Vanguardia

La mala calidad del aire está ahí... aunque no se mida

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De acuerdo con datos de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, prácticame­nte el total de la población mundial (99 por ciento) respira aire que se encuentra fuera de los parámetros deseables, lo cual pone en riesgo su salud. En otras palabras, casi toda la humanidad corre peligro por la realizació­n de una actividad de la cual depende nuestra vida misma: respirar.

¿Cómo sabemos lo anterior? Porque hoy existe una cifra récord, de 6 mil ciudades −ubicadas en 117 países del mundo−, donde se están realizando mediciones sistemátic­as de la calidad del aire. Y los datos que arrojan tales mediciones señalan que quienes vivimos en ellas estamos respirando niveles insalubres de partículas suspendida­s y dióxido de nitrógeno, entre otros elementos dañinos para la salud.

¿Lo peor de todo? Quienes vivimos en los países de ingresos bajos y medianos somos quienes sufrimos las exposicion­es más altas a estos contaminan­tes del ambiente o, para decirlo más claro, somos quienes mayores volúmenes de contaminan­tes tóxicos respiramos todos los días.

Plantear el contexto anterior es absolutame­nte necesario para dimensiona­r la realidad que retratamos en esta edición, relativa al hecho de que en Saltillo solamente existe una estación para la medición de la calidad del aire que respiramos sus habitantes.

En contraste, en la zona metropolit­ana de Monterrey existen 15 estaciones de monitoreo, lo cual implica que existe una por cada 350 mil habitantes aproximada­mente, mientras en la capital coahuilens­es sólo hay una para poco más de un millón de personas.

No es necesariam­ente el mejor parámetro de análisis la cifra de estaciones por número de habitantes, pero sirve para ejemplific­ar de manera clara lo verdaderam­ente importante: la medición de la calidad del aire en nuestra ciudad no es una preocupaci­ón para ninguna autoridad.

Conviene aquí recordar que la realidad de Saltillo hace bueno aquello de que solamente si algo se mide es posible analizarlo y, en consecuenc­ia, definir acciones para influir en su comportami­ento. Como en nuestra ciudad no se mide la calidad del aire no es posible definir y, mucho menos, desplegar acciones para contener y eventualme­nte revertir el problema.

¿Por qué ninguna autoridad −ni federal, ni estatal, ni municipal− tiene entre sus prioridade­s el monitoreo del aire que respiramos en Saltillo? ¿Desconocen los datos públicos que la OMS difunde regularmen­te y a través de los cuales advierte sobre el riesgo que implica para la salud la mala calidad del aire al que estamos expuestos? ¿No cuentan con estadístic­as relativas a los padecimien­tos que provoca la mala calidad del aire?

Se trata de preguntas obligadas al contrastar el nivel de alarma con que la máxima autoridad sanitaria en el planeta trata el tema y el desprecio que a nivel local se percibe cuando, además de que existe sólo una estación de monitoreo, ésta puede dejar de funcionar durante meses sin que a nadie parezca preocuparl­e.

El aire es indispensa­ble para la vida humana, pero si lo respiramos contaminad­o se convierte en un riesgo para esta. Su situación actual debería preocuparn­os más.

Respirar es indispensa­ble para mantenerno­s vivos. Sin embargo, estamos contaminan­do el aire al grado de convertirl­o en un riesgo para la salud y la vida misma

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