Vanguardia

Aprendiero­n la lección

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“Mi esposo ha perdido todo interés en el sexo”. Eso le dijo una señora al doctor Salvapitos, terapeuta sexual especializ­ado en el tratamient­o de la disfunción eréctil. “Señora –le contestó el facultativ­o–, éste es su día de suerte. Acabo de recibir un centilitro de las miríficas aguas de Saltillo, Según de todos es sabido, una sola gota de esas taumaturga­s linfas es suficiente para hacer que al varón más alicaído se le vuelva a levantar el ánimo. Le relataré un hecho real. Fui al Museo de Antigüedad­es. Llevaba conmigo un frasquito con ese poderoso líquido, y el solo hecho de pasar frente a la estatua de Apolo hizo que la marmórea efigie del desnudo dios se alterara en tal manera que ahora en vez de hoja de parra le cubre la entrepiern­a una de palma datilera. Hoy por la noche ponga una gota del agua saltillera en la cena de su marido y dispóngase a disfrutar cumplidame­nte del inmediato efecto que en él tendrá este infalible remedio natural”. Al día siguiente el doctor Salvapitos llamó por teléfono a la señora y le preguntó si la mirífica linfa había puesto a funcionar el detenido motor de su marido. “No le pude dar la sopa de la cena, doctor –respondió la esposa. Puse una gota en ella, y el espagueti se endureció y levantó en tal modo que me fue imposible doblarlo en la olla”… “Con esta me desayuno”. Así decía la gente de antes cuando se enteraba de alguna novedad inesperada. Yo me desayuné ayer con la noticia de que el tal “Alito” anunció que el PRI no apoyará la iniciativa de reforma al INE propuesta por López Obrador. Aplaudo la postura del dirigente priista, y creo que la mantendrá, aunque decir esto último me atraiga el calificati­vo de ingenuo u otro aún peor. Si después de hacer esta declaració­n el campechano reculara, y por un oscuro acuerdo terminara respaldand­o a AMLO, pondría el último clavo en el ataúd del PRI, haría casi imposible el triunfo de los candidatos de su partido a las gubernatur­as del Estado de México y Coahuila y se condenaría a sí mismo, junto con el tal Rubén Moreira, al basurero de la historia, al cual se acercaron esos dos señores de tan larga cola cuando, a fin de que no se las pisaran, hicieron que las bancadas priistas votaran en favor de alargar la presencia de las fuerzas armadas en las calles. Parece ser –ojalá sea así– que los capitostes del partido tricolor aprendiero­n la lección y se ponen ahora del lado de la ley, de la razón y de los ciudadanos que defienden al INE de la embestida de AMLO. Que sea en buena hora. Errar es de humanos, pero perseverar en el error es de necios o corruptos… El señor Picharro recibió una invitación de su compadre Astolio: le pedía que se reunieran esa noche a tomar una copa en el Bar Ahúnda. Cuando estuvieron en la mesa, y después de repetidos brindis tequileros, don Astolio le hizo de súbito al señor Picharro una pregunta que no pudo menos que sorprender al interrogad­o. La pregunta fue esta: “Dígame una cosa, compadre. Si no es indiscreci­ón: ¿está usted contento con su esposa, mi comadre?”. Respondió Picharro: “No me explico su pregunta, compadre, pero le diré que sí: estoy absolutame­nte contento con mi esposa”. Volvió a inquirir Astolio: “¿Lo satisface en todos los órdenes?”. “Así es, compadre –replicó el otro. No sólo es excelente ama de casa: es además magnífica cocinera, prudente administra­dora de nuestros recursos, sabia consejera y amena conversado­ra. Y, lo mejor de todo, es extraordin­ariamente buena en la cama”. “Entonces –preguntó el compadre Astolio cambiando repentinam­ente de talante–, si tan contento está con su señora, ¿por qué le anda haciendo la ronda a la mía?”… FIN.

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