¿Despertar ciudadano?
En México la oposición al gobierno de Andrés Manuel López Obrador esta profundamente dividida. No sólo en términos ideológicos, sino también en cuestión de principios y prioridades a impulsar desde la oposición misma y en su caso desde el gobierno. López Obrador ganó con el voto mayoritario de los electores que votaron el día de la elección presidencial de 2018. Hoy, aunque tiene la típica aprobación de un presidente de México, a excepción de Enrique Peña Nieto, está lejos de contar con ese apoyo mayoritario que lo llevó al poder. Entre otras cosas porque el ciudadano común sabe que no se puede reelegir y porque en los rubros más importantes de medición, economía y seguridad, esta reprobado por el mismo pueblo que en su mayoría sigue aprobando a su persona.
Muy pocas son las cosas y las causas que unen a la oposición en México. Una de ellas es Andrés Manuel mismo. Pero hay otras, en particular cuando el Presidente decide atacar a personas, grupos o instituciones que no le pertenecen a partido político o corriente ideológica alguna, sino que más bien tienen el apoyo unánime de estas. Por el contrario, cuando un tema, que no es de su agrado, divide a la oposición, está en terreno fértil y su triunfo es un mero trámite. El último ejemplo fue la militarización de la seguridad pública.
Cuando la causa o institución está libre de carga ideológica o dueño partidista, por lo general se topa con pared. Por ejemplo, pasó de ser crítico a impulsor del Teletón. Su intento por controlar la Universidad Nacional le duró menos de una semana. Mejor reviro y enfocó baterías contra el CIDE. Ahora le tocó al Instituto Nacional Electoral. Lo pudo dejar en el mero debate y crítica desde las mañaneras. Pero a falta de oponente lo quiso llevar al plano legislativo formal con una reforma constitucional. Algo sabe AMLO que nosotros no sabemos. Si bien es necio, tampoco creo que sea kamikaze. A nadie le gusta perder y está claro que al Presidente menos. Supongo que sabe que tiene controlado al PRI de Alejandro Moreno y Rubén Moreira. Ese par venden hasta a su mamá con tal de beneficiarse a sí mismos.
Lo que no calculó fue el despertar ciudadano que causaría la ofensiva gubernamental en contra del INE. Su reforma, aunque tiene elementos interesantes y discutibles, son meras zanahorias para que sectores de la oposición acepten lo inaceptable. Mandar a elección nacional a consejeros del INE y magistrados es una locura cuya premeditación, alevosía y ventaja apunta a un deseo de controlar la institución. Las propuestas que pedirían el voto ciudadano saldrían de un Legislativo, Ejecutivo y Judicial controlados por López. Más aún, todos sabemos que una campaña nacional es costosísima, alguien la tendrá que pagar y los únicos con estructura para ello son el gobierno y los partidos políticos. Si todas las propuestas son de AMLO el INE será suyo.
Su intentó de tomar al INE parece haber despertado a la ciudadanía mexicana que se opone al Presidente e incluso muchos de los que lo apoyan y apoyaban. La marcha del domingo fue a todas luces exitosa y muy cuidada. Participaron en ella las más variadas corrientes ideológicas, no hubo gato encerrado, el objetivo era uno, como uno fue el orador del evento, José Woldenberg, el primer Presidente de un instituto electoral autónomo en México.
El discurso de Woldenberg fue acertado y muy cuidado. También fue un recordatorio de lo bueno que sí se ha hecho en México. Las buenas noticias por lo general no son noticias. Pero basta comparar con las elecciones que se tenían antes de 1997 y las que se tuvieron después. Igual de prudente fue al señalar que no es ni de lejos la panacea añorada. Es apenas una etapa germinal de un México deseado. Pero retroceder no es una opción. Si en algo coincide la mayoría de los mexicanos, es que somos muy diferentes, pero algún mecanismo debemos tener para procesar nuestras diferencias. Ese mecanismo es la democracia electoral. Tras ese consenso, el reto es gigantesco. Pero no por ello debemos dinamitar lo avanzado.