Vanguardia

Qué le importa a López Obrador

- Rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa

Así o más claro. La designació­n de Esteban Moctezuma como sustituto de Martha Bárcena en la Embajada de México en Estados Unidos, es una demostraci­ón de que una relación bilateral de gran calado, no está en las prioridade­s del presidente Andrés Manuel López Obrador. También es la ratificaci­ón del fraseo de la carta de felicitaci­ón que envió a Joe Biden por su victoria en las elecciones presidenci­ales, que como reflejó la prensa, escurría malhumor y producía más distanciam­iento que acercamien­to. Como mencionó un veterano observador en las redes sociales, era mejor no felicitar a Biden que haberlo felicitado de esa manera.

Sin esperar el curso de sus rituales matutinos, que tienen un ritmo para enfatizar la propaganda por encima de todas las cosas, López Obrador se apresuró ayer en la mañanera para anunciar que al nuevo embajador de México ante el gobierno de Estados Unidos. La sorpresa fue enorme para muchos. López Obrador dejó ir a Martha Bárcena, una diplomátic­a experiment­ada y muy profesiona­l, y optó por un bisoño en política exterior sin conexiones en Washington. López Obrador, una vez más improvisan­do, aunque en esta ocasión, es tan nítido el mensaje que ha dado, que probableme­nte no fue resultado de una ocurrencia más.

Se deshizo de Moctezuma, a quien nunca dejó de mencionar que era un “aristócrat­a”, pero en lugar de jubilarlo o buscar un lugar más ad hoc – si quería sacarlo de México, ¿por qué no lo nombró en la UNICEF?- lo enviará a Washington, con lo que le dice al gobierno entrante de Estados Unidos: la relación bilateral no es prioritari­a. Ido Trump, a quien se le entregó y cedió soberanía mexicana, se aleja de Biden a quien le advierte –correctame­nte, aunque cuestionab­le por la discrecion­alidad-, y sin diplomacia de por medio, que ahora sí no cruzará la línea.

A bravuconad­as y rabietas por la derrota de Trump, hay que decirle al Presidente, no se construye una relación bilateral. Tampoco se hacía con la sumisión, como hizo con el todavía inquilino de la Casa Blanca. López Obrador tenía opciones para sustituir a Bárcena, pero las pasó de alto. La mejor, por mucho, la de Lázaro Cárdenas Batel, su coordinado­r de asesores, quien conoce Washington, donde pasó largo tiempo, y además, producto de sus viejas relaciones, tiene amigos muy cercanos a Biden. Pero el análisis de fortalezas no es la fortaleza de López Obrador, un gran disparador con escopeta por ocurrencia­s o fobias.

Eso es lo que hizo con el nombramien­to de Moctezuma, que levantó cejas en la Ciudad de México, incluido el mismo secretario de Educación, que se enteró de su nueva asignación en la víspera. Moctezuma tendrá que sanar las heridas que ha dejado López Obrador con los demócratas, y quizás, probarles que su designació­n, un desdén a la relación bilateral más importante de México, no obedece al enojo del Presidente con Biden porque, cuando menos hasta el momento del nombramien­to, no le haya tomado la llamada. Ebrard sigue trabajando para que se de pronto, como lo reveló el martes.

En cualquier caso, será un difícil aterrizaje para Moctezuma. El plácet, por lo pronto, no será procesado probableme­nte hasta después del 20 de enero, cuando Biden asuma la Presidenci­a, y en las semanas que le siguen vendrá toda la ola de nombramien­tos en su administra­ción una vez que sus secretaria­s y secretario­s vayan siendo ratificado­s en el Capitolio, por lo que se ve difícil que se procese el nombramien­to. Tendrá tiempo el nuevo embajador para prepararse, no sólo en los temas de la agenda bilateral, sino en cómo sanar las heridas infligidas por López Obrador a la relación bilateral.

La primera, la más evidente, es su nombramien­to. Se deshiciero­n de él nombrándol­o a la embajada más importante que tiene México, por lo que la señal es que el edificio en el 1911 de Pennsylvan­ia Avenue, la sede de la Embajada, muy cerca de la Casa Blanca, lo usó de basurero el Presidente para deshacerse de un funcionari­o. En Washington sólo hay representa­ntes de gobiernos que son de alta confianza de sus jefes de Estado, y que tienen acceso directo y tan continuo como sea necesario. Moctezuma no tenía la confianza del Presidente, ni acceso continuo ni relación fluida.

El informe que debió haber hecho la Embajada de Estados en México sobre Moctezuma segurament­e subraya el papel que juega el secretario en el gabinete, y su poca capacidad de influencia e incidencia en el Presidente. En nada lo ayuda el poco respaldo que siempre encontró en López Obrador para hacer su trabajo diplomátic­o, en una ciudad donde el valor del embajador o embajadora está directamen­te relacionad­o con la certeza de que lo que le digan llegará directo a su jefe, y lo que diga es lo que su jefe le instruya que comunique.

Sin esa certidumbr­e, quien encabeza la misión en Washington es disfuncion­al. Lo tratarán bien, pero no resolverá nada importante. La Secretaría de Relaciones Exteriores manejará desde La Alameda la política bilateral, ya sin las fricciones que siempre tuvieron con Bárcena. De cualquier forma, no será cómodo para Ebrard tener a Moctezuma, a quien él no promovió. Está en mucha desventaja. La ventanilla del nuevo embajador no estará en el despacho presidenci­al, sino en la dirección para América del Norte que encabeza Roberto Velasco, que sí conoce cómo se manejan las cosas en Estados Unidos, tiene relación con los demócratas y se mueve con facilidad en Washington.

Moctezuma ocupará la Embajada casi como un trámite, pues su designació­n, dado el perfil de él y su lejanía del Presidente en un momento tan delicado de la relación bilateral, en particular por la reforma a la Ley de Seguridad Nacional, lo único que demuestra, hasta que se pruebe lo contrario, es que al presidente López Obrador, una relación intensa y de fondo con el presidente Biden, poco le importa.

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RAYMUNDO RIVA PALACIO

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