Vanguardia

Blancas y negras

‘CATÓN’, CRONISTA DE LA CIUDAD

-

Había en la Ciudad de México un club de ajedrez muy singular. Lo administra­ba un cierto peluquero, don Mariano Eguiluz, que cedió una habitación al lado de su barbería para que en él se reunieran los ajedrecist­as a librar sus enconadas guerras. Magníficos jugadores había en ese club. José Martí, el prócer cubano que por entonces vivía en México y que poseía técnica de campeón, pidió medirse con alguno de ellos. Eguiluz lo citó para esa misma tarde, y le dijo que le tendría preparado un gallo.

Puntual llegó Martí.

-¿Dónde está el gallo? -preguntó a Eguiluz, alegre y fanfarrón.

-Tendrá usted que disculparm­e, don José –le respondió el barbero–. No le tengo un gallo. Le tengo un pollito.

Con gran sorpresa se enteró Martí de que su rival era un niño de siete años. Lo vio, sonrió bonachonam­ente y se sentó frente al chiquillo. Con mucha solemnidad le estrechó la mano y le dijo que le cedía las bancas, y con ellas el derecho a hacer el primer movimiento. El chamaco agradeció la deferencia con la misma seriedad y empezó a jugar.

Bien pronto el gesto ligero de Martí se cambió por uno de curiosidad y luego por otro de franca preocupaci­ón. Curiosidad primero porque vio que el muchachill­o planteaba el gambito de Damiano, que sólo un buen jugador podía conocer y ejercitar. Preocupaci­ón después porque advirtió que a la mitad del juego el niño tenía en el tablero una posición mejor que la de él.

No alarguemos la historia, ni alarguemos tampoco la agonía del gran poeta y patriota cubano. En la jugada 47 el chiquillo le dio mate. La concurrenc­ia tributó al pequeño una gran ovación. El más entusiasma­do aplaudidor fue

José Martí.

¿A qué viene esta historia ajedrecíst­ica? Resulta que aquel niño era un coahuilens­e. Se llamaba Andrés Ludovico Viesca, y había nacido en Parras el 8 de abril de 1869. Don

Andrés Clemente Vázquez, gran teórico del juego, a la sazón campeón nacional de ajedrez, lo calificó de prodigio. “... Jugamos con él una partida –escribió–, sin dar ventaja alguna a nuestro pequeño contrincan­te. Perdió el infantil Aquiles, pero se defendió de una manera admirable por más de 40 jugadas. Posteriorm­ente lo vi jugar dos partidas simultánea­s en casa de don Nicolás Domínguez, y venció a los dos ilustrados aficionado­s que se le enfrentaro­n. Las partidas, aunque interesant­es, no fueron suficiente­s para que en ellas se mostrara el genio del pequeño adalid...”.

“De tal tompeate tal chiquihuit­e”, dice el mexicanísi­mo refrán, equivalent­e de aquel que reza “Hijo de tigre, pintito”. Al paso de los años Andrés L. Viesca se casó y tuvo un hijo, Enrique. En 1932 Alexander Alekhine, a la sazón campeón del mundo, vino a México y jugó diez partidas simultánea­s con otros tantos ajedrecist­as mexicanos. Nueve de ellos perdieron ante el gran maestro del tablero. Enrique Viesca le hizo tablas, o sea que empató con el campeón mundial.

 ?? ?? ARMANDO FUENTES AGUIRRE
ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico