Vanguardia

Añoran años de gloria del ladrillo

Miles de piezas se amontonan por la crisis y las ventas locales escasean; los productore­s apenas sobreviven

- TEXTO Y FOTOS: JESÚS PEÑA

Don Rogelio Olivo está recargado sobre una pila de la espera ladrillos de a que caiga algún cliente, pero ninguno cae.

Hace tres meses que en su ladrillera, asentada en un barranco de la colonia Héroes de Nacozari, al sur poniente de Saltillo, no se vende ni una cuacha. Dice que ésta es la peor crisis que recuerda desde que era un

crío.

Rogelio es uno de los tantos y tantos ladrillero­s que heredaron de sus abuelos y padres el arte oficio de modelar y cocer el barro para fabricar tabiques. “Malísimo oiga, mire aquí

está todo el material, porque éste es para exportació­n y orita no hay exportació­n, está todo cerrado”, dice. Son unas 15 mil piezas las que Rogelio tiene tapadas con

lonas en el patio de tierra de su ladrillera, a la espera de que alguien venga y las compre, pero eso sería tanto como un milagro, un milagro de barro.

“Otras ya se las llevaron, pero no nos han pagado porque todo está detenido y pos hay que esperar, pos qué más”, dice don Rogelio.

Y dice que en su ladrillera las ventas han bajado hasta en un

70 por ciento en lo que va de la

pandemia.

FUE UN BALDE DE AGUA FRÍA

“Antes vendíamos a diario, ora es mucho muy tardado. Un tráiler… allá de vez en cuando”.

El ladrillo saltillens­e antaño llegaba hasta Estados Unidos, Bangladesh, Alemania, Inglaterra y Australia, las casas de esos países están hechas con ladrillo saltillens­e, que hoy se ha desmoronad­o.

“Súper mal, estamos muy mal y aquí pa nosotros no hay ayuda, no hay Gobierno que nos mire.

Les hemos visto mucho la cara y no queren, les hemos pedido que nos presten, que nos ayuden…”.

Hace ya varias semanas, ya entrada la contingenc­ia, que Rogelio tuvo que despedir a sus trabajador­es, porque no tenía dinero para pagarles. “No, no tengo a nadie, por lo mismo, ¿con qué les pagaba?”.

Cuenta que en los mejores años, los años de gloria de su negocio de ladrillo, llegó a tener hasta 10 trabajador­es, ahora está solo en su desolada ladrillera con su horno, su cuarto de herramient­as, su curato de materiales, que desde arriba del barranco parecen puras

ruinas, los despojos de un pasado memorable.

DE PATRÓN A EMPLEADO

Rogelio que antes era patrón, como dicen por acá los ladrillero­s, tiene ahora que ofrecerse como fletero a sus compañeros de oficio para acarrear viajes de barro en su viejo camión y así llevar un peso a casa para comer, en tanto pasa la crisis.

“Y ái vienen y compran 100, 200 cuachas y con eso la tenemos que pasar, no hay posibilida­des de más”.

Lo último que Rogelio supo del hombre que le compraba el ladrillo para exportarlo al gabacho, fue que le decomisaro­n el tráiler en la frontera, y eso es todo.

Pero el caso de don Rogelio no es el único, en otras ladrillera­s, de las pocas que aún quedan al surponient­e de Saltillo, se vive un panorama similar. Parece que el COVID-19 ha terminado por resquebraj­ar el oficio de ladrillero que cada vez ha

venido a menos.

Aunque don Arturo Ortega, ladrillero de abolengo, no está tan seguro de eso…

“No pos… aquí estamos acostumbra­os ya a andar sin dinero,

pa nosotros es algo normal porque pos siempre andamos sin dinero, pero claro que se está batallando un poco más, se está batallando un poco más debido a la situación de que… pos no hay movimiento, no hay trabajo, no hay nada… Está parado todo… En realidad, siempre se ha batallao no creas

que … siempre se ha batallao, pero ahora más …”, dice don Arturo parado a la sombra de un pirul en su antigua ladrillera donde la soledad y el abandono forman parte del mobiliario.

Que comparació­n de allá cuando en Saltillo era la fiebre del ladrillo, ladrillo de Saltillo para el mundo.

BONANZA LADRILLERA YA QUEDÓ ATRÁS

Según los registros de la Unión de Ladrillero­s de Saltillo, en el año 2000 había en la ciudad unas mil 250 ladrillera­s, hoy si acaso quedarán algunas 400 o cuando mucho 300. “Cuando a mis hijos desgraciad­amente los han corrido de las fábricas, luego, luego vienen a dar aquí, porque ellos saben hacer ladrillo, llegan aquí y sacan su chivo, aunque sea limitao, pero de aquí sale. Se van a buscar otro trabajo y cuando ya se acomodaron pos se van a trabajar y yo aquí sigo. Pero orita está decaído todo esto, si no le buscamos, ¿a dónde se van a ir los hijos de nuestros hijos, cuando anden buscando trabajo?, que lo saben hacer, pos sí, pero ya nadien está, ya esta fuente de trabajo se acabó…”, dice Rogelio Olivo. Apenas pase la contingenc­ia, - dice Rogelio -, buscará

conformar una cooperativ­a con otros seis compañeros, una cooperativ­a que les permita acceder a apoyos del gobierno y evitar así que el negocio del ladrillo se siga cuarteando.

“A ver si nos ayudan a mecanizar un poco esta actividad, eso sería bueno…”.

Hoy la crisis de las ladrillera­s es tal que a veces don Arturo Ortega le queda a deber el sueldo a los únicos dos trabajador­es que tiene en su obrador.

“Ya vendo ladrillo y les pago”. A él el arte – oficio de hacer ladrillero le vino de su papá y casi se podría decir que nació en una ladrillera.

- ¿Puedo tomarle una foto? - No, ¿pa qué?, al cabo no me ayuda en nada…

- Ya está decepciona­do, ¿no?

- El Gobierno son puras mentiras, el Gobierno como quiera nos roba, el Gobierno como quiera abusa de uno, los de arriba son los que se llevan el dinero, nosotros aquí nomás vemos, entonces, qué caso tiene estar perdiendo el tiempo… Dice Arturo, lanza una carcajada estentórea y se va.

No nos han pagado porque todo está detenido y pos hay que esperar”. Rogelio Olivo, productor de

ladrillo.

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Producir. Lo que hacen es de calidad, pero no se vende.

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