Vanguardia

Y a todo esto, ¿cuántas personas marcharon?

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El domingo pasado trajo consigo un parteaguas en la historia mexicana y por supuesto un momento de inflexión para la actual administra­ción federal. Varios sectores de la población tomaron las calles para protestar en contra de la reforma electoral promovida por el presidente López Obrador. Segurament­e, una buena parte de las y los manifestan­tes desconocía el contenido integral de la propuesta. Sabían, sin embargo, que la autonomía del árbitro electoral se encuentra bajo amenaza y con ello, también la incipiente democracia mexicana, si es que en los tiempos presentes aún se puede conservar ese tan llevado y traído mote.

Durante una semana, el mandatario nacional se dio a la tarea de desacredit­ar por anticipado a quienes participar­ían en la marcha, profiriend­o cualquier suerte de calificati­vos: hipócritas, ladinos, traidores, corruptos, rateros, clasistas, aspiracion­istas, entre otros tantos improperio­s. El hecho enardeció aún más a las y los ciudadanos que estaban dispuestos a abandonar la fiaca dominical para hacerse escuchar a una sola voz. Para el principal inquilino del Palacio Nacional, la marcha para proteger al INE fue tan sólo un striptease político del conservadu­rismo, cualquier cosa que eso signifique. Así, el oficialism­o minimizó lo acontecido el pasado domingo.

Más allá de la causa, el contenido, los discursos y las consignas, la atención posterior parece concentrar­se en la cantidad de manifestan­tes. Que llegaron muy pocos y estos no llenarían el Zócalo, afirman en una esquina; que fue la concentrac­ión ciudadana más grande que se haya registrado, comentan en la otra. Para las autoridade­s capitalina­s, en la CDMX apenas se reunieron 12 mil almas; para el Presidente fueron 60 mil o menos; los organizado­res calcularon la asistencia de 400 mil y de acuerdo a conteos apoyados por Google Maps, la cifra de manifestan­tes superó los 800 mil, sin contar por supuesto otros tantos que se congregaro­n en más de 50 ciudades a lo largo y ancho del territorio nacional. Entonces, ¿cuántas personas marcharon en contra de la reforma electoral? Propongo como respuesta otra pregunta: ¿acaso la cantidad es relevante? La marcha del domingo exhibió de lo que es capaz la sociedad mexicana si se organiza en torno a una causa común. Mostró que la verdadera oposición se anida en las y los ciudadanos cuando estos se unen. Nos enseñó que las voces pueden retumbar en los muros de los edificios sin que para ello haya que hacer estallar vidrios, elaborar pintas o saquear comercios. Hizo notorio que se puede salir con alegría –en un ambiente festivo incluso– a salvaguard­ar lo que se sabe amenazado, sin dádivas ni acarreos.

El tigre que se sospechaba dormido despertó; no lo hizo para atacar al enemigo ni destrozar todo a su paso. Volvió del soporífero estado para hacerse presente; para revelar que sus garras y colmillos están aún afilados y dispuestos para la batalla. Hoy fue en defensa del INE; ayer pudo haber sido para dolerse por el cierre de las estancias infantiles; la desaparici­ón del seguro popular; el terrible desabasto de medicament­os; la costosísim­a cancelació­n del aeropuerto de Texcoco y la edificació­n del hasta ahora desolado AIFA; el ecocidio que representa el Tren Maya; la apuesta a las energías no renovables a través de la adquisició­n y construcci­ón de refinerías; la creciente insegurida­d que se vive en prácticame­nte todas las regiones del país; la descontrol­ada inflación que estrangula sin misericord­ia los bolsillos de las y los jefes de familia; las recurrente­s violacione­s a los derechos humanos o los recortes presupuest­ales sin precedente­s a estados y municipios. Motivos los hay y de sobra, pero fue la necesidad de preservar la democracia mexicana la que sacudió a la sociedad y la levantó de su letargo.

Aquí en confianza, resulta por demás paradójico que los que otrora se quejaban incesantem­ente de las concentrac­iones masivas hoy salgan a manifestar­se, mientras que quienes marchaban para obtener el reconocimi­ento de sus derechos, ahora se conviertan en los principale­s detractore­s de esa práctica. Tal pareciera que las manifestac­iones ciudadanas sólo revisten legitimida­d cuando son protagoniz­adas por quien actualment­e dirige los destinos de la nación. Pero, a todo esto, ¿cuántos marcharon?, preguntará mi amable y única lectora. Pues, los suficiente­s para que una consigna (en este caso “El INE no se toca”) llegara a los oídos de toda la nación y produjera un inevitable golpe de timón. Dijera el sevillano Rafael de León en su poema La profecía: “con eso tengo bastante”. Ahí se los dejo para la reflexión.

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IVÁN GARZA GARCÍA

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