La lectura entre el olvido y la tregua
“Porque algunas son olvidos y otras son cosas nomás”.
Alfredo Zitarrosa.
Resulta difícil de reconocer que pese a los grandes esfuerzos desplegados, no solamente desde el Gobierno sino por los sectores de representación social, la mayoría de los mexicanos leemos muy poco o casi nada.
La Encuesta Nacional de Lectura (2019) indica que la cifra de libros promedio que el ciudadano lee en un año es de 4.2. En esa misma encuesta, el 33.5 por ciento admite no haber leído un sólo libro en su vida y el 60.9 por ciento uno o más títulos. De estos últimos, el 30.9 por ciento menciona que ha leído uno o dos libros y alrededor del 30 por ciento declara leer tres o más.
Si revisamos la historia de la lectura en México, podemos visualizar que la industria editorial en ha podido sobrevivir a crisis económicas y políticas, al aumento en el precio del papel, al costo de las importaciones y exportaciones, así como al bajo número de lectores habituales que siempre han existido.
Desde el porfiriato el gobierno emprendió campañas en relación con la lectura, posteriormente en prácticamente todas las administraciones ha existido el esfuerzo para que los ciudadanos tengan acceso a la educación y a la lectura, consolidándose incluso con la creación de los Institutos de Educación para Adultos y Editoras del Estado.
En la década de 1970 la SEP hizo una gran labor publicando la colección Sep/setentas en donde cada ejemplar tenía un costo de 10 pesos, al mismo tiempo que la Comisión Nacional del Libro de Texto Gratuito distribuyó, entre 1977 y 1982, 471 millones de libros.
Una encuesta del Colegio de México (2018) establece que en los últimos 53 años el número de librerías por millón de habitantes se ha reducido de 45 a 18, tan sólo en la Ciudad de México.
Coahuila está por debajo de la media nacional en la cantidad de libros
que se leen por año con un promedio de 3.3 por persona.
Aun cuando el Programa Nacional de Salas de Lectura tiene 14 años de presencia en nuestro estado, con la intención de establecer los círculos de lectores y el acceso rápido y gratuito a libros, pasó de tener 150 salas a nivel estatal en 2011 a solamente 81, el año pasado en un evidente retroceso.
Volviendo a la encuesta nacional, se señala que de la población alfabeto considerada por el MOLEC (Módulo sobre Lectura), tres de cada cuatro declararon haber leído alguno de los siguientes materiales en el último año: libros, revistas, periódicos, historietas o páginas de Internet, foros o blogs.
En los últimos cinco años, el porcentaje de población que leyó algún material considerado por el MOLEC presentó un decremento cercano a los 10 puntos porcentuales: 84.2 por ciento en 2015 contra 74.8 por ciento en 2019.
Las principales razones declaradas por las que la población no lee fueron: falta de tiempo (47.9 por ciento) y falta de interés (21.7 por ciento). El grupo con mayor declaración de lectura de alguno de estos materiales cuenta con al menos un grado de educación superior. Más del 90 por ciento de esta población es lectora, ya sea de libros, revistas, periódicos, historietas o páginas de Internet, foros o blogs.
El acceso a los libros electrónicos y archivos enviados por redes sociales que contienen este material no fue considerado en la referida encuesta del Inegi, pudiendo resultar mayor en beneficio del hábito de la lectura que tanto falta hace en esta tierra, y aquí robándose 95 mil libros de texto para venderlos con los chatarreros ( administración 2011-2013).
“Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros”, decía Kafka, porque además lo que sabes es algo que nadie podrá quitarte. Leer a saciedad nos transformará en la doctrina y el entendimiento.