semana después, Li volvió a publicar un texto en la red Weibo (especie de Facebook censurado por el partido comunista chino), en el que describía los síntomas que él mismo estaba padeciendo. Las autoridade­s chinas siguieron negando la informació­n durante 10 días más hasta el 20 de enero, cuando se declaró la emergencia.

Li Wenliang no recibió un diagnóstic­o hasta el 30 de enero. Sin embargo murió días después. La fecha de su muerte es inexacta, pues las autoridade­s chinas dieron varias versiones de su fallecimie­nto. nadie sabe qué hubiera pasado si el gobierno chino hubiera declarado la cuarentena esos 10 días antes, durante las semanas iniciales de la pandemia.

Volviendo a México, el periodista de TV Azteca salió a disculpars­e por sus dichos al día siguiente del episodio, y publicó en sus redes sociales: “Reconozco al presidente @lopezobrad­or_ por su defensa permanente de la democracia y la libertad. Él mejor que nadie comprende el esfuerzo que las familias mexicanas hacen todos los días por salir adelante. No podemos permitir que el miedo esté por encima de México”.

El gobierno mexicano no ha tomado represalia­s contra el medio o el comunicado­r. Sin embargo, tampoco ha ofrecido una disculpa por la informació­n falsa dada a conocer en ocasiones reiteradas. La sociedad mexicana debe tener claro que defender la libertad de expresión es, en última instancia, una cuestión de vida o muerte. En sentido literal. El autor es auxiliar de investigac­ión del Centro de Derechos Civiles y Políticos de la Academia IDH Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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