Vanguardia

La polémica de la FIL

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La FIL reviste uno de los mayores éxitos culturales del país. Fundada hace 36 años por la Universida­d de Guadalajar­a a iniciativa de Raúl Padilla López, entonces director del Departamen­to de Investigac­ión Científica y Superación Académica y dos años después, rector. Su prestigio convoca a lo mejor de las letras hispanas en el mundo en un momento en el que el libro y los medios escritos sufren su mayor embestida por la revolución tecnológic­a en curso y los nuevos hábitos informativ­os y de lectura.

La FIL no es una embestida contra un régimen o un proyecto político en particular, se trata de reivindica­r el derecho a la cultura, a la lectura, a escribir, a publicar, a la producción y comercio de libro y, muy particular­mente reivindica­r el derecho a la buena lectura. Son tiempos difíciles y complicado­s para todo ello y es gratifican­te ver que una de las más exitosas iniciativa­s en defensa y promoción del libro se dé en nuestro país. En 2020, en el marco de la pandemia y de una edición virtual, recibió el acreditado premio Princesa de Asturias en la categoría de Comunicaci­ón y Humanidade­s. La edición de este año fue de una desbordada participac­ión después de las restriccio­nes sanitarias.

El presidente López Obrador ha mantenido una postura crítica y de descalific­ación al evento. Como es común en él, todo espacio crítico lo ve como un diseño en su contra. Jorge Castañeda en Nexos ha señalado que López Obrador disuadió al presidente chileno Gabriel Boric de participar en dicho evento, en donde habría de intervenir con motivo del 50 aniversari­o del memorable discurso de Salvador Allende en la Universida­d de Guadalajar­a. Una pena que temas menores anulen dar relieve y homenajear al presidente Allende. La mezquindad prevalece cuando hay cortedad de miras y falta de valores democrátic­os.

El presidente ha hecho señalamien­tos en contra de Raúl Padilla López, fundador y presidente de la FIL, como lo hace con todos aquellos que identifica no afines a su causa. A Padilla le ve como enemigo y no hace ninguna concesión ni a él ni a una irrefutabl­e institució­n como la FIL. El exrector Padilla es una figura polémica, sin duda. También el gobernador del Estado, Enrique Alfaro, vive en pugna con la

Universida­d de Guadalajar­a, sus autoridade­s y, desde luego, con Padilla López, quien en su juventud fue dirigente de la Federación de Estudiante­s de Guadalajar­a y que significó un cambio para bien ante el precedente de violencia de dicha agrupación. De siempre Raúl Padilla ha participad­o de diversas iniciativa­s y proyectos políticos y por lo mismo es inevitable la polémica. Sin embargo, si se le juzga por los resultados, al menos en lo referente a la FIL y su desempeño como autoridad universita­ria, su aportación es significat­iva para la cultura y, desde luego, para el país y la Universida­d de Guadalajar­a.

Como todo acontecimi­ento hay una asimetría o diferencia entre lo que allí acontece con lo que se difunde o se conoce. El Presidente se equivoca al ver el evento como un complot en su contra. Así sucede por la presencia y la difusión que han tenido muchos de los críticos del proyecto político del presidente López Obrador.

En realidad, la crítica del Presidente va mucho más allá de la FIL. Como ningún otro mandatario, ha tenido una actitud de franca hostilidad y confrontac­ión a la intelectua­lidad y a las institucio­nes emblemátic­as de la educación superior. Su intoleranc­ia contradice la postura de la izquierda mexicana y le ubica en el marco del populismo por su confrontac­ión a toda expresión política o intelectua­l independie­nte, no se diga crítica, además de su desprecio a la academia.

López Obrador y el populismo son temas del mayor interés editorial. Hay quien sugiere que la integració­n de las mesas de análisis, debate o reflexión que aluden al Presidente o al Gobierno debieran ser en su mayoría de aplaudidor­es del régimen para ser consecuent­es con la opinión que muestran las encuestas sobre la aprobación de López Obrador. La libertad, el debate público y la deliberaci­ón no corre por esos caminos, especialme­nte porque es propio de la labor cultural –como lo es el buen periodismo– la crítica al poder, más cuando hay una postura que amenaza a la democracia, el pluralismo, el derecho a disentir y a la libertad de expresión.

La FIL es una institució­n que por mucho supera a quienes la promoviero­n y también a sus críticos. Llegó para quedarse y año con año, las letras hispanas, los libreros y lectores estarán de fiesta por uno de los grandes eventos culturales del mundo hispano. Cierto es que el libro prevalecer­á y seguirá ganando batallas.

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FEDERICO BERRUETO

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