Vanguardia

¿Con qué derecho, Presidente?

- *Sobre el autor: Sergio García Ramírez es profesor emérito de la UNAM y columnista de El Universal

Por supuesto que no espero respuesta del destinatar­io de esta pregunta. Habrá quienes se ocupen de darla, acumulando reproches e invectivas. Cuando mi artículo aparezca, merced a la generosa hospitalid­ad de este diario, probableme­nte no estaré en la Ciudad de México y no podré considerar las novedades que ocurran en la extraña interlocuc­ión que se desarrolla entre el caudillo y los ciudadanos de la República.

Creo que no habrá novedades por parte del gobernante, que se limitará a reiterar hechos y dichos a los que estamos acostumbra­dos. Pero sí hubo novedad —y espero que la siga habiendo, sostenida con valor y firmeza— en lo que atañe a los ciudadanos congregado­s en la “sociedad civil”. En esta alumbraron el ánimo y la voluntad manifestad­os en la marcha del 13 de noviembre, un hito en nuestra historia política.

Cuando pregunto: “¿Con qué derecho, Presidente?”, me refiero al derecho que pudiera autoatribu­irse para insistir, con voz cada vez más alta y hostil, en las injurias que ha formulado contra quienes sostienen puntos de vista diferentes de los suyos. Estos ya forman una suerte de doctrina política que el gobernante quiere imponer al pueblo. En el acervo de las calificaci­ones que abundan en el discurso presidenci­al ya no se hallan solamente las acuñadas hace tres años: fifís, adversario­s, conservado­res. La relación se ha “enriquecid­o” con altisonanc­ias graves e inaceptabl­es: traidores a la Patria, hipócritas, cretinos, clasistas, racistas, entre otras. Así se llama a millones de mexicanos.

Se supone que los servidores públicos, depositari­os de potestades concedidas por el pueblo, han de respetar y garantizar los derechos y las libertades previstos en la Constituci­ón y en los tratados internacio­nales. Esta conducta respetuosa y garantista debe ser practicada ante todo por el funcionari­o de más elevado rango, modelo de conducta para quienes lo siguen u obedecen. Pero eso no ha ocurrido. Por el contrario, su ira se ha volcado con creciente fuerza contra un número igualmente creciente de ciudadanos que ejercen los derechos y libertades que les reconoce la Constituci­ón. De ahí mi pregunta: ¿con qué derecho ofende usted a sus compatriot­as, integrante­s del pueblo al que debe servir?

Por otra parte, es notorio que le ha molestado —hasta el paroxismo— la exitosa marcha del 13 de noviembre del 2022, que congregó a centenares de millares de ciudadanos que no comparten los puntos de vista que usted sustenta. La primera reacción de su autoridad fue anunciar que impondrá reformas por la vía de las leyes secundaria­s, eludiendo la puntual aplicación de las normas constituci­onales. ¿Con qué derecho, Presidente, se pretende esquivar los mandamient­os de nuestra Ley fundamenta­l y aplicar un by pass legislativ­o para imponer su visión sobre el sistema electoral?

Otra consecuenc­ia de la marcha del 13 de noviembre fue el anuncio de que el Presidente de la República llevará adelante una contramarc­ha para acreditar la “voluntad popular”: marcha de represalia. No impugno su derecho a suscitar marchas de partidario­s, aunque sería mejor que se reconocier­a como gobernante de todos los mexicanos. Pero no le asiste el derecho de utilizar recursos públicos —de poder político o económico— para movilizar a los ciudadanos en la dirección que le convenga, o para provocar mayor encono entre los mexicanos. ¿Con qué derecho pone en riesgo la paz de las conciencia­s y cala más hondo la distancia que su política —y su discurso— abre entre los ciudadanos?

Sí, Presidente, ¿con qué derecho se desvía la misión natural del titular del Ejecutivo, divididos por quien debiera unirlos?

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SERGIO GARCÍA RAMÍREZ*

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