El Churumbel
Gratos recuerdos dejó en muchos -y muchas- de mi generación aquel amable lugar que en la década de los 50 del pasado siglo llegó aquí, traído por inversionistas saltillenses. Estuvo a su cargo el excelente y entonces joven pastelero Juan Aligué, quien vino de España con su madre, doña María, catalana igual que su hijo. Lugar muy elegante era “El Churumbel”. Tenía una luciente barra de fórmica -formaica, decían unos-, con cómodos banquillos giratorios, y al frente una parrilla que permitía al cliente ver lo que un cocinero le preparaba. Lo mejor, sin embargo, eran las prodigiosas maravillas que salían de las manos de Aligué: pastelillos frágiles como figuras de Tanagra; pastas que se deshacían en la boca como si uno las hubiera soñado; galletas que con el té o el café formaban un pequeñito paraíso terrenal.
Juan Aligué ponía cuidados de artista en su trabajo, y cuando salía de su panadería con una charola en cada mano se veía igual que si Leonardo hubiera salido de su taller llevando la Mona Lisa en una mano y el retrato de Ginebra de Benci en la otra. Una sola cosa lo hacía interrumpir su obra de creador: era cinéfilo insaciable y primero se habría decidido a faltar al juicio final que a la función de cine del Palacio.
Mientras Juan estaba en el cine, su mamá doña María cuidaba de que el negocio marchara bien. No hablaba tan bien el castellano como el catalán, y esa circunstancia era dolosamente aprovechada por los ayudantes de panadería para contarle desaforados chascarrillos que ella, por no entenderlos bien, repetía a todo su sabor;
-El león le dijo al changuito: “¿No está tu mamá la changa?”, porque se la quería comer. Y el changuito le dijo: “Changa tu madre”.
Quizás fue mucho negocio aquel para Saltillo, que en cuestión de delicias de repostería se fiaba más entonces de lo que salía de horno de cada casa. El caso es que “El Churumbel” fue feneciendo y acabó por cerrar sus puertas, con tristeza de quienes todos los días las hallábamos abiertas para gozar las delicias de aquellos pasteles deliciosos y el trato de aquellas buenas gentes de Cataluña que dejaron en muchos saltillenses recuerdos que ningún tiempo borrará.