La FIFA chichifa
¿Sufre usted porque su afición futbolera entra en conflicto con su conciencia?
¿Quiere disfrutar de la gran fiesta del balompié, pero le preocupa estar avalando un régimen tiránico y sanguinario?
Le produce desazón y una severa disonancia el asumirse una persona tipo bien y en favor de las causas justas, pero al mismo tiempo se le cuecen las habas por ver cómo su Selección desperdicia miserablemente su lugar en el Mundial?
De la manera más sincera y honesta le invito a que se relaje mucho. Y vaya preparando mejor la botana con sus respectivas beberecuas para amilanar los sinsabores derivados de acompañar a “los muchaches” en su breve periplo por los estadios cataríes y olvídese del amasiato entre el futbol organizado y los más perversos intereses económicos, que los pujidos de su moral sólo le atañen a usted.
Sí, como la sociedad global hiperconectada que somos, ha sido materialmente imposible no enterarnos de cómo Qatar (en adelante, Catar), un país sin tradición futbolera ni infraestructura, pero sobre todo, un estado teocrático abiertamente opuesto a los valores democráticos, se hizo con la sede del mayor evento deportivo del mundo.
Sabemos de la intolerancia catarí hacia la altersexualidad, misma que castiga con penas corporales y hasta la muerte; como sabemos también de cuán restringidos están los derechos de la mujer en este país francamente misógino. Sabemos además que la acelerada construcción de los estadios necesarios para celebrar el torneo se hizo con trabajo esclavo que costó varios cientos de vidas que a muy poca gente importaron y sabemos que la sede se obtuvo a base de sobornos.
Y estamos advertidos también de que sus leyes ultraconservadoras entrarán eventualmente en conflicto con una muchedumbre de turistas fanáticos ansiosos de dar rienda suelta a su pasión.
Aun así, y pese a todas las banderas rojas, la Federación Internacional de Futbol Asociación decidió respaldar la postulación de Catar, encogiéndose de hombros y formulándose la pregunta más irresponsable del repertorio Simpson: ¿Y qué puede “malir sal”?
Nada en realidad; para la FIFA difícilmente algo puede resultar adverso, ya que a lo largo de 118 años de existencia ha perfeccionado un esquema de expansión y rentabilidad que la ha consolidado como una de las organizaciones más siniestras del mundo.
La organización de un Mundial de futbol no es poca cosa, le confiere al estado anfitrión un estatus envidiable de prosperidad, modernidad y paz social… al menos en apariencia, por eso la “pambolera” Federación se pone en venta, porque nunca han faltado dictaduras dispuestas a pagar lo que sea por esta estrellita de validación internacional.
El primer cliente notable de este esquema de colaboración mutua fue il Duce, ni más ni menos, Benito Mussolini quien, en el auge del fascismo, deseaba demostrarle al mundo que su ideología era superior a cualquier forma de gobierno democrático, por lo cual no bastaba con que Italia sirviera como huésped del segundo campeonato FIFA, sino que era menester alzarse con la Copa del Mundo, sí o sí.
La FIFA, sin el menor atisbo de empacho, ética, o pudor, facilitó esto para el país anfitrión con irregularidades fuera y dentro de la cancha. No sólo le permitió a la Selección Italiana participar con incontables ventajas (como la nacionalización exprés de varios jugadores argentinos), sino que obvió incontables y muy evidentes fallas del arbitraje, que al final y para sorpresa de nadie le valieron a Italia la corona de 1934.
Hitler estuvo a punto de replicar el esquema de su cuate Mussolini y presentó la candidatura de Alemania para el Mundial de 1942, pero la Guerra ya hacía inviable la celebración del torneo.
La FIFA tampoco tuvo objeciones para celebrar su magno evento en un México agobiado por un régimen represor y asesino. Pero el Gobierno de Díaz Ordaz era una cascarita comparado con lo que estaba por verse en Sudamérica.
En 1973, tras el golpe militar de Pinochet, en Chile, el ejército estableció diferentes centros de detención y de ejecución, entre ellos el Estadio Nacional de Santiago, donde fueron procesados cerca de 40 mil civiles entre torturas, desapariciones y fusilamientos, Pero en ese mismo estadio habría de disputar el pase para Alemania 74 la Selección chilena contra la Unión Soviética.
Un par de semanas antes del juego, la FIFA envió un inspector al Centro de Detención y Tortura. Pese a que la selección soviética se rehusó por escrito, por razones éticas, a jugar en un estadio manchado con la sangre del pueblo chileno, y pese a que la situación política era de sobra conocida por el resto del mundo, la FIFA determinó que el Estadio Nacional Chileno y las condiciones eran aptas para celebrar el encuentro.
La URSS no se presentó y Chile ganó 1 a 0 por default en lo que se conoce como el Partido Fantasma, de sólo 30 segundos de duración, tras lo cual se ofreció un juego de exhibición.
Pero todo ello palideció cuando la Federación le delegó la celebración del Mundial de 1978 a la Junta Militar de Gobierno de Argentina, que originalmente se oponía a la celebración de la Copa, pero vio luego sus conveniencias en el área de relaciones públicas y lo mucho que podrían beneficiarse inflando diez veces el gasto originalmente previsto. Así, la dictadura argentina tiene una marca de 22 mil muertos y desaparecidos y una Copa del Mundo. ¡Chulada!
En fechas más recientes, la FIFA celebró en 2018 su vigésimo primer Mundial en la Rusia del ultraconservador nacionalista Vladímir Vladímirovich Putin, sin que su política de intolerancia y total indiferencia hacia algo llamado los derechos humanos hayan hecho interponer a los señores de la Federación el menor de los reparos.
Como verá, ponerse ahora quisquillosos con la ética de la FIFA, con el estado de libertad de los países anfitriones, con la calidad humana de los gobernantes que materialmente han comprado los mundiales, con la sangre sobre la cual se celebran los partidos de fut, es no sólo un poco tardío sino además muy hipócrita.
Le sugiero que, si es su gusto cebarse en la frustración futbolera, se entregue a ésta sin reservas y ya luego se preocupe por eso que ahora insisten erróneamente en llamar “geopolítica” los que quieren sonar como intelectuales posmo.
Y le recuerdo que ahora México, en beso de tres con los EEUU y Canadá, será la próxima sede mundialista.
Así que vaya desde ahora haciendo la lista de pecados y omisiones de nuestro actual gobierno; enumere todas sus faltas a la justicia y al derecho humano, los crímenes que deja impunes, así como las formas de discriminación integradas a nuestra vida cotidiana, para que de una buena vez las haga rollito y se las presente a alguien a quien sí le importen, pero no a la FIFA pues, como está históricamente demostrado, sólo habla el lenguaje del dinero.
Y nosotros, con llegar al cuarto partido, nos damos por bien servidos.