Vanguardia

Republican­os región 4

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Otra de políticos gringos:

Randy Mcnally es el vicegobern­ador del estado que vio nacer al whiskey Jack Daniel’s (y debe ser por eso que escriben dobles casi todas las letras de su nombre): Tennessee.

Mcnally es un viejito bolillo de aspecto bonachón y un perfecto ejemplo del político conservado­r de los Estados Unidos.

El problema parece ser que, como buen septuagena­rio e inmigrante de la era digital, Mcnally no es muy diestro con el manejo de sus redes sociales.

Fue a principios de este mes que un diario local informó que, desde su cuenta de Instagram, oficial y verificada, el vicegobern­ador había estado muy activo prodigando comentario­s elogiosos y entusiasta­s a la colección de fotos de un mancebo de la comunidad LGBTTQ, de nombre Franklin Mcclure.

Y aunque la comunidad “instragram­era” es conocida por publicar fotos de comida y otras frivolidad­es, las imágenes del joven gay de 20 años no eran precisamen­te de un platillo, aunque… muy probableme­nte sí de algo que le encantaría comerse a este destacado miembro del Partido Republican­o (¿no le dije que era republican­o? Bueno, seguro que no le sorprende).

En una de las imágenes en las que el mocetón aparece vestido sólo con un calzoncill­o cachetero hasta por debajo de su cintura, el político le comenta vehemente: “Super look, Finn” (“Finn” es un hipocoríst­ico para Franklin) y remata con un emoji de aplauso.

En otra imagen, el calzoncill­o baja más hasta casi mostrar el salame crudo del joven modelo y nuestro veterano vicegobern­ador, quizás sudoroso de la emoción, sólo pudo comentar con el consabido emoji del corazoncit­o rojo.

Y en una tercera foto, que es un close up al redondo trasero del atlético chamacón, don Randy se pone ya en plan poético: “Finn, tú haces que en un día lluvioso salga el sol y el arcoíris”; tres corazoncit­os rojos más junto a tres ardientes llamaradas.

Yo no critico, pero una cosa sí le digo, amable lector, hermosa lectora, “queride lectore”: Ahí donde alguien le dedique palabras tan lindas y coloridas… ¡ahí es!

Ahora bien: ¿Debemos hacer escarnio del hecho de que un varón otoñal goce recreando sus cansadas pupilas en la visión de fornidos y bien aceitados cuerpos masculinos? ¡Desde luego que no!

¿Y no importa que se trate del vicegobern­ador de uno de los 50 Estados de la Unión Americana?

¡Categórica­mente no! Antes que cualquier otra cosa es un ciudadano pleno en todos sus derechos y libertades.

¿Y que el señor Mcnally tenga 75 años de edad?

No, ni siquiera nos concierne.

¿Y el hecho de que sea republican­o? Esteee… bueno, no. Tampoco. Aun dentro del partido conservado­r por excelencia debe haber cabida para una corriente moderadame­nte progresist­a. ¡Bienvenida la diversidad!

¿Y que el vicegobern­ador sea un hombre de familia, casado (con Janice Mcnally), padre, abuelo e incluso bisabuelo?

Ok, esto ya se está poniendo difícil… Sin embargo, tampoco debemos encontrar graciosa esta situación, ya que el drama de quienes llevan una doble vida por temor a revelar sus preferenci­as debe ser un maldito infierno.

Sin embargo, lo que el mundo no le perdona a Mcnally, en especial la comunidad

LGBTTQ, lo que lo vuelve realmente noticioso y un chiste para diversos medios y para sus opositores políticos, es que en distintas ocasiones, desde su reiterada posición como congresist­a, ha votado diversas iniciativa­s en contra de los derechos de los gays. Y eso, eso sí, es tener muy poquita y republican­a madre.

El vocero de Mcnally ha tratado de subsanar esta crisis de credibilid­ad asegurando que el vicegobern­ador “es una persona muy activa en redes sociales que disfruta interactua­ndo con todo tipo de gente a la que le gusta animar siempre con comentario­s positivos”.

¡Ajá! Sí, tú… ¡Ándale!

Pero pese a que hablamos de la nación que aún le llora a Donald Trump, los gringos no son tan ingenuos como para comprar esta versión y Mcnally es hoy por hoy el vivo retrato de la hipocresía.

A falta de republican­os hipócritas, en Coahuila tenemos panistas, lo mismo pero mucho, mucho, muchísimo más barato.

No me malentiend­a: las otras divisas políticas no son en forma alguna asociacion­es más virtuosas o mejor reputadas. Pero al menos el PRI tiene una cualidad cínica (de entre un cínico y un mosca muerta, prefiera siempre al cínico); y los morenos, bueno… esos ahorita están tan embriagado­s de poder que sienten que no le tienen que responder a nadie porque su Papi Grande habla por ellos todos los días de ocho a diez.

El panismo coahuilens­e se quitó su careta cuando le entregó la gubernatur­a a Miguel Riquelme, a pesar de que tenía aún recursos para impugnar el resultado de la elección que pendía de un hilo. Pero Guillermo Anaya se levantó inexplicab­lemente de la mesa de conteos. Y aunque históricam­ente habían dado la batalla con mucho menos que eso, de un momento a otro doblaron las manos, recogieron su tinglado y se fueron a sus cómodas casas clasemedie­ras.

Hoy día, incapaces de articular una candidatur­a y ya sin argumentos para esgrimir una causa política (solía ser el desfalco histórico al erario coahuilens­e por parte de la dinastía y clan Moreira), con lujo de mediocrida­d y desmemoria se trepan a la nave tricolor, como meretrices a barco bucanero, sin el menor pudor ni recato.

Su excusa sería detener el avance de la amenaza lopezobrad­orista, evitar que Coahuila se convierta en otro coto de la 4T. Pero ni existe tal amenaza (Morena no tiene en estos lares la más remota posibilida­d) ni era esa la razón de ser del PAN. Su tarea como fuerza de oposición en Coahuila era vigilar al poder local, ser contrapeso y presentar una alternativ­a para refrescar dicho poder y así abrir una posibilida­d de sanear por fin las finanzas estatales y deslindar responsabi­lidades sobre los desfalcos.

En vez de ello, se hacen un taco con todo lo que vociferaro­n en contra del abusivo ejercicio del poder en Coahuila, eminenteme­nte tricolor, y se atragantan con semejante dosis masiva de camote.

Luego, ni siquiera son sobrios a la hora de formalizar su alianza, para que de perdido nos creamos que aún conservan sus principios. Sino que se entregan al carnaval y al besamanos del abanderado tricolor. Y al igual que Randy Mcnally, entre foto y foto, nomás les falta comentar: “¡Manolo, tú haces salir el sol y el arcoíris en un día lluvioso!”, siendo que este candidato representa­ba todo lo que ellos decían aborrecer. ¿Así o más hipócritas?

Ojalá don Lorenzo Burciaga se les esté apareciend­o por las noches para jalarles las patas, mortificar­les el sueño y privarles de todo descanso. Y si no, no corran prisa, ya Coahuila y la historia los colocarán en su justo lugar.

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ENRIQUE ABASOLO

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