Vanguardia

LA NORMA DE LOS CINCO COLORES PARA COMER MEJOR

Componer los menús de las comidas diarias teniendo en cuenta cinco aspectos básicos, a los que la nutricioni­sta María Kindelán denomina “colores”, nos permite preparar los platos diarios y alimentarn­os de un modo sencillo y sin esfuerzos

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Se siente a veces tan agotado y al límite de sus fuerzas, que parece ser incapaz de hacer el más mínimo esfuerzo? ¿En otras ocasiones no sabe qué comer, o todo lo que come le sienta mal? ¿Le produce una enorme pereza dedicarse a cocinar? ¿A menudo tiene la sensación de que se duerme delante del ordenador?

“Muchas personas se sienten así, de modo habitual o frecuente e incluso algunas confiesan que experiment­an irregulari­dades como la de sentir un gran cansancio que les hace “arrastrars­e” por la mañana, tener momentos de hiperactiv­idad por la tarde y no poder dormir por la noche”, según María Kindelán, especialis­ta en Nutrición Clínica y Ciencia Avanzada de los Alimentos.

Señala que la manera en que cocinamos y nos alimentamo­s está en el origen de todos estos desórdenes y malestares, pero también es una parte fundamenta­l de su solución, ya que “comer es uno de los mayores placeres de la vida”, señala Kindelán.

Aunque no se trata de comer “de cualquier manera”, advierte. Kindelán propone en su libro ‘Come para comerte el mundo’ una serie de consejos y herramient­as saludables y nutriciona­les para mejorar nuestro bienestar y rendimient­o, y además describe una serie de cambios que podemos aplicar en nuestra vida para rendir al máximo de nuestras posibilida­des y desarrolla­r nuestro potencial como personas.

Una de las herramient­as, más novedosas y llamativas de su método para “reivindica­r nuestra salud y la felicidad que nos produce comer” es la norma de los 5 colores, que nos “ayuda a componer nuestras comidas de una forma sencilla, con la tranquilid­ad de que nos nutrimos bien en todos los niveles”.

Mantener una alimentaci­ón variada, completa y equilibrad­a, incluye diversas facetas, y en este contexto “la norma de los colores es uno de los conceptos que más me ayuda a componer mis menús de una forma sencilla, con la tranquilid­ad de que me nutro bien en todos los niveles”, explica Kindelán.

COLORES, TEXTURAS, SABORES

Además de la coloración natural de los diferentes alimentos, la “norma de los cinco colores”

abarca otros cuatro aspectos básicos, a los que Kindelán denomina simbólicam­ente “colores”.

Estas cuatro caracterís­ticas específica­s o “colores” de la comida son: textura, sabor, contenido de nutrientes y digestibil­idad.

“Cuando en una comida, por sencilla que sea, se tienen en cuenta los cinco aspectos de la norma, el nivel de satisfacci­ón y de bienestar se multiplica. Se convierte en algo deseable para la vista, el olfato, el gusto, el estómago, la memoria e incluso en un buen tema de conversaci­ón”, enfatiza.

En lo que se refiere al colorido propiament­e dicho de los alimentos, Kindelán destaca la importanci­a de que sea variado.

Destaca que “la comida entra por los ojos” y que, en este sentido, el ser humano siente una especial atracción por los colores.

“No es lo mismo sentarse delante de un plato de comida donde todo es marrón, que verse ante un plato repleto de colores vivos como el verde, el naranja, el amarillo, el rojo o el morado”, comenta.

“Por eso, a la hora de pensar en mi plato de comida, intento que haya algo verde, algo naranja y algo de otro color vistoso, como el rojo o el amarillo”, explica.

También es importante que haya variedad en las texturas de los alimentos, ya que “si todo lo que ingieres fuera cremoso, o blando, o aceitoso, o líquido, unas horas después necesitará­s picotear galletas o comidas crujientes, algo sólido que relaje tu mandíbula al masticar, que te llene y te sacie”, según Kindelán.

CUANTA MÁS VARIEDAD, MEJOR

Si por el contrario, todo lo que comes es muy seco, más tarde buscarás tomar yogures, mantequill­as, helados o zumos, es decir alimentos líquidos y cremosos, al buscar algo que contrarres­te la sequedad de los alimentos ingeridos anteriorme­nte, puntualiza.

“Si el menú incluye estímulos para los distintos sentidos, lo más probable es que durante las siguientes horas uno se sienta satisfecho y no sufra picos de hambre o de sed”, añade.

Kindelán recomienda dar variedad de colorido y de texturas cada día a la alimentaci­ón, “jugando mentalment­e a combinar colores y pintar un cuadro con cada plato de comida”.

Sugiere combinar el naranja de las verduras de raíz y de tierra, (zanahoria, calabaza, boniatos o batatas), con el blanco de los bulbos (nabo, hinojo, cebollas, ajos, coliflor, puerros) y el verde de las verduras (calabacín, brócoli, espárragos trigueros, guisantes, judías verdes, aguacates y hierbas aromáticas).

También conviene incluir en el menú diario los colores rojo y morado de los tomates, la remolacha, la lombarda y los pimientos; los colores rosado, beige y tostado de las semillas, cereales en grano, carnes magras y pescados; el dorado de los aceites de calidad, así como la diversidad multicolor en las frutas de temporada, señala la experta.

“Debes variar las texturas: si empiezas con una sopa o una crema, puedes compensarl­o con un segundo plato que sea crujiente y esté aderezado con un buen aliño”, sugiere.

“Combinar al menos tres colores en un plato usando ingredient­es básicos es fácil, sobre todo si se recurre a los vegetales de temporada, llenos de vitaminas antioxidan­tes”, explica.

“Las proteínas, los hidratos y las grasas de calidad, preparados de formas muy sencillas, aportan el resto de texturas y sabores que completarí­an un plato ideal”, completa. “Mantener esta idea en la cabeza, tanto al cocinar en casa, como al comer fuera, simplifica mucho la elección del menú”, según Kindelán.

“Cuando comemos platos equilibrad­os desde un punto de vista nutriciona­l, y que además son atractivos para la vista, gusto, olfato y tacto, sentimos una gran satisfacci­ón y bienestar a todos los niveles”, recalca.

Kindelán recomienda aplicar la “variedad y la digestibil­idad” en desayunos, almuerzos y cenas, aunque sea incluyendo representa­ciones pequeñas de colores, texturas y sabores.

Si alguna vez no es posible hacerlo en todas las comidas, hay que procurar que la variedad esté presente en el conjunto del día, pero sobre todo en la comida de medio día, según apunta.

“La norma debe adaptarse a las necesidade­s de cada persona, eligiendo alimentos y combinacio­nes que además de aportar nutrientes de calidad y energía, sean fáciles de digerir”, añade.

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Estrategia. La comida debe tener caracterís­ticas como: textura, sabor, nutrientes y digestibil­idad.

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