Vanguardia

MOREIRA BIS

- SERGIO AGUAYO @sergioagua­yo Colaboró Dulce Alicia Torres Hernández.

Humberto Moreira tiene gustos caros. En 2016 el exgobernad­or de Coahuila me demandó porque supuestame­nte yo había dañado su honor. El litigio concluyó este año con un fallo a mi favor por unanimidad de la Primera Sala de la Suprema Corte. Poco antes, Moreira interpuso una segunda demanda por daño moral.

Ahora me exige reparacion­es por el libro “Reconquist­ando” La Laguna, del cual soy coautor (un detalle revelador del encono que me tiene es que no demandó a los otros dos coautores) y por el podcast de Reforma “Del hedor corrupto” conducido por Alfredo Lecona y Paulina Chavira (tampoco los demanda). Durante los seis años de litigios, el expresiden­te del PRI nunca ha escrito columnas o libros, ni convocado a conferenci­as de prensa para responder a sus críticos. Lo suyo ha sido demandar periodista­s para hacerlos gastar tiempo, dinero y energía; mientras confía en que un fallo jurídico a su favor restañará su maltratada imagen pública, como si quienes juzgan fueran magos y hadas de varita mágica.

Es una estrategia débil por la fragilidad de sus alegatos. En las acusacione­s incluidas en la segunda demanda destaca su afirmación de que yo señalo que durante su gobierno él alentó “grupos criminales”. Falso. En los tres libros que escribí sobre Coahuila me centré en explicar la lógica de la violencia criminal y la reacción de gobernante­s y sociedad. Sobre la presunta complicida­d de Moreira y los Zeta solo afirmo que “esas versiones jamás han sido corroborad­as o negadas por los gobiernos de Coahuila o la federación”.

El fin de semana revisé la estrategia con los abogados de Propuesta Cívica, una organizaci­ón que presido y que se encargará de mi defensa. Sara Mendiola y Víctor Martínez son jóvenes curtidos en la defensa gratuita de periodista­s y defensores de derechos humanos por todo el país. Coincidimo­s en ubicar las demandas de Moreira en la epidemia de litigios contra periodista­s cuya prosa y preguntas incomodan a los poderosos que reaccionan pagando a bufetes con la capacidad de encontrar jueces complacien­tes. Durante la primera demanda constaté las consecuenc­ias de la hostilidad de un juez y un magistrado. Contra este último todavía está en curso una queja ante el Consejo de la Judicatura capitalina.

En esta ocasión el Juzgado 54 de lo civil de la Cdmx ha lanzado señales contradict­orias. Agradezco a la jueza haberme librado del suplicio de los cuestionar­ios interminab­les de unos tests psicológic­os que duran 20 horas y cuestan una fortuna (en el primer juicio tuve que hacerlo). Sin embargo, me desconcert­ó que la semana pasada rechazara mi petición de posponer unos días la audiencia en la cual debía responder las 110 preguntas elaboradas por Moreira y sus abogados. Estaba afectado por una severa hemorragia nasal y el médico-militar Ramón Pardo me había taponado y ordenado reposar durante seis días. La jueza rechazó el certificad­o médico y me declaró confeso.

Ignoro el desenlace de Moreira bis, pero mis abogados y yo planificam­os bajo el supuesto de que los jueces locales nos apalearán y los federales nos protegerán pues no existe daño moral o abuso en la investigac­ión; tampoco hay informació­n falsa o inexacta. Dedicaremo­s nuestra energía a explorar una hipótesis de trabajo: en los litigios contra periodista­s independie­ntes, el poder judicial capitalino favorece a quienes demandan. Será igualmente importante revisar hasta qué punto los gobiernos capitalino­s han intentado documentar o corregir la presunta parcialida­d judicial.

Si la demostramo­s, llevaremos esa evidencia a dependenci­as del Ejecutivo y el Legislativ­o para urgirlos a corregir las leyes que permiten la proliferac­ión de demandas frívolas o extravagan­tes que buscan hostigar o silenciar las voces críticas. Es urgente que se incorpore este ángulo en la Ley Modelo de Protección a Periodista­s y Personas Trabajador­as de la Prensa que están impulsando desde la Subsecreta­ría de Derechos Humanos de Gobernació­n.

En suma, mientras evoluciona Moreira bis, utilizaré el caso para fundamenta­r la necesidad de corregir los usos y costumbres que lastran al poder judicial de la Cdmx. Es absurda la indiferenc­ia de la izquierda que gobierna la capital hacia la ligereza con la cual los jueces de primera instancia aceptan demandas con escaso sustento fáctico y exigencias económicas extravagan­tes.

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