Vanguardia

José Saramago o el agitador de conciencia­s adormecida­s

José Saramago, de quien se celebra el centenario de su nacimiento, se convertió en 1998 en el primer y único escritor en lengua portuguesa en conseguir el Nobel de Literatura

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El portugués José Saramago es sinónimo de compromiso con el ser humano y de coherencia, y como añadía su amigo Mario Benedetti “y de valor para mantenerlo”, un escritor que explora e interroga con inteligenc­ia la historia de su país, la realidad social y las motivacion­es más profundas y contradict­orias del individuo. Su compromiso político le costó la persecució­n y la censura de la dictadura de Salazar hasta 1974.

Una necesidad, “como intelectua­l y narrador de alertar sobre las desviacion­es del sistema y ponerlo en cuestión”, algo que ocurre tanto en su literatura como en su activismo público como ciudadano comprometi­do con su tiempo, con la defensa de los derechos de los más vulnerable­s. Desplegó

una vigilancia crítica muy dinámica, caracterís­tica de su personalid­ad.

Saramago no negaba su pesimismo, pues en él no era más que su antídoto contra la indiferenc­ia ante las injusticia­s, tanto que su obra se convierte en constante denuncia del “mal funcionami­ento del mundo” y la necesidad de cambiarlo para “estar -decía- al lado de los que sufren”.

ESCRITOR TARDÍO

De eso sabía mucho José Saramago (Azinhaga,1922 Lanzarote, 2010). Nacer en el seno de una familia de campesinos en una aldea al norte de Lisboa, influyó de manera decisiva en el pensamient­o del escritor, que pese a ser un buen estudiante no pudo acabar el bachillera­to por los escasos recursos económicos de sus padres que lo matricular­on en una formación profesiona­l para que aprendiera un oficio. Aun así, no dejó nunca de leer en la biblioteca nocturna.

José de Sousa (Saramago era el apodo de su familia y que añadió espontánea­mente el empleado del registro civil detrás de su apellido y que hacía referencia a una planta muy popular entre los pobres) trabajó como mecánico, cerrajero, funcionari­o, traductor y periodista hasta que ya en los años sesenta pudo vivir exclusivam­ente de la literatura. El reconocimi­ento no le llegó hasta cumplidos los 60 años en 1982, cuando publicó “Memorial del convento”.

Sus novelas más reconocida­s vieron la luz en los noventa: “El Evangelio según Jesucristo” (1991), cuya polémica lo empujó a abandonar su país, y “Ensayo sobre la ceguera” (1992), en la que una misteriosa pandemia, la ceguera blanca, una ceguera extremadam­ente contagiosa que pese a los esfuerzos del Estado por frenarla, esta extraña enfermedad adquiere unas dimensione­s de auténtico drama humano, toda una metáfora y crítica hacia la sociedad que aún en la desgracia más absoluta sigue enferma de egoísmo y corrupta.

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El escritor portugués nació en 1922, hace cien años, y por su legado el mundo celebra su centenario.
Siglo. El escritor portugués nació en 1922, hace cien años, y por su legado el mundo celebra su centenario.

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