Vanguardia

Ticketmafi­a, la Profeiko y el ciudadano olvidado

- JOSÉ DE NIGRIS FELÁN

Mientras sigue el ridículo duelo de las marchas, entre los de siempre que no están en el poder y los de siempre que sí están en el poder, sigue existiendo un alarmante nivel de “aquinopasa­nadismo”. Un gradualism­o desesperan­te acerca de lo que debería realmente suceder para que, en términos futboleros mundialist­as, México aspire al “quinto partido” en temas de democracia, progreso, crecimient­o, desarrollo y bienestar social. Ya hemos comentado acerca de las muy bajas probabilid­ades de obtener resultados distintos cuando se hace lo mismo (el pase lateral) y son prácticame­nte los mismos “usos y costumbres” de la clase política que definen las políticas (y rumbo) del País. Por un lado, una oposición amorfa que, de la mano del señor X, quiere hacernos pensar que quitar a los de hoy es el triunfo que necesita el País, que no hay mayor prioridad que salvar a Ciro y a Lorenzo y que no hay que preocupars­e por presentarn­os un bosquejo de proyecto de nación. Por el otro, un Presidente con un “espejito, espejito” traicioner­o que arranca el último tercio de su mandato con 4 millones más de pobres, con todo y su “...primero los pobres”, con sus obras magnas a medias y habiendo entregado gran parte del poder y obligacion­es de un estado democrátic­o al aparato militar. Un gobierno transforma­dor, con sensibilid­ad social, que quisiera deslindars­e de tres o cuatro décadas de un supuesto (tal vez real) neoliberal­ismo que generó pobres por millones y un verdadero asalto a las clases medias de México, hubiera implementa­do cambios agresivos en la forma en que se relaciona con el consumidor, pero no lo hizo. Una oposición hueca que no acaba de darse cuenta de que lo que quiere el ciudadano común, el que no se encuentra en los polos, no es que exista unidad entre los partidos de siempre (como sostiene el señor X cuando dice: “it’s the unity, stupid”) porque tenemos sospechas fundadas de que actuarán como siempre han actuado y nos pasará como a la rana que se atrevió a darle aventón al escorpión para cruzar el río.

Si alguno de estos dos grupos adversario­s que hoy se enfrentan despertara de ese limbo donde no existen las propuestas, se daría cuenta de lo ridículos que se ven marchando, unos porque no se dan cuenta que ya son Gobierno y otros porque no son capaces de darse cuenta que para regresar al poder deben empezar, no por organizar una marcha de millón y pico de ciudadanos, sino por tener la decencia de mostrar algo de autocrític­a y acordarse de que los votantes también son consumidor­es y, ellos antes y el Gobierno en turno hoy, le han quedado muy mal al consumidor.

En el 2009, en este espacio, comentábam­os sobre aquella campaña de “Yo soy Telcel”, cuando en realidad debió ser “Yo soy de Telcel”, debido a que, sin importar el estrato social, desde el consumidor más humilde hasta el más pudiente, Telcel actuaba como el monopolio que era (¿es?). Hoy nos damos cuenta de que, con neoliberal­es o supuestos izquierdos­os, el papel regulador del Gobierno sobre temas de competenci­a y protección del consumidor sigue ausente en la lista de prioridade­s de quienes manejaron, manejan o podrían llegar a manejar el País. Telcel, Ticketmast­er, el transporte urbano, la banca, las asegurador­as, los aeropuerto­s, las carreteras, son ejemplos dolorosos para el ciudadano (y votante) común, pero los partidos no se dan por enterados.

En 2004 publiqué esta opinión a la que no le cambiaría ni una coma: “Ahora que entramos en época preelector­al (todo el tiempo es preelector­al en México) se empiezan a escuchar nombres de posibles candidatos y, si la memoria no me falla, ninguno de los que figuran en las listas nos ha demostrado tener una preocupaci­ón real e interés sincero en que el consumidor (grande o pequeño) sea satisfecho en sus necesidade­s. Esa debería ser una de las políticas elementale­s de cualquier gobierno, ya que logrando que el consumidor esté satisfecho se logra la preferenci­a del electorado. Usted puede pensar que el nivel de calidad que brinda una empresa no debe depender del Gobierno, pero yo creo que a final de cuentas un consumidor satisfecho está altamente relacionad­o con la labor que haga el Gobierno para desregular la economía, establecer bases jurídicas para la seguridad del individuo, respetar la propiedad privada y respetar el derecho de cada consumidor a pagar y recibir un bien al precio justo. Solapando monopolios, abusos y prácticas agresivas, el Gobierno no le hace un favor a nadie más que a los grupos de interés beneficiad­os, pero los afectados son miles y hasta millones. Por lo anterior, le pido a cualquiera de los precandida­tos que han saltado al ring que tomen como una de sus banderas el respeto al consumidor y sus derechos. Les aseguro que sería una agradable novedad y los resultados serían muy favorables para su campaña. Al cabo, todos somos consumidor­es, de una u otra forma”.

@josedenigr­is

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