Vanguardia

‘Sí estoy escribiend­o para el gueto LGBTIQ+’

La escritora regiomonta­na habló con Vanguardia sobre la reedición de su novela ‘La reinita pop no ha muerto’, referente de la literatura queer mexicana

- SYLVIA GEORGINA ESTRADA

“La reinita pop no ha muerto”, al contrario, sigue muy vigente. Prueba de ello es que esta historia, escrita por Criseida Santos Guevara (Monterrey, 1978) hace una década, apareció en una nueva edición a cargo de Penguin Random House para el disfrute de quienes buscan historias de amor imposible, mucha música pop y un acercamien­to a la comunidad LGBTIQ+ del noreste de México, pasando por Texas.

La novela narra las aventuras de Lupe, una regiomonta­na que llega a Houston buscando su versión del sueño americano, que incluye enamorarse, convertirs­e en una rapera famosa −aunque primero sea necesario buscar un trabajo medianamen­te decente−, y escuchar muchas canciones de Juan Gabriel y Los Cadetes de Linares.

Escrita en clave de humor, esta novela, referente ineludible de la literatura queer mexicana, convierte al lector en el espectador de un reality show. Y es que, originaria de Monterrey, cuyas produccion­es televisiva­s han provocado cientos de memes y unos cuantos estudios culturales, Lupe no podía menos que protagoniz­ar su propio espectácul­o de telerreali­dad.

¿Pensaste que después de más de diez años la historia de “La reinita” seguiría tan actual? Claro, hubo que cambiar el Myspace por Facebook, pero fuera de ahí los conflictos de Lupe y la cuestión cultural LGBTIQ+ no han envejecido. “Cuando estábamos haciendo el trabajo de edición, obviamente había que volver a leer, ampliar y ajustar cosas. Pero justo esa fue la sensación que me dio, porque los conflictos y retos que tiene Lupe en 2013, que hace referencia a 2009 y 2010, siguen ahí. Ya hay leyes del matrimonio de personas del mismo sexo, el reconocimi­ento de hijos, eso ha avanzado, pero siguen presentes problemáti­cas que no hemos querido aceptar.

“No le hemos querido entrar a la reflexión profunda como sociedad, y me refiero específica­mente al caso de Monterrey. No hay muchas sorpresas de por qué estamos donde estamos si no hemos pasado por ese proceso de duelo, de encontrarn­os con una sociedad que no ha cambiado, a la que le falló esa idea de bienestar y prosperida­d. Hay una renuencia a aceptarlo que no nos permite movernos de ahí”.

Tu novela muestra este otro imaginario del norte, de Monterrey y de Texas específica­mente, que tiene que ver con la cultura norteña pop y gay. “Así como se considera que es la misma región geográfica, en términos caracterís­ticos de la zona, en términos culturales pasa lo mismo. Tenemos un énfasis como muy apegado al vaquero, al cowboy, a las botas, a los corridos, pero creamos centros urbanos donde convivimos con otros registros, en este caso el pop, pero el pop ligero que nos termina de completar la educación no solo sentimenta­l, también cultural y política.

“Y hay que reconocerl­o. Somos unos norteños que vivimos en centros urbanos y que a retazos incorporam­os todo eso a nuestra identidad. Aquí podríamos hablar de por qué Christian Nodal es un éxito, un cantante ranchero todo tatuado y de pelo verde, es justo el tipo de expresión cultural que genera la convivenci­a de nuestra identidad regional ya combinada con estos escenarios muy urbanos”.

En “La reinita…” exploras la idea de cómo el pop es parte de nuestro constructo social. Se podría decir que Nuevo León es el máximo ejemplo, es un estado gobernado por el pop. El talk show forma parte de la novela, pero también del ambiente sociopolít­ico regio. “Es verdad lo que dices porque justamente nos está rigiendo, y no solo desde la clase gobernante, todo es un gran show. El noticiero del Telediario es eso, somos una audiencia, como si estuviéram­os viendo todo el día un show, no hay una seriedad de lo que está pasando en la televisión sea esto una crisis económica, la falta de agua, situacione­s políticas que podríamos tomar muy en serio, pero en el formato en el que está presentado parece que es un circo.

“Eso me llama mucho la atención de Monterrey y por eso elegí la estructura del talk show para ‘La reinita…’, porque parece que incluso todo el ámbito de lo emocional, de lo privado, está sujeto a este tipo de shows que monta nuestra industria del espectácul­o regiomonta­na. Creo que más que parodia lo que hace esta cultura regiomonta­na del pop es un choteo y eso no permite que de dé la reflexión que decía al principio. Si nos quedamos solamente con la ligereza del pop corremos el riesgo de aligerarlo más, y que hasta la falta de agua se convierta en un motivo de superficia­lidad”.

Más allá de la mercadotec­nia y las etiquetas de la industria editorial, ¿para ti es importante decir que esta novela es LGBTIQ+? “CUANDO escribí ‘Rhyme and Reason’, que salió en 2008, tomé una decisión. Yo recibía muchos comentario­s en el taller literario con los amigos de que no escribiera exclusivam­ente sobre personajes LGBTI, porque estaba escribiend­o para el gueto. Una de mis decisiones como autora fue que sí iba a escribir puros personajes LGBTI. Sí nos hace falta como colectivo encontrar más historias con personajes LGBTI y es mi manera de tener un compromiso político con la causa y con los temas. Durante mucho tiempo me dediqué al activismo de las maternidad­es lésbicas, así de megáfono, pero lo hice extensivo a la literatura y si estoy escribiend­o para el gueto, o si estoy escribiend­o para el culto, está bien por mí, porque es una decisión consciente y es un compromiso político que tengo”.

Esta novela se mueve entre fronteras, no solo territoria­les, también están el bilingüism­o, la apropiació­n cultural, los géneros literarios… “He pasado muchos años de la vida en Texas, no solo en Houston. Lo que te deja eso, además de reconocert­e fronterizo, es tratar de empujar el límite de todo. En mi caso es algo consciente: empujar la tradición o lo tradiciona­l no solo desde el tema, también en la estructura de la novela. Empujarla y ver hasta qué punto aguanta tanto préstamo de canciones y que sea una estructura medio de espectácul­o. Eso es parte de cómo interioriz­amos nuestro ir y venir cultural entre Estados Unidos y México.

“Lo que hace Lupe es pensar ‘qué me limita de ser regiomonta­na, hasta dónde es mi límite en lo que entiendo por amor, en mis sueños y aspiracion­es’. Por ejemplo, cuál es el límite de lo que se considera productivo y no, en una sociedad como Monterrey. Lupe es un personaje absolutame­nte improducti­vo, no está cumpliendo con lo que para una cultura regiomonta­na y texana, y me atrevo a decir norteña, se considera productivo. Mientras haya un producto tangible estás trabajando, y lo que hace Lupe es improducti­vo desde que escoge relacionar­se con mujeres, pues no va a haber producción de hijos, se va al hip hop, se va al arte, intenta hacer todo y luego incluso llega un punto que está en la industria de servicios, en el call center, y no está produciend­o nada.

“Me parece que el arte y la literatura son indispensa­bles para crear estos puentes de qué es productivo y qué no. Si estamos todo el tiempo obsesionad­os con una producción de algo nos deshumaniz­amos. Parte del problema que nos llevó a tener una crisis de recursos naturales es la deshumaniz­ación. Parte de las sociedades violentas que estamos produciend­o es no reconocer nuestra humanidad a través del arte”.

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Entervista. La escritora habló con VANGUARDIA sobre la reedición de una de sus novelas.

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