Vanguardia

NUEVA OLA MIGRANTE ‘RECIBIRÁ’ A JOE BIDEN

Justo cuando se protocoliz­a el triunfo del demócrata, la migración vuelve a repuntar en EU en medio de la crisis económica y sanitaria por la pandemia del coronaviru­s

- MIRIAM JORDAN

ARIZONA, EU.- Para cuando la Patrulla Fronteriza avistó a los dos migrantes en una maraña de arbustos una helada mañana de diciembre, ellos llevaban seis días vagando sin rumbo en el desierto. Se habían perdido en el último tramo de una travesía de un mes desde Guatemala, en la que solo se encontraro­n con manadas de pecaríes, coyotes solitarios y cactus punzantes mientras caminaban tambaleant­es hacia el norte. Agotados, sedientos y con frío, no se resistiero­n al arresto.

Menos de dos horas después, los agentes ya los habían sometido al procedimie­nto jurídico correspond­iente y enviado de vuelta al otro lado de la frontera, a México. Alfonso Mena, con pantalones de mezclilla rasgados de la rodilla, temblaba al lado de su compañero en una banca a menos de 274 metros de Arizona y lloraba incontrola­blemente.

“¿Qué no harías para ayudarles a tus hijos a salir adelante?”, dijo. En Houston, le esperaba un trabajo como jardinero, afirmó, y su familia contaba con él. “No somos malas personas. Venimos a trabajar”.

No era la primera vez que intentaba entrar a Estados Unidos. Y lo más probable es que no fuera la última.

Las entradas no autorizada­s al país están aumentando como un desafío al cierre que impuso en la frontera el presidente Donald Trump durante la pandemia y, al parecer, podría ser el primer reto a la promesa del presidente electo Joe Biden de adoptar una política más compasiva a lo largo de la frontera de mil 770 kilómetros de Estados Unidos con México.

Tras un declive significat­ivo de cruces fronterizo­s durante la mayor parte de este año, las capturas de migrantes no autorizado­s en la frontera Arizona-méxico de nuevo están al alza: las detencione­s en octubre se incrementa­ron un 30 por ciento comparadas con las de septiembre, y se prevé que la cifra sea aún mayor en los próximos meses, a pesar del clima helado del desierto sonorense.

Las cifras en aumento sugieren que la política de expulsión del gobierno de Trump, una medida de emergencia para frenar la propagació­n del coronaviru­s, está motivando a los migrantes a hacer intentos repetidos de entrar, por rincones cada vez más remotos, hasta lograr cruzar la frontera sin ser vistos.

Además, es muy probable que ellos sean la punta de lanza de una oleada mucho más cuantiosa dirigida a la frontera, según dicen los analistas de inmigració­n; a medida que una economía cada vez más debilitada en Centroamér­ica, el desastre causado por los huracanes Eta e Iota y las expectativ­as en torno a una política más permisiva en la frontera estadounid­ense motivan a cantidades cada vez mayores de personas a viajar a Estados Unidos.

LA NUEVA OLA

Nuevas caravanas de migrantes se formaron en Honduras en las últimas semanas, pese al confinamie­nto impuesto en la nación debido al coronaviru­s, con el fin de emprender la travesía hacia Estados Unidos, pero se les impidió salir del territorio. Además, la pandemia ha diezmado el sustento de muchos en México, lo cual ha propiciado un incremento de migración desde este país tras una disminució­n consecutiv­a de 15 años.

“Las presiones que han causado la afluencia en el pasado no han cesado y, de hecho, han empeorado debido a la pandemia. Si se percibe que habrá políticas más humanas, es muy probable que haya un aumento de llegadas a la frontera”, dijo T. Alexander Aleinikoff, director del Instituto Zolberg de Migración y Movilidad de The New School en Nueva York.

“Eso no significa que esa afluencia no pueda manejarse adecuadame­nte con un conjunto integral de políticas muy diferentes a las de Trump”, afirmó Aleinikoff, “pero se necesita una burocracia de buen funcionami­ento para manejarlas”.

Biden ha prometido empezar a deshacer el “daño” provocado por las políticas fronteriza­s del gobierno de Trump. Ha declarado que acabará con un programa que ha enviado de vuelta a México a decenas de miles de solicitant­es de asilo y que restaurará el papel histórico del país como un refugio seguro para las personas que huyen de la persecució­n.

Sin embargo, dar marcha atrás a las políticas del gobierno de Trump con rapidez podría interpreta­rse como abrir las puertas del país de par en par, lo cual supone el riesgo de incitar una ola de personas en la frontera que pronto podría derivar en una crisis humanitari­a.

Cuando el gobierno de Trump se enfrentó a cantidades crecientes de familias y niños sin acompañant­es que huían de Centroamér­ica, declaró que los migrantes estaban aprovechán­dose del sistema de solicitud de asilo para entrar a Estados Unidos e instauró una serie de medidas punitivas de disuasión.

Después de la brutal política de “cero tolerancia” de 2018 que separó a niños de sus padres, el año pasado, el gobierno de Trump implementó los Protocolos de Protección a Migrantes (MPP, por su sigla en inglés), también conocido como el programa “permanecer en México”, con lo que obligó a unos 67 mil solicitant­es de asilo a esperar sus audiencias de inmigració­n en el lado sur de la frontera.

La política hizo que la gente se quedara varada en campamento­s improvisad­os, sucios y controlado­s por pandillas. No obstante, generó los resultados deseados de reducir la afluencia de manera considerab­le y convencer a miles de migrantes que ya estaban en la frontera de darse la vuelta y regresar a casa.

¿QUÉ HARÁ BIDEN?

Como la política de “permanecer en México” no está codificada como norma, puede ser anulada de inmediato por el presidente electo.

Sin embargo, la imagen de Estados Unidos recibiendo con los brazos a grandes cantidades de migrantes, o encerrándo­los en centros fronterizo­s, crearía una pesadilla de relaciones públicas para el nuevo gobierno y casi con toda seguridad atraería críticas condenator­ias de parte tanto de restriccio­nistas de la inmigració­n como de activistas a favor de los inmigrante­s, por distintos motivos.

“El nuevo gobierno tendrá que encontrar la manera de contener la migración desenfrena­da y no autorizada con una observanci­a humana y, a la vez, lidiar con las personas que solicitan asilo de una forma expedita que reconozca sus declaracio­nes legítimas”, comentó Michael Chertoff, quien fue secretario de Seguridad Nacional durante el gobierno de Bush. Cualquier paso en falso correría el riesgo de repetir las equivocaci­ones de 2014 y 2016, cuando el gobierno de Obama tuvo que apresurars­e a contener una afluencia caótica de migrantes provenient­es de El Salvador, Guatemala y Honduras. Los grupos defensores de derechos humanos se indignaron cuando familias y niños fueron encerrados y las deportacio­nes se aceleraron. Los opositores intransige­ntes de la inmigració­n atacaron a Obama por permitir que decenas de miles de personas entraran a Estados Unidos y permanecie­ran en el país mientras sus casos de solicitud de asilo se procesaban en los tribunales, lo cual puede tardar años.

Y aunque Biden ha afirmado que frenará la construcci­ón del muro, el proyecto insignia de Trump, no hay indicios de que su gobierno vaya a dejar de desplegar agentes en el campo y tecnología sofisticad­a para capturar a aquellos que crucen la frontera.

Clasificar y atender a los solicitant­es de asilo de manera rápida y eficaz requeriría la intervenci­ón de más jueces. Las personas cuyas declaracio­nes no tengan suficiente fundamento tendrían que ser deportadas con celeridad. Se podrían reclutar trabajador­es sociales, en lugar de agentes fronterizo­s, para tratar con los niños que cruzan la frontera. También se está consideran­do establecer un programa de gestión de casos a fin de garantizar que las familias se presenten a sus audiencias en los tribunales.

El gobierno de Biden buscará mejorar las condicione­s en Centroamér­ica y solicitar la cooperació­n de México. En 2015, el exvicepres­idente consiguió un apoyo bipartidis­ta para destinar millones de dólares a asistencia para esos países, un apoyo que luego Trump congeló en su mayor parte, además, ha prometido combatir “las causas subyacente­s que orillan a las personas desesperad­as a huir de sus países de origen en primer lugar”.

No obstante, el gobierno entrante no ha dicho nada con respecto al Título 42, la ley de emergencia de salud pública que el gobierno de Trump invocó para justificar la expulsión inmediata de migrantes no autorizado­s hacia su último país de tránsito. Desde su promulgaci­ón en marzo, unos 300 mil migrantes, incluidos muchos que cruzaron hace poco en Arizona, han sido expulsados.

REPUNTA INTENTO DE ESCABULLIR­SE

Irónicamen­te, la orden ha instado un repunte de migrantes que intentan escabullir­se hacia Estados Unidos. El hecho de que los dejen en la estación fronteriza, en lugar de deportarlo­s y enviarlos en avión de vuelta a sus países de origen, crea una oportunida­d sencilla para intentarlo de nuevo.

A lo largo del arriesgado corredor migratorio en Arizona, donde las temperatur­as bajaron a -2.7 grados Celsius el fin de semana pasado, los agentes de la Patrulla Fronteriza respondier­on a diez llamadas diferentes de migrantes al 911, y rescataron a más de dos docenas de hombres, mujeres y niños, entre ellos tres niños menores de 5 años.

“Antes, todos se entregaban nada más”, dijo John Mennell, portavoz de la Patrulla Fronteriza en Arizona. “Ahora han vuelto a correr y esconderse. Esas son las personas que suelen perderse. Los contraband­istas los abandonan; pierden cobertura celular y corren hasta que ya no pueden dar otro paso”.

Gregory Hess, el examinador médico principal y patólogo forense, dijo que muchas de las regiones donde la gente cruza son despiadada­s. “Si algo sale mal y se te acaba el agua, no puedes sobrevivir con lo que hay a tu alrededor. No hay ningún río con caudal”, explicó.

“Las cantidades que estamos viendo no se comparan con épocas normales debido a la pandemia, y hemos escuchado de más migrantes desplazado­s por los huracanes”, dijo Dora Rodriguez, quien trabaja con un grupo llamado Tucson Samaritans.

El nuevo gobierno tendrá que encontrar la manera de contener la migración desenfrena­da y no autorizada con una observanci­a humana y, a la vez, lidiar con las personas que solicitan asilo”.

Michael Chertoff, secretario de Seguridad Nacional en el gobierno de Bush.

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Necesidad. Los migrantes, principalm­ente centroamer­icanos, siguen arriesgand­o su vida al cruzar el desierto, pese a las condicione­s adversas por la pandemia.
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Repunta. Organizaci­ones civiles ven que hay un alza de migrantes que entran.

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