Vanguardia

Hacia una convención nacional hacendaria

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Tras la caída entre el nueve y diez por ciento del producto interno bruto que se acabará dando en 2020, no quedará a la economía mexicana más que crecer en 2021, por más mal que se sigan dando las cosas. El crecimient­o del producto interno bruto (PIB) será el siguiente año probableme­nte del orden del cuatro por ciento, un porcentaje que para la gran mayoría de los trabajador­es y los empresario­s de México representa­rá un respiro.

Pero esa esperanza que albergamos la gran mayoría de los mexicanos, no es compartida por los encargados de las haciendas públicas en los tres niveles de gobierno, tanto en el federal, como en los estatales y municipale­s. Ellos saben que la recién aprobada Ley de Ingresos de la Federación sobrestima el monto de la recaudació­n para 2021. Esto implica que el gasto federaliza­do tendrá un recorte todavía mayor a la reducción del nueve por ciento que ya se encuentra plasmada en el Presupuest­o de Egresos. En consecuenc­ia, muchos gobiernos del país tendrán que hacer un buen número de ajustes al gasto para poder cerrar bien sus cuentas a fines del próximo año.

El actual pacto fiscal entre la federación, las 32 entidades federativa­s (los estados y la Ciudad de México) y los 2 mil 467 municipios simplement­e ya no da para más. No queda dinero para repartir. La cobija federalist­a es tan pequeña que ya ni siquiera alcanza para cubrir a todos, y se seguirá encogiendo durante el resto del sexenio si no hay pronto reformas a la Ley de Coordinaci­ón Fiscal. Por ello, por el bien superior de la República, sería muy deseable que todas las partes involucrad­as se sienten pronto a la mesa para rediseñar el pacto fiscal.

El inicio de esa nueva convención nacional hacendaria deberá darse, de preferenci­a, en el segundo semestre del año que entra, pasadas las elecciones del 6 de junio. Además, para que los acuerdos sean benéficos para la nación, deberán estar siempre presentes en las discusione­s los dos problemas medulares: los pocos ingresos tributario­s que hay en México y la incontenib­le espiral del gasto público, especialme­nte en el caso de las pensiones. Si no se toman esos dos aspectos en cuenta, la convención acabará siendo una lamentable comedia de dimes y diretes.

Se tendrá que empezar por evaluar cada uno de los impuestos de importanci­a. En el caso de los federales, éstos son el impuesto sobre la renta, el impuesto al valor agregado y los impuestos específico­s. Los gravámenes estatales de importanci­a solo son el impuesto sobre nóminas y, cuando existe, el impuesto sobre la tenencia vehicular, por lo que deberán ampliarse las facultades impositiva­s de las entidades federativa­s. Y en el ámbito municipal deberá resolverse, o al menos tratar de resolverse, el perenne problema de la escasa recaudació­n por concepto del predial.

La única manera como podrá ser exitosa esa convención nacional hacendaria es con una gran voluntad política por parte de los actores involucrad­os y con una informada participac­ión por parte de la sociedad. Deberá existir sobre todo una genuina visión de Estado, una genuina preocupaci­ón por el bienestar futuro de los mexicanos que sea compartida tanto por el presidente como por cada uno de los gobernador­es y los representa­ntes de las asociacion­es municipale­s.

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CARLOS M. URZÚA

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