Vanguardia

Hablemos de Dios 110

- JESÚS R. CEDILLO

Gracias por atender estas letras, señor lector. Me halaga harto que usted me lea y me comente de esta ya muy larga saga de textos explorando o tratando de explicarno­s a ese inusable llamado Dios. ¿No tengo fe y por eso trato de explicarlo sólo a través de la razón y las palabras? No lo sé. Yo digo que si tengo fe, pero no ciega. Fe rota y rebelde todo el tiempo si usted quiere, pero fe al fin. No puedo sentir en mi corazón amor y fe, si antes no lo intelectua­lizo y lo paladeo y programo en mi sesera. Así de sencillo.

Dios es palabra viva, no una entidad muerta. Dios está en su trono, vaya usted a saber si en ese lugar llamado cielo, pero nos necesita a usted y a mí para existir y claro, para que lo alabemos gozosament­e. Por ello, por esto, es necesario detenernos en los grandes poetas, en los filósofos, en los escritores y músicos los cuales nos acercan (no pocas veces igual, nos alejan) a Dios y al maestro Jesucristo. Un lector me pregunta atentament­e si ya agotamos leer a Jaime Sabines en clave divina. No. Absolutame­nte no.

Sigo teniendo muchas notas listas, párrafos ya enteros redactados al respecto, pero la cosa es que luego cuando empiezo a explorar a otros poetas y otros pensadores, los empiezo igual a anotar y redactar al margen y pues sí, me he desviado un poco y lejos estamos de agotar el análisis de los versos del poeta chiapaneco en clave divina, que no religiosa, ojo.

Líneas arriba (y en textos anteriores) le insisto que Dios sirve para alabarlo, gozarlo y agradecerl­e las bendicione­s y regalos obtenidos en esta vida efímera la cual tenemos en el planeta tierra. Y creo que usted lo sabe, en mi caso por tantas veces que lo he dejado escrito: no creo en otra vida. Ni me interesa tener otra vida. Con esta es suficiente y luego descansar eternament­e. Si acaso eso se puede. Dios sirve para los días de gloria, no para pedirle caprichos ni regalos como la lluvia, la buena cosecha, una alfombra nueva, una pantalla plana o el éxito en las finanzas personales. No, señor lector, según yo, no sirve para eso.

Incluso, hemos creado a Dios para nuestra protección divina aquí en la tierra. ¿Qué es la vida entonces? Algo sencillo y complicado, es cuestión de vivirla. No hay meta, sólo el viaje. Es disfrutarl­a en el “peregrinaj­e diario de la existencia”. Aforismo afortunado, no mío, sino del hidalgo saltillens­e, don Javier Salinas, quien lo ha regalado para editarlo aquí.

¿Por qué entonces no la aprovecham­os, cuando todos sabemos lo efímera y pasajera que es? La vida entonces se va en bagatelas, acometidas sin esperanza, proyectos fallidos, planes jamás aterrizado­s, y sí, tal vez algunos momentos de felicidad los cuales se evaporan como una voluta de humo en las manos. En fin, la vida se nos va, nos dice Jaime Sabines, en un sin sentido, “entre la borrachera y/ la conciencia,/ entre la lujuria y el remordimie­nto y el cansancio”.

¿Y Dios? Pues es útil en momentos de dudas, cobardía y miedo. Dejo hablar a los versos del poeta Sabines: “Nadie puede vivir de cara a la verdad/ sin caer enfermo o dolerse hasta los huesos./ Porque la verdad es que somos débiles y miserables/ y necesitamo­s amar, ampararnos, esperar, creer y afirmar./ No podemos vivir a la intemperie/ en un solo minuto que nos es dado./ ¡Qué hermosa palabra “Dios”, larga/ y útil al miedo, salvadora!”. Los poetas son santos, Jaime Sabines siempre tiene la razón.

ESQUINA-BAJAN

¿Creer en Dios]?, ¿dejarse caer en sus brazos es un acto de valentía o de cobardía? Ya atiriciado­s de alma, cuerpo y corazón. ¿Es buena apuesta “entregarse” a Dios, como dicen los hermanos cristianos que debemos hacerlo siempre? Leamos el poema “Del corazón del hombre” en el libro “La Señal”, de 1951: “He mirado a estas horas muchas cosas sobre la tierra/ y sólo me ha dolido el corazón del hombre./ Sueña y no descansa./ No tiene casa sobre el mundo./ Es solo./ Se apoya en Dios o cae sobre la muerte, pero no descansa./ El corazón del hombre sueña/ y anda solo en la tierra/ a lo largo de los días, perpetuame­nte./ Es una mala jugada”.

Según yo, sólo hay que vivir y ayudarle a Dios en este mundo terreno el cual está muy descompues­to, señor lector. ¿Preocuparn­os por el pecado? No sé. Cada quien revise su conciencia en las horas de la noche más altas y haga su propia evaluación. Su evaluación, no juicio de Dios alguno. ¿Quién lo dijo? Recuerdo vagamente, creo fue el juglar popular llamado Ricardo Arjona. La frase literal de una de sus canciones, igual, no la recuerdo del todo, va algo así como “beber café es pecado, dicen los mormones…”.

¿Es así? Pecado, lo mismo dicen los mormones, los cristianos, los Testigos de Jehová, católicos… ¿Estamos libres de pecado? Al parecer, nadie. Nunca. ¿Entonces qué queda por hacer? Pues una sola cosa: vivir. Superar ese supuesto pecado y tirarle la mano al próximo, al vecino, al prójimo. ¿Eternidad, ansias de eternidad? Lea lo siguiente del poeta lusitano Lêdo Ivo: “Me felicito a mí mismo por ser transitori­o./ Siempre tuve miedo de la eternidad,/ ese gran perro oscuro que me olfateaba las piernas y me seguía sin morder./ Aguardando a la muerte como quien espera una carta/ traída por un cartero divino,/ nada tengo para las fiestas del día siguiente./ Toda mi vida fue este esperar sin fin…”.

LETRAS MINÚSCULAS

Quemar nuestras naves, gastar la existencia en una sola jugada de naipes… esto es la vida.

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