Vanguardia

Pueblo, pueblo y más pueblo

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“Los pueblos débiles y flojos, sin voluntad y sin conciencia, son los que se complacen en ser mal gobernados”. Jacinto Benavente

La frase de don Jacinto Benavente, el célebre dramaturgo español, es dura, estremece y hasta enoja, pero expresa una verdad de a libra. Hay otra que ignoro la autoría, pero también duele como bofetada: “Los pueblos tienen los gobiernos que se les parecen”. Válgame Dios, pues debiera de caérsenos la cara de vergüenza a los mexicanos. Nos ha gobernado cada individuo… y lo peor, repetimos y repetimos, y cada vez nos llegan peores… ¿Y se nos parecen? Pues que jo#$%$&… tan grande nos traemos. ¿Qué clase de pueblo somos? Este de ahora invoca mucho al pueblo, “pueblo sabio”… ¿Quiénes constituye­n ese pueblo sabio? Lo sabemos. Quienes le rinden veneración, quienes piensan como él –o aunque no piensen, pero no lo contradice­n-, quienes reciben los beneficios de los programas asistencia­listas –y vaya que lo defienden a capa y espada, y ay de quien ose contradeci­rlos– financiado­s con los dineros de los impuestos, quienes se vuelven cofrades de su movimiento de la noche a la mañana aunque ayer apenas militaban en otro partido político… y no es reproche, cada quien es libre de andar en donde le venga en gana, pero los menciono porque son integrante­s del pueblo sabio también… si alguien se me escapa, disculpas. Usted agréguelo ,generoso (a) leyente. Si usted no encaja en ninguna de estas categorías, pues no es pueblo sabio, es pueblo a secas.

Pero ¿qué significa pueblo? Etimológic­amente viene del latín populos. De acuerdo al momento histórico el término pueblo se ha utilizado de diferentes maneras, no obstante, algo que es común desde siempre es que se denomina así a un conjunto de personas que se mueven con un mismo objetivo de vida o que comparten un mismo territorio. En nuestro tiempo se refiere a uno de los elementos constituti­vos del Estado, donde no existen privilegio­s de raza, sexualidad, religión o estatus económico o social. El pueblo, pues, está formado por todos los individuos que a los ojos de la ley están en igualdad de condicione­s. Es necesario subrayar que en las democracia­s modernas el término se usa para mencionar a aquellas personas que pueden votar y ser votadas. Ser parte del pueblo en un Estado, es un hecho de suma responsabi­lidad, un derecho que exige a cambio una toma de conscienci­a absoluta para realizar bien esta función.

El verdadero pueblo está compuesto por ciudadanos que están consciente­s de sus deberes y de sus derechos. Que estiman que su libertad se limita donde empiezan la libertad y la dignidad de los demás. ¿Quiénes no son pueblo? Aquellos individuos que carecen de ideales y que no sienten responsabi­lidad alguna sobre su entorno. Aquellos a quienes no les interesa labrarse un porvenir, acostumbra­dos a recibir del estado dádivas ad perpetuam. Este sector de la sociedad no abona a la democracia. No aporta a la pluralidad ni a la diversidad que son dos elementos sine qua non de aquella. Se conforman con ver pasar las cosas, aceptan sin chistar el paternalis­mo abrumador que les roba su esencia y cualquier posibilida­d de éxito y de crecimient­o espiritual e intelectua­l. El problema radica en que estas personas no se sienten parte de la comunidad, y entonces nacen los resentimie­ntos, no se dan cuenta que se trata de una exclusión auto infligida por sus miedos, por los complejos nacidos del no conocerse ni a sí mismos, de ignorar sus propios talentos y sus fortalezas, y entonces se sienten víctimas, y con esa condición tan vulnerable se convierten en presas fáciles de cualquier mercanchif­le de la política que les prometa la redención. Un pueblo es grande cuando se libera de todas esas desgraciad­as cadenas, y los gobiernos comprometi­dos con las causas del pueblo, son aquellos que se ocupan en los HECHOS, no con discursos ni diatribas, de generar las condicione­s para que TODOS los que habitan el territorio nacional vivan acorde a su dignidad de PERSONAS.

No tiene ni idea el actual gobierno de lo que puede pasar cuando una multitud indignada se reconoce en toda su diversidad, Todos somos diferentes, ahí radica la riqueza de la humanidad, en lo que con esas diferencia­s podemos aportar y engrandece­r a nuestra patria. Tampoco ha calibrado la fuerza de un pueblo aglutinado en la convicción de que no queremos más caudillos lenguarace­s de 24 horas al día hundiendo a nuestro país. Deja en paz al “pueblo sabio”, le estás dando el tiro de gracia. Todos somos pueblo y SOMOS UNO, aunque el tapanco no te dé para entenderlo. Y nos estás UNIENDO. Los separatism­os acaban cargándose a quienes los impulsan. Lee para que te enteres.

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ESTHER QUINTANA SALINAS

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