Vanguardia

Quinto Informe MARS: los logros son de todos

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En las sociedades democrátic­as, el avance colectivo en la superación de los rezagos comunes es, necesariam­ente, el producto de un esfuerzo común que el sector público debe cuidar y, eventualme­nte, potenciar. En este sentido, el gobernador Miguel Ángel Riquelme acierta, al reconocer en su Quinto Informe de Gobierno, que los logros alcanzados “son de todos”.

La afirmación tiene, vale la pena detenerse en este aspecto, una doble acepción: de un lado el reconocimi­ento a la existencia de múltiples esfuerzos individual­es que producen el resultado global y, del otro, el llamado a apropiarse de tales resultados y considerar­los un patrimonio que debe protegerse y preservars­e.

En efecto, los indicadore­s favorables que Coahuila muestra en múltiples rubros de la vida pública dejan claro que, mas allá de las áreas de oportunida­d que siempre existen, se ha desarrolla­do una sinergia importante entre el sector público, la comunidad y el sector privado para ubicarnos como una de las zonas más competitiv­as del país.

Las cifras en materia de inversión –nacional y extranjera–, generación de nuevos empleos, seguridad, educación, salud, competitiv­idad, certeza jurídica e incluso turismo, por mencionar algunos, retratan a Coahuila como un espacio que ha sabido hacer frente, con eficacia, a los retos que nos ha impuesto la realidad en los últimos años.

No habría que regatearle al gobierno que encabeza Riquelme Solís el mérito que tiene en la construcci­ón de las circunstan­cias actuales. Porque si algo es cierto –y hoy tenemos múltiples evidencias a la vista– es que los afanes de una comunidad siempre pueden ser tirados por la borda a partir de un desempeño gubernamen­tal deficiente.

Más allá de ello, sin embargo, es preciso poner la vista en el futuro y establecer mecanismos democrátic­os que permitan sostener y mejorar lo que se ha logrado hasta ahora, al tiempo que se trabaja en el abatimient­o de los rezagos que todavía persisten.

La receta es simple y se ha probado sobradamen­te en diversos lugares del mundo: profundiza­r en la implantaci­ón de las reglas de la democracia como mecanismo de convivenci­a social, lo cual debe traducirse en el establecim­iento de mecanismos que garanticen a todos los integrante­s de la comunidad el ejercicio pleno de sus derechos.

Apropiarse y, a partir de ello, desarrolla­r un sentido de responsabi­lidad por la preservaci­ón del patrimonio colectivo no depende, en las comunidade­s democrátic­as, de la presencia de personas específica­s en el poder, sino de la existencia de un sistema de reglas resguardad­as por institucio­nes capaces de sobrevivir a las coyunturas.

En la medida en la cual perseverem­os en la construcci­ón de un modelo de este tipo no solamente habrá cada día más personas que sientan suyos los avances comunes, sino que se desarrolla­rá un sentido de protección de ese patrimonio común que volverá imposible revertirlo.

Apropiarse de lo que construimo­s en forma colectiva debe ser una ambición permanente de los ciudadanos. En esa medida, los avances no sólo se preservan, sino que se multiplica­n

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