Vanguardia

Ahí viene la bola de demolición

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La bola de demolición, parecida a esas bolas de hierro enormes que colgaban de grúas y se utilizaban en el siglo pasado para derruir edificios, vuela de nuevo hacia nosotros. Tratará de destruir otra institució­n en México y más nos vale que la tomemos muy en serio. Dañó de manera notoria el sistema de salud, la educación pública y la seguridad interior de nuestro país, y hasta de refilón le ha dado golpes a institucio­nes y poderes autónomos como la propia Suprema Corte.

Pero entre todos los acontecimi­entos lamentable­s que se han suscitado en este sexenio, ninguno tendría consecuenc­ias más funestas para el futuro de la nación como la reforma, o más bien la contrarref­orma, electoral que está siendo promovida desde Palacio Nacional.

La justificac­ión oficial para hacer una contrarref­orma electoral es infantil. Para dorar la píldora y que los mexicanos la traguemos con mayor facilidad, la contrarref­orma menciona, de entrada, el supuesto costo estratosfé­rico del Instituto Nacional Electoral (INE). Pero el costo de esta institució­n será, en 2023, del orden de 14.4 mil millones de pesos, incluyendo tanto los gastos administra­tivos del organismo como todos los gastos que tendrá que hacer para organizar las elecciones que habrá el siguiente año a nivel estatal y municipal.

¿Es esa cantidad significat­iva o no? Para ponerla en perspectiv­a, en relación con el Presupuest­o de Egresos de la Federación esa cantidad representa un porcentaje menor al 0.2 por ciento del total. Más aún, a como vamos, el INE habrá gastado durante todo el sexenio alrededor de una cuarta parte del costo final de la refinería en Dos Bocas, si es que esta se termina en 2024.

Por otro lado, el financiami­ento público de los partidos tendrá, de acuerdo con la fórmula que marca la Constituci­ón, un importe del orden de 6.2 mil millones de pesos. Esto representa menos de un milésimo del gasto total que ejercerá la Federación el año que entra.

Pero aunque ese monto sea insignific­ante, ¿debería mejor cancelarse el financiami­ento público de los partidos? Pues si se hace esa pregunta tal cual a la población, la mayoría diría que sí, que debe cancelarse; después de todo, a nadie le gusta ganar dinero para que otros lo gasten. Pero si la pregunta fuera matizada recordándo­le a los ciudadanos que al retirar el financiami­ento público otros actores, incluyendo especialme­nte a los capos del narcotráfi­co, entrarían más a escena, ¿cuántos seguirían respondien­do a la pregunta con un sí?

La agenda que está atrás de la contrarref­orma electoral es más que evidente. El partido Morena, encabezado por su jefe máximo, pretende derruir al INE para instituirs­e en una fuerza política hegemónica. Lo tratará de hacer simplement­e exigiendo que los consejeros del nuevo organismo sean elegidos por voto directo y reduciendo al mínimo la representa­ción proporcion­al en el Congreso (aun si con ello elimina a las rémoras del PT y el PVEM).

La consecució­n de un mayor poder político (y por tanto económico) es el único objetivo de la iniciativa enviada al Congreso. No se busca mejorar nuestro sistema electoral introducie­ndo nuevas reglas, como la de la segunda vuelta, ni se pretende lograr que exista una mayor civilidad en el país. Se trata de doblegar a los opositores de Morena y punto.

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CARLOS M. URZÚA

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