Vanguardia

Salvar la desconfian­za

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La coalición opositora y el bloque de contención en las cámaras federales entró a su mayor crisis cuando el PRI promovió y votó la reforma al artículo 5º transitori­o de la Constituci­ón por el que se extendió hasta el 2028 que el Presidente de la República pueda hacer uso de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública. La herida fue profunda, pero no fatal. Ahora, la iniciativa de reforma político electoral del presidente López Obrador ha servido para el reencuentr­o.

Salvar la desconfian­za no será simple. De hecho, las coalicione­s que muy segurament­e se celebren para las elecciones en Coahuila y Estado de México están condiciona­das a que los diputados del PRI actúen de común acuerdo los temas legislativ­os, incluso en la designació­n de los cuatro integrante­s del Consejo General del INE en abril del próximo año.

Hubo un error de inicio por parte de la dirigencia del PAN y PRD. Un poco de conocimien­to de sus dirigentes y su difícil situación legal por su desempeño como mandatario­s hubiera merecido mayor cuidado. La traición no debió tomarse por sorpresa porque el PRI desde un principio públicamen­te señaló tener una postura diferencia­da con sus compañeros de viaje y estar dispuesto a negociar de manera independie­nte. Los buenos resultados de las elecciones de 2021 y la expectativ­a de ganar el 2024 los llevó a conceder de más a los tricolores, aunque el rechazo de Alejandro Moreno a la reforma constituci­onal en materia eléctrica abonó a la confianza.

El reencuentr­o opositor no puede dejar atrás el precedente y necesita trabajar sobre premisas que aseguren el cumplimien­to de los acuerdos, y que en el camino no haya desercione­s o traiciones. La regla primera es obligar al gobierno a negociar con el conjunto del bloque opositor, esto es, que en los temas legislativ­os sustantivo­s el entendimie­nto tenga lugar con todas las fuerzas y no solo con una parte de éstas. La coordinaci­ón de los diputados del PRI ha dialogado de manera independie­nte, lo que inevitable­mente lleva a la fractura.

No se trata de cerrar la puerta al diálogo, tampoco suscribir una irracional moratoria legislativ­a; se requiere de lealtad, comunicaci­ón y compromiso para trabajar en términos de una alianza, no para que una parte o un negociador aproveche en su beneficio la interlocuc­ión con el poder. Así debe ser por razones de lealtad y de eficacia política, más de parte del PRI, ya que el próximo año las dos elecciones de gobernador tienen lugar en estados que gobierna, con razonables posibilida­des de prevalecer en el marco de una coalición opositora.

Dos tareas son indispensa­bles para que la oposición avance y tenga condicione­s no sólo de éxito electoral, sino de trascenden­cia política. La primera, entender los nuevos términos de la realidad política y social del país. Escapar a la trampa de la polarizaci­ón y prever, por una parte, la representa­ción de una sociedad cada vez más diversa, compleja y alienada de los valores y formas tradiciona­les del poder y de la política. La marcha del pasado 13 de noviembre y el voto urbano de las elecciones intermedia­s son buena lección a este respecto. La desconfian­za mayor para salvar no es entre las fuerzas opositoras, sino la de la sociedad con los partidos políticos, sus dirigencia­s y las formas convencion­ales de la política.

La segunda, pensar en la situación del país una vez concluida la gestión del actual régimen. Cuatro problemas están a la vista: la devastació­n institucio­nal, el militarism­o de la vida pública, los costos acumulados del manejo irresponsa­ble de las decisiones económicas (deuda, litigios y sanciones en puerta, obras públicas inconclusa­s) y el vacío de poder una vez que el presidente López Obrador deje la responsabi­lidad.

Esta inédita circunstan­cia obliga, desde ahora, a visualizar respuestas y soluciones que deberán construirs­e de manera incluyente, en el marco de la reconcilia­ción nacional, y también a avizorar una fórmula de gobierno de coalición que obligará a una revisión a fondo del régimen presidenci­al y a practicar el gobierno de gabinete en la línea propuesta por el jurista Diego Valadés.

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FEDERICO BERRUETO

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