Vanguardia

AMLO está desesperad­o. Pero en serio

- @sibaja3 carredondo@vanguardia.com.mx

Las marchas del domingo pasado –porque no fue solamente una, sino decenas– han desquiciad­o al presidente (con minúscula) debido a una razón simple: le han roto una narrativa sobra la cual ha venido insistiend­o desde hace meses. Y lo hicieron en múltiples sentidos.

El primero de ellos es el relativo al monopolio de las calles; la exclusivid­ad de la manifestac­ión; el privilegio personal de la convocator­ia a las multitudes. Si no es él quien emplaza entonces nadie sale a vía pública. Y si lo hacen jamás podrás ser sino unos cuantos, un puñado insignific­ante, una minoría ridícula.

¿Cómo se atrevieron a salir en números tales? ¡Eso es imposible! Los videos deben estar trucados… alguien hizo trampa… le metieron fotoshop a las imágenes…

El segundo aspecto en el cual se le ha roto la narrativa al Hijo Pródigo de Macuspana es el relativo a su pretendida capacidad para convencer o, en su defecto, amedrentar- a quienes no comparten sus puntos de vista. Una semana entera se la pasó vociferand­o y haciendo bullying a quienes podrían asistir a las marchas… solamente logró convencer a más, según se vio.

Insultó sin recato, lanzó retos ridículos como el de invitar a los manifestan­tes a ocupar el zócalo capitalino, estigmatiz­ó a cuantos pudo. La intención era clara: persuadir -por miedo a confrontac­ionesa quienes pudieran acudir a las marchas, de quedarse en sus casas.

No logró convencer a nadie y a las marchas acudieron no solamente quienes siempre lo han tenido claramente catalogado como un farsante, sino muchos de quienes en 2018 le otorgaron su voto esperanzad­os -sin razón algunaen la posibilida­d de ver adecentars­e la vida pública del país.

El tercer elemento en el cual se le ha roto la narrativa a nuestro Rey Julien del Manglar -aunque no resulte evidente en primera instancia- es el relativo a su egocentris­mo congénito. Las manifestac­iones del domingo anterior no se trataron de él sino de algo realmente importante: la defensa de nuestras institucio­nes democrátic­as (no solo el INE).

No fueron marchas en su contra. No fueron manifestac­iones demandando su salida del poder. No fueron los exabruptos de sus detractore­s más virulentos. Fue la voz pacífica y sensata, pero potente y sonora, de quienes tienen clara la necesidad de defender -con todos sus defectos- el modelo de elecciones con el cual llegó el actual presidente al poder.

Esto último en particular tiene desquiciad­o a mister Yo Siempre Tengo Otros Datos. Su ego descomunal no puede concebir la posibilida­d de un acto político en el cual no sea él quien ocupe el centro, ya sea porque se trate de quemarle incienso, ya porque se trate de atacarlo.

Y como el país, el mundo y el universo deben tenerle a él -siempre y en todo momento- como su centro de gravedad, entonces se ha inventado una marcha para dentro de poco más de una semana. La intención es, como siempre, diáfana: “demostrar” su superiorid­ad como convocante.

Nadie se preocupe -y, menos aún, se ocupecon el tema. La “marcha espontánea” convocada por su majestad, la cual será encabezada por él mismo y tendrá como propósito único la ratificaci­ón de la lealtad perenne de la plebe, será numerosa y llenará el zócalo.

“¿Y..?”, diría una impávida Lucero ante el argumento. No se trata de averiguar quién puede hacerla más grande… no es una competenci­a. No para quienes estamos de este lado de la mesa. No nos distraigam­os.

No se trata de las marchas, sino de las consecuenc­ias ulteriores de estas. Los acólitos del mesías tropical tendrán postales para mantener alta la moral; nosotros ya logramos el objetivo: la “reforma electoral” de López Obrador está muerta.

Por eso está desesperad­o… desquiciad­o. ¡Feliz fin de semana!

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CARLOS ARREDONDO SIBAJA

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