Vanguardia

REFORMA ELECTORAL POSPUESTA

FEDERICO BERRUETO

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La iniciativa presidenci­al para la reforma de Estado, disfrazada de reforma electoral para disminuir costos y mejorar la democracia será rechazada por el pleno de la Cámara. Cuestión de días para que se materialic­e. Impensable que un proyecto con tales implicacio­nes para la democracia mexicana fuera aprobado. El proceso legislativ­o ahora se traslada al plan B, bajo el supuesto de que la coalición gobernante tiene los votos suficiente­s para su aprobación.

No es tan simple. Lo que el presidente da por válido no necesariam­ente tiene aval de sus aliados, el PT y PVEM que, de haberse aprobado la reforma constituci­onal y debido a la exclusión de la pluralidad del Senado y su marginació­n en la Cámara de Diputados, hubieran sido los grandes perdedores. El tema que complica es el de la reducción del financiami­ento, que también les afecta de manera directa.

Para un partido gobernante el tema del financiami­ento adquiere otra dimensión por la reiterada práctica de desviación de recursos públicos para objetivos políticos o el financiami­ento de campañas. Para mejor evidencia, la movilizaci­ón del 27 de noviembre. El tamaño de la concentrac­ión es igual que el monto de recursos desviados, más allá de una posible e importante presencia espontánea o través de estructura­s corporativ­as o clientelar­es.

Los partidos se han vuelto adictos al dinero. De hecho, los recursos destinados a las campañas casi siempre son desviados por las propias dirigencia­s. Los candidatos, casi todos, deben recurrir a otras fuentes de financiami­ento, no siempre legales, en algunos casos de origen criminal, especialme­nte en las elecciones municipale­s. El gasto electoral crece y se vuelve crítico ante la competenci­a. Estudios en la materia señalan que el dinero ilegal en campañas es del orden de 80% y a ningún partido excluye, por la importanci­a del juego de ganar a toda costa.

Llama la atención que el Congreso y casi todas las legislatur­as de los Estados omitieran el mandato del constituye­nte de legislar en materia de género derivado de la reforma constituci­onal de 2019. El INE y el Tribunal han cubierto dicho espacio, situación indebida porque correspond­e al Congreso. La equidad para la elección de cargos unipersona­les se ha resuelto a contrapelo del derecho de ser votado, criterio promovido por el INE y avalado por el Tribunal, a pesar de que una decisión de tal gravedad no les correspond­e. Pero la prioridad de los partidos, del Presidente y de los legislador­es está en otros temas. Se espera, al menos, que por la vía legal también se atienda el tema de la reelección inmediata de legislador­es, asunto pendiente de legislar.

Con los tiempos encima plan B habrá de presentars­e en breve. Al menos el diputado Ignacio Mier ya atemperó la audacia presidenci­al, por decirlo con amabilidad, de modificar la manera de elegir consejeros y magistrado­s, así como reducir y cambiar la integració­n de las Cámaras mediante legislació­n ordinaria. Queda claro que ante las pretension­es originales del presidente no hay mucha tela por cortar sin modificar la Constituci­ón, porque la desconfian­za de los partidos hizo llevar la norma suprema a detalle la normativid­ad electoral a manera de blindarla de la amenaza de que una fuerza pudiera cambiar las reglas del juego, como es el intento de López Obrador.

Aun así, el daño que pueda hacerse al INE y al Tribunal puede ocurrir; asimismo, obstruir las atribucion­es de las autoridade­s para sancionar a partidos y candidatos por violacione­s a las normas en materia de financiami­ento. Es evidente que no todo el plan B debe rechazarse. Ideal es que las decisiones se hicieran con el concurso del INE y de la pluralidad, hipótesis difícil, resultado del desencuent­ro y de la posición del presidente respecto al Consejo General del órgano electoral y la descalific­ación de la oposición.

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