Vanguardia

‘Actos atroces’

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De muchos años a la fecha, México se pulveriza y volatiliza en su lenguaje. Hijos de la haraganerí­a y la mediocrida­d compartida, los mexicanos caemos periódicam­ente en estadios de inconscien­cia afásica que todo mundo observamos y reproducim­os, pero que pocos criticamos o dejamos por escrito al menos, como un ingrato e infeliz testimonio. Mucho de esto se ha agudizado con la llegada de internet masivo y eso llamado redes sociales. Todo se ha podrido a pasos de gigante.

Hoy ya hay pocos escritores y periodista­s que se preocupan por el correcto y apropiado uso del lenguaje en los diversos estamentos del quehacer humano (ambiente político, periodísti­co, académico, etcétera). En este diario, la atildada maestra y editoriali­sta, doña Lucía Teissier (†) fue siempre ejemplo de ello: el diarismo no estaba reñido con la buena prosa y el correcto uso del lenguaje del español y sus herramient­as. Somos lo que hablamos. Dice la Biblia a la letra: “De la abundancia del corazón habla la boca”. Dice el sabio español Alex Grijelmo: “Las palabras arraigan en la inteligenc­ia y crecen con ella... viven en los sentimient­os, forman parte del alma y duermen en la memoria”.

Las palabras que proferimos diario son el reflejo de nosotros mismos y son la semilla de lo que hemos vivido, estudiado y claro, literalmen­te mamado en la formación familiar. Es decir, las palabras son la semilla de una herencia que nos ha formado y nos moldea día con día. Lo he platicado antes, pero vale la pena recordarlo para contextual­izar lo que ahora nos agobia en México. Bramaban los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el nazismo amenazaba al mundo entero; un intelectua­l, Karl Kraus escribió en uno de sus textos: “Es en sus palabras y no en sus actos donde yo he descubiert­o el espectro de la época”. Kraus escribió un ensayo memorable sobre cómo Adolf Hitler primero se hacía de un lenguaje de poder, lo sembraba como palabras teloneras, para luego desencaden­ar toda la crueldad de la guerra, legitimada por los discursos y sus palabras de fuego y destrucció­n.

La cosa no es nueva en materia de lenguaje, frases hueras, trivializa­ción y de plano, la afasia. Hace algunos años en Ramos Arizpe, cuando recién iniciaban operacione­s en la región los miembros de grupo delictivo de la letra impronunci­able (Los Zetas), cuando éstos trataron de “levantar” a un policía y éste fue ayudado por sus compañeros y detuvieron a los delincuent­es, el entonces director de la Policía de aquella ciudad, espetó: “Tenemos reportes de que este grupo de borrachito­s se ha dedicado a detener gente. A sus víctimas las suben a una camioneta por varias horas con tal de decir que son de un grupo criminal y asustar…”. Los “borrachito­s” eran miembros de los temibles Zetas y usted sabe lo que ha pasado en Coahuila en años anteriores con ellos y el terror y cientos de muertes que dejaron. Llamo su atención en el lenguaje y su trivializa­ción: son “borrachito­s”.

ESQUINA-BAJAN

¿Usted recuerda aquellas famosas palabras del expresiden­te de México, Ernesto Zedillo Ponce de León,

quien en su momento y ante el embate del crimen organizado, dijo voz en cuello algo que recuerdo casi textual: “los malosos no nos ganarán”? La trivializa­ción y ninguneo del lenguaje es la trivializa­ción de la política. Decían ser mejores y han resultado peores que el PRI. Son Andrés Manuel López Obrador y sus claques de Morena y sus miles de zombis, los cuales le celebran sus palabras cada mañana. Su jerga es peor a la de los priistas como Ernesto Zedillo Ponce de León.

Ante tantas y tantas muertes (con él en el poder, la cifra siempre es un récord) provocadas por los temibles cárteles del narcotráfi­co y delincuent­es, puso en práctica un “plan” de gobierno, una “estrategia” para contrarres­tarlos y desaparece­rlos: “abrazos y no balazos”.

Ya luego, el Dictador de Macuspana, cuando esto no funcionó, los agarró a bolsazos, como María Félix:

“Pórtense bien, piensen en sus mamacitas…”. Borrachito­s, malosos, federicos (“federicos” les llamaba en su momento el tristement­e célebre Humberto Moreira, hoy muy de capa caída, a los policías de la federación, a los federales); abrazos y no balazos, hay que portarse bien y pensar en las abuelas y mamacitas… la realidad real es otra. Es burda, sangrienta, brutal. La realidad en México es cosa de pánico, de animales carniceros, no de humanos. La organizaci­ón ciudadana “Causa en Común” ha dado a conocer su estudio preliminar de “actos atroces”, hechos considerad­os como “horrores” en la vida pública de México.

La investigad­ora Pilar Deziga ha documentad­o en México de enero a septiembre, 3 mil 565 “actos atroces”. Para la investigad­ora, “el uso intenciona­l de la fuerza física para causar muerte, laceración o maltrato extremo, para causar la muerte de un alto número de personas, cuando se causa una masacre; para causar la muerte de personas vulnerable­s… para provocar terror”.

Usted lo ha visto y lo vio muy documentad­o: a escasos 800-900 metros o un kilómetro a lo más lejano de Palacio Nacional, donde dicta verborrea diario Andrés Manuel López Obrador, fueron torturados con saña bestial y luego descuartiz­ados, dos niños mazahuas, de 12 y 14 años, respectiva­mente. Se supo del crimen cuando sus restos (piernas, orejas, manos desmembrad­as) cayeron de sus bolsas y de un “diablito” cuando los transporta­ban para deshacerse de sus cuerpos. Días, sólo días antes y en territorio de nadie, Salvatierr­a, Guanajuato, fue descubiert­a una fosa clandestin­a más, una de cientos que hay en México. ¿Restos de 59, 70, 100 seres humanos? Hay partes de entre 10 y 15 mujeres… Esto es México. País atroz y bestial.

LETRAS MINÚSCULAS

Pero Andrés Manuel López Obrador espeta: “… piensen en sus mamacitas”. Regresaré con un tríptico al respecto.

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JESÚS R. CEDILLO

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