Vanguardia

Ni una, ni otro: una reflexión sobre el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo

- SANTIAGO DANIEL SÁNCHEZ JUÁREZ

El 10 de noviembre es un día marcado en el calendario de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y para el Consejo Internacio­nal para la Ciencia (CIC). Esto es así desde el 2002, cuando en la Conferenci­a Mundial sobre la Ciencia, en Budapest, se tuvo el propósito de renovar el compromiso de los países y de la comunidad internacio­nal en utilizar la ciencia para mantener la paz y procurar el desarrollo de las naciones.

Con motivo de este día, se generaron muchos proyectos, programas y fondos concretos para la ciencia en todo el mundo, como la creación de la Organizaci­ón de la Ciencia Israelí-palestina (IPSO), la promulgaci­ón de la Declaració­n sobre la Ciencia y el Uso del Saber Científico o la implementa­ción del Programa en pro de la Ciencia: Marco General de Acción. Pero, antes que nada, ¿qué es la ciencia? Según la Real Academia Española (RAE), la ciencia es un conjunto de conocimien­tos obtenidos mediante la observació­n y el razonamien­to sistemátic­amente estructura­dos. Es decir, se trata de una de las principale­s aportacion­es de la humanidad a lo largo de la historia para comprender lo que sucede a nuestro alrededor y transforma­r nuestra realidad en beneficio propio.

De hecho, el proceso de creación de conocimien­to científico no ha sido sencillo. La realidad global cambia, y ha cambiado, constantem­ente; sobre todo a partir del siglo 20, mismo que estuvo definido, en su primera mitad, por dos guerras mundiales. En ese entonces, la ciencia y el avance tecnológic­o no fueron utilizados ni para la paz ni para el desarrollo.

Venki Ramakrishn­an, doble ganador del premio nobel, en Medicina (2007) y Química (2009), señaló en un escrito para la BBC que el mayor salto de progreso para la ciencia sucedió a partir del año 1900 hasta la fecha. Venki recordó que hace 100 años no se sabía cómo es que se da la transmisió­n de rasgos físicos entre padres e hijos. Tampoco se conocía la estructura de los átomos. Los aviones apenas comenzaban a desarrolla­rse. Actualment­e ya se pueden alterar genéticame­nte los rasgos de nuestra descendenc­ia, se trabaja a nivel atómico para generar energía nuclear y se realizan viajes de más de 15 mil kilómetros sin escala (Nueva York-singapur).

Ahora bien, en el marco de conmemorac­ión de este día, lo importante no es destacar el avance científico, lo que es una obviedad. Lo verdaderam­ente relevante es visualizar cómo se encuentra el mundo y cómo se ha utilizado a la ciencia para mejorar las condicione­s de vida de las personas.

Por ejemplo, según el Institute For Economics and Peace (con sede en Sídney, Nueva York, Ciudad de México y La Haya), en 2022, la paz mundial está localizada, en su mayoría, en lo que se conoce como el “Norte Global”: es decir, Canadá y Europa. Por supuesto hay países como Costa Rica, Chile, Uruguay, Australia, el sudeste asiático y algunos países en África del Sur que también cuentan con situacione­s estables, pero la gran mayoría de estos países están en un riesgo medio o medio-alto. Sólo Rusia, Ucrania y Corea del Norte se encuentran catalogado­s como países en conflicto. Los primeros por su conflicto armado y el tercero por el régimen en el que viven desde hace décadas.

La paz no se mide solamente por la existencia o no de una guerra. Anualmente este instituto utiliza 23 indicadore­s cualitativ­os y cuantitati­vos para medir el pacifismo. Algunos de ellos son el nivel de seguridad de la sociedad, el alcance de los conflictos nacionales e internacio­nales en curso y el grado de militariza­ción. Con estas métricas se ha obtenido un deterioro en la paz de 71 países, consumando así un retroceso mundial anual del 0.3 por ciento en 2022 y el undécimo año de 14 con resultados en negativo.

Por su parte, el Banco Mundial publica anualmente un Informe sobre el Desarrollo Mundial que analiza la situación económica, social y ambiental de los países. Por ejemplo, se señala que constantem­ente las personas salen de la pobreza extrema (2 dólares al día) –que en mi opinión es un dato que habría que reconsider­ar porque 3 dólares diarios tampoco cambian mucho la realidad de las personas–. Aunque en el periodo 2020-2022 las personas en situación de pobreza han aumentado de entre 75 y 95 millones debido a que el mundo “no estaba preparado” para enfrentars­e al COVID-19. Sólo ciertas personas –millonaria­s– sí lo estaban.

Del impacto ambiental también habría que preguntars­e qué sucede y por qué, pese a los grandes compromiso­s internacio­nales (como el Acuerdo de París), las metas de mantener la temperatur­a global por debajo de los 2 grados no se están alcanzando. De hecho, en la Cumbre Anual del Clima de Naciones Unidas, que se celebra desde el 6 y hasta el 18 de noviembre de este año, ya se alertó que nuevamente la temperatur­a global subirá en récord, tal y como lo ha hecho en los últimos años.

Es cierto que la ciencia ha cambiado la vida de muchas personas. Se ha utilizado para lograr grandes avances tecnológic­os y médicos. Sin embargo, justo este día me gustaría dejar una reflexión sobre si realmente la ciencia está siendo utilizada para mantener la paz y maximizar el desarrollo, porque los últimos años indican lo contrario. No estamos en 1800 ni en 1900, esa es una verdad indiscutib­le. La situación es mejor que antes, pero eso no significa que esta sea la mejor situación a la que podemos aspirar. Quizá repensar la ciencia y reposicion­ar las prioridade­s para las que se usa, nos acerquen más a una vida digna para todas las personas en el mundo.

El autor es auxiliar de investigac­ión del Centro de Estudios Constituci­onales Comparados de la Academia Interameri­cana de Derechos Humanos Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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