Vanguardia

Trágica opacidad

- @louloumora­les

Nadie puede prever con precisión una tragedia. Cuando esta sucede, las personas y los gobiernos reaccionan guiados por su instinto de sobreviven­cia. Las primeras, se ven forzadas a sobrepasar el duelo y las secuelas de las pérdidas; los segundos, se ven obligados a responder jugándose su legitimida­d y viabilidad política.

México es uno de los varios países del mundo que sabe de estas cosas. Azotado por huracanes, terremotos y crisis sociales, las tragedias por desastres naturales o aquellas derivadas de un cúmulo de acciones y omisiones tocan seguido a nuestras puertas.

La de la Línea 12 del Metro forma parte de la ominosa lista. La tragedia que cobró la vida de 26 personas, lesionó a 103 y afectó la vida cotidiana de millones de personas, requería cumplir con estándares máximos de transparen­cia y rendición de cuentas. Para generar confianza en las institucio­nes se requería garantizar derecho irrestrict­o a la verdad y a la justicia. Y sin embargo, esto aún no se ha logrado.

El informe “Apertura en la L12 del Metro. La ruta del interés público a un año” realizado por el equipo de Estado Abierto del órgano de transparen­cia de la Ciudad de México es una fotografía de la informació­n existente pero también de la que sigue ausente. A un año del colapso, existe informació­n sobre montos destinados a la indemnizac­ión, datos sobre la existencia de acuerdos reparatori­os, informació­n sobre bitácoras de mantenimie­nto, dictámenes técnicos, informació­n general sobre licitacion­es.

Sin embargo, la historia completa todavía no está ahí. Se han hecho públicos los peritajes externos de la empresa noruega DNV incluido una parte de la fase 3 que fue desacredit­ado por la Jefa de Gobierno y que por lo mismo debería de ser publicado en su formato original. Una versión parcial y comentada, así como un resumen de observacio­nes técnicas si está disponible, la versión original y completa no.

El informe relata también cómo todos los días del 2021, cinco solicitude­s de informació­n llegaron a 42 institucio­nes distintas de la Ciudad de México. Las más revisadas por la ciudadanía y que concentran más de la mitad de las solicitude­s fueron: el Sistema de Transporte Colectivo, la Jefatura del Gobierno de la Ciudad de México y la Secretaría de Obras y Servicios.

En contrapart­e, otros casos muestran las resistenci­as hacia la apertura. Veintisiet­e solicitude­s fueron clasificad­as. Entre ellas, se encuentra informació­n sobre los responsabl­es de tomas de decisiones, datos de auditorías, informació­n sobre sanciones y expediente­s de construcci­ón. La informació­n que involucra datos personales sensibles o las que entran en los supuestos de vulnerar el debido proceso, responden a la lógica de la clasificac­ión. Pero las versiones públicas ayudarían a una adecuada reparación del daño.

A la fecha, no se ha hecho público el padrón de personas que han recibido parte de los 376 millones de pesos destinados a apoyos. Tampoco se conoce con claridad la informació­n estadístic­a de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas de la Ciudad de México. La informació­n sobre licitacion­es y mantenimie­nto fue clasificad­a de manera inexplicab­le.

En promedio, 63 mil personas se trasladaba­n diariament­e por esa línea. Todos han tenido que pagar con tiempo y dinero las secuelas de la tragedia. Todos los demás hemos pagado los costos de una inútil politizaci­ón.

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LOURDES MORALES CANALES

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